LUCAS PÉREZ
@lucasperezest
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Cada uno de los días de la Feria de San Isidro,
desde Elmundo.es iremos descubriendo distintas historias curiosas de la otra
cara del toreo. Aquella que se aleja de la seriedad que supone jugarse la vida
frente al toro e intentar sacar así una sonrisa al aficionado. Porque
precisamente de anécdotas también vive el toreo. En sus tertulias, en los
corrillos y los ratos en los que los profesionales se relajan y recuerdan
aquellas vivencias que les hicieron disfrutar. Por eso, las anécdotas adquieren
su propia categoría "para adoquinarse en los serios muros del edificio
histórico de la Tauromaquia, que sigue vigente y viva", como define Zabala
de la Serna.
Y por eso también, cada una de las 34 tardes
repasaremos con todo respeto la cara más amable del toreo. En la primera de
ellas, aprovechando que el ciclo lo abre una novillada, recordaremos
precisamente los inicios de un torero que más tarde logró convertirse en un
indispensable torero de ferias dentro de los denominados 'carteles de
banderilleros'. El protagonista es Vicente Ruiz 'El Soro', conocido entre sus
más cercanos por la inocencia superlativa que desprendía allá donde iba al dar
sus primeros pasos en la profesión.
Un día, en Valencia, llegó el momento de comprarle
su primera indumentaria, su primer traje de luces, lo que establece una especie
de antes y después en la carrera de todo torero. Al llegar al sastre, la dueña
negoció con el padre del matador mientras bromeaba con el chico.
- ¿Tú quieres ser torero? Ojalá un día seas figura
y te puedas comprar todos los trajes que quieras. Dependiendo del precio, el
padre de El Soro compraría el vestido de torear o lo alquilaría.
Y mientras llegaban a un acuerdo, El Soro se fijó
en un traje lila y oro del que quedó absolutamente enamorado. -Mira, mientras
tu padre y yo llegamos a un acuerdo por el precio, entra en esa habitación y te
lo vas probando -le dijo la dueña, que se había percatado de la preferencia del
chico. El muchacho se fue con el lila y oro al cuarto. Antes de comenzar a
vestirse, la mujer se hizo presente en la estancia:
- Bueno, ¿me imagino que ya sabes cómo va esto,
no?
- Sí, claro, no se preocupe usted. - Me refiero al
paquete...¿Ya sabes donde va no?. El Soro se quedó dubitativo: - Eh... sí, sí.
Ya le he dicho que no se preocupe.
El padre del torero decidió comprar el traje.
Cerrado el trato, esperaron a que saliera de la habitación ya vestido. Pero
tardaba.
- Sal ya, hijo. ¿Necesitas ayuda? El Soro
respondió con voz nerviosa:
- Ya voy.
Pasó un rato y Vicente seguía sin salir. Hasta que
la dueña, impaciente, le apremió enfadada.
- ¿Sales o no sales? El Soro asomó la cabeza por
la puerta y les dijo:
- Mirad, yo saldría, pero me vais a perdonar. El
paquete que usted dice, yo no lo veo por ningún lado.
*Anécdotas
extraídas del libro '300 anécdotas taurinas', del que La Esfera de los libros
acaba de editar la segunda edición.
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