Luis David Adame, dejando gran cartel ante el bravo jabonero de Juan Pedro que lidió en tercer lugar hoy en Madrid. |
PACO AGUADO
Foto: EFE
El diestro mexicano Luis David paseó la única
oreja concedida este jueves en la décima corrida de la feria de San Isidro,
obtenida de un bravo astado de pelo jabonero de la divisa de Juan Pedro Domecq
y que contará como uno de los muchos buenos toros que ya van lidiados en el
serial madrileño.
Esa solitaria oreja se antojó escaso premio no
tanto a su voluntarioso trabajo sino en comparación con el aún mayor que el
toro le puso en bandeja con la calidad, repetición y largo recorrido de sus
embestidas, merecedoras de un toreo de más calado, hondura y reposo que el que
encontraron en las manos del joven americano.
"Ombú", como se llamaba el ejemplar de
Juan Pedro, lució su llamativo pelo jabonero, casi albahío de tan clara
tonalidad, y las más finas y mejores hechuras de una corrida de excesivo
volumen que, probablemente por eso, se desfondó pronto durante la lidia. Pero
no sucedió así con este tercero de la tarde, que fue también el de menos alzada
y que rompió a embestir con vibración y entrega desde que Luis David le abrió
con unos ajustados estatuarios una larga faena que el animal aguantó con
idéntica entrega y fuerza en sus acometidas.
Fue así como el animal puso gran parte de la
emoción que tuvo el trasteo, con el matador aprovechando las inercias de las
infatigables arrancadas, que ligó a tambor batiente, pero, por falta de
verdadero mando, sin que, entre tanto movimiento continuo, llegara a reducir la
velocidad del animal. No faltó entrega, pues, pero sí temple en los muletazos
del mexicano, sin que ello fuera óbice para que el público se calentara con la
emoción del conjunto y le pidiera finalmente, tras verle cómo se volcó en la
estocada, esa oreja que supo a poco.
Por contra, a Luis David le correspondió también
el peor toro de la corrida, un sexto temperamental y áspero que apenas se
desplazó y con el que, a punto de ser desbordado, se justificó bullidor y
afanoso para no perder enteros en la valoración.
El resto del voluminoso encierro de Juan Pedro
Domecq adoleció de raza y de fondo, por manejables que resultaran algunos
toros. El veterano Finito de Córdoba dejó ver, sin que apenas se le valorara,
ese reposo natural que da la maestría y la limpia sencillez del toreo más
clásico y de buen trazo, ante un lote que redujo la emoción a la nada.
Por su parte, al valenciano Román se le notó
espeso de ideas y recursos para encontrar el acople con un segundo que tuvo
fuertes acometidas antes de rajarse y un quinto al que, muy caído de culata, le
costó emplearse a la inconcreta muleta de uno de los toreros que, con tres
paseíllos, se anunciaba como base de la feria. Ya solo le queda una última
"oportunidad" con la corrida de Miura...
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Juan Pedro Domecq (el 6º con el hierro de Parladé), cuatro de ellos cinqueños, muy armados y de excesivo
volumen en su mayoría, frente a alguno más armónico y bajo de agujas. En
conjunto, corrida medida de raza y fuerzas, salvo el sexto, complicado y
temperamental y el fino y bravo tercero, que tuvo entrega, recorrido y
repetición en sus embestidas.
Finito
de Córdoba, de corinto y oro:
cuatro pinchazos y descabellos (silencio tras aviso); pinchazo hondo trasero
(silencio).
Román, de azul rey y oro: pinchazo bajo y tres
descabellos (silencio tras aviso); estocada corta desprendida y descabello
(silencio).
Luis
David, de blanco y plata:
estocada caída (oreja); pinchazo hondo y descabello (ovación).
Entre las cuadrillas, destacó Miguel Martín en dos excelentes pares
de banderillas al tercero, aunque no fue obligado a saludar como sí sucedió con
Tomás López en el sexto.
Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto
de silencio por el doctor Ramón Vila,
antiguo cirujano jefe de la plaza de la Maestranza y fallecido hoy en Sevilla.
Décimo festejo de abono de la feria de San
Isidro, de Madrid, con algo menos de las tres cuartas partes del aforo
cubiertas (16.317 espectadores, según la empresa) en tarde agradable.
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