Una
grave cornada no impidió al madrileño seguir con una faena cargada de verdad
para cortar una oreja a fuego. Caballero también fue herido. *** Torería de
Iván Vicente sin premio y tres buenos toros de Joselito.
ZABALA DE
LA SERNA
Diario EL
MUNDO de Madrid
Foto: EFE
Foto: EFE
Pudiera parecer que lo de Javier Cortés fue la
cornada y la heroicidad de su sangre derramada. El típico y tópico título del
héroe del Dos de Mayo. Pero fue mucho más allá. Por el desgarro de su toreo, el
peso de su plomada, la verdad de lo auténtico.
Volteó la tarde que decaía, la plaza que se
adormecía. Flotaba en el aire una sensación de pesadez, cuando apareció el
quinto. Un galán altísimo. Por contraste de escalas, estratosférico. Coronados
sus 655 kilos por dos perchas imponentes. Y sin embargo hacía por tomar los
vuelos por abajo. Cortés se lo dejó venir de lejos en el mismo platillo con la
muleta en la izquierda, mirando al tendido. Como si el tren que enfilaba su vía
no fuese con él. Libró los naturales con una quietud de asombro. Tan encajado.
Y así por la mano derecha crujió al toro. Un buen toro. Despatarrado y roto. En
la siguiente tanda, ligada y arrastrando los flecos, quiso abrochar con el de
pecho sin apenas espacio. El noble bruto no perdonó. La certera cornada caló en
el parte posterior del muslo izquierdo. La sangre asomaba como un reguero que
recorría la pierna hasta la pantorrilla. JC siguió maltrecho. Con el mismo
desgarro, la misma hondura. Le colocaron un torniquete. Doblado, pálido,
boqueando. Los arrestos sobrados para acabar lo que había empezado. Épico.
Abrochó faena con su aquél, con su punto de torería. Intentó matar en la suerte
de recibir y consiguió hundir media estocada en palanca. Muy atravesada pero
mortal. Mientras se lo llevaban camino de la enfermería, la plaza estalló floreada
de pañuelos. La oreja se hacía de una justicia bárbara, atroz. Incluso se pidió
la segunda. El palco contuvo la apasionada oleada. La cuadrilla atravesó el
ruedo con el trofeo conquistado por el fuego de sus venas.
No habían recobrado los tendidos el aliento,
cuando el cuajado sexto atrapó a Gonzalo Caballero con el capote. La violencia
de la caída contra el suelo acongojó las gargantas. Desmadejado como un pelele
lo recogieron de la arena. Volvería de la enfermería sin la casaquilla goyesca,
con la taleguilla partida, un torniquete y una cojera ostensible. La merma
física condicionó todo. Para ver al notable toro de Joselito en plenitud; para
analizar a Caballero más allá del coraje. La espada se encasquilló. Otra vez.
Joselito volvía a su plaza, en su fecha y con su
ganadería de El Tajo y La Reina. Uno de El Tajo abrió el conjunto con sus
perfectas hechuras y su seriedad acodada. Colocó su armonía y su cara en el
capote de Iván Vicente. La suelta pelea en el caballo no contó para subir nota.
Pero sí su clase y su son sostenido durante toda la lidia. Iván anduvo muy
torero. Una torería recibida con frialdad. Desde el sutil prólogo, las muñecas
primaron. Como la cadencia en su derecha, ligada, templada y fácil. Quizá esa
resuelta facilidad impidiese que trepase con mayor calado su toreo. Pasó por la
izquierda el toro con la misma categoría. Y al final de aquel manojo de naturales
fluidos, uno brotó con una inmensidad mayúscula. Cosido a la trincherilla y la
trincherilla al pase del desprecio, resultó la triada una secuencia de carteles
de toros. Es verdad que entonces, no antes ni después, Vicente le perdió la
distancia y se amontonó en su regreso en redondo. Pero volvió a tomar el
elegante pulso en la coda zurda y en la orfebrería de los ayudados de
despedida. El estoconazo, algo contrario, puso el colofón. La pañolada, a ojo
de mal cubero, se antojaba suficiente para la oreja. Y, sobre todo, lo hecho.
No para el presidente. La vuelta al ruedo quedó como premio de consolación.
También ningunearon los enfriadores profesionales a Listillo. Con su ritmo,
ninguno de los otros toros destacables de la corrida.
Tres buenos toros dan para un éxito. A las
notables líneas del amelocotonado segundo le faltaban remate y perfil. Y poder
para cumplir con lo que apuntaba. Protestado el toro en el caballo por su
contada fuerza, alcanzó la muleta con un punto rebrincado. Cortés se encajó
pronto con la izquierda. Siempre desde una colocación cabal y acinturado, bajó
y corrió la mano con autenticidad. También por la derecha. Pero la embestida
cumplió con los pronósticos y se acabó antes de hora. Tres series y ya. El
cierre por ajustadas bernadinas precedió al borrón con la espada, el sempiterno
talón de Aquiles de JC.
No cruzó tampoco con el acero Gonzalo Caballero,
que regresaba al escenario del discurso de los cojones. A su hechurado y negro
toro, tocado arriba de pitones, le acompañaba el trapío. No así el poderío ni
el fondo. Su noble condición duró apenas nada. Parado y distraído. Caballero
cumplió.
La corrida a partir del cuarto fue otra en
hechuras. Subió en caja y romana considerablemente. Iván Vicente lució en el
caballo al voluminoso toro, que atacó en largo con todo. Fuertes y en su sitio
fueron los hermosos puyazos de su hermano Jesús. Ahí se quedó el empuje.
Agarrado al piso uno y aferrado a la voluntad de querer el otro, la faena se
atascó en el tiempo. Sonó el aviso antes de una gran estocada.
Caía la noche horas después en la oscura boca del
túnel de la enfermería.
Partes
facultativos: Javier Cortés fue operado de una cornada en la cara
posterior del muslo izquierdo con una trayectoria de 20 cm. que produce
destrozos en isquiotibiales, contusiona el nervio ciático y alcanza el fémur.
Pronóstico grave. Gonzalo Caballero sufrió una cornada de 5 cm. en el lateral
del muslo izquierdo con desgarros musculares. Pronóstico menos grave.
EL TAJO Y LA REINA
Iván Vicente, J.Cortés y Gonzalo
Caballero
Toros de El Tajo (1º y 4º) y La Reina,
serios y hechurados, voluminosos en su segunda mitad; buenos 1º, 5º y 6º.
Iván
Vicente, de hilo negro y azul
pavo. Estocada contraria (petición y vuelta al ruedo). En el cuarto, gran
estocada. Aviso (saludos).
Javier
Cortés, de hilo negro y grana.
Pinchazo y bajonazo (silencio). En el quinto, media estocada muy atravesada
(oreja y fuerte petición).
Gonzalo
Caballero, de hilo negro y blanco
roto. Tres pinchazos y dos descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, dos
pinchazos, estocada y dos descabellos (ovación de despedida).
Monumental de las Ventas. Miércoles, 2 de
mayo de 2018. Corrida Goyesca. Casi 11.000 personas.
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