El
torero madrileño habla de sus miedos y sensaciones de cara a su única cita con
Las Ventas en la temporada de su retirada.
MARÍA
VALLEJO
Diario EL
MUNDO de Madrid
Alberto Aguilar arranca este domingo su despedida
del baluarte que, junto con Francia, ha sustentado su carrera de guerrero
honesto: la Monumental de las Ventas. En ella deja veintiuna tardes preñadas de
verdad desnuda. Veintiún paseíllos para batirse el cobre con los pavos más
severos del campo bravo. Para construir, golpe a golpe, el resto de sus
temporadas (nutridas de la hospitalidad del país galo para con los toreros que
España deja escapar). Y ganarse el eterno respeto de un Madrid que siempre lo
ha esperado.
El "caluroso" tributo por parte la
empresa en su adiós, una sola tarde en la isidrada más larga de la historia y
otro duro hierro que enfrentar. Aguilar tendrá que jugarse en la arena hasta
los tributos para arropar su despedida. A día de hoy, injustamente
desangelada...
- ¿Cómo
programa la temporada de su retirada?
"No tengo nada después de Madrid. Siempre me
lo he jugado todo en San Isidro. Pensé que este año tendría algún contrato
antes, pero, de momento, la corrida del domingo es la última que tengo firmada.
Después, Dios dirá", dice el curtido torero madrileño con un estoicismo
que estremece.
- Y con la
ilusión indemne:
"Llego muy contento a la cita del domingo
porque Madrid lo es todo para mí. Madrid me ha visto triunfar y pasarlo mal. Es
la plaza en la que siempre me he sentido a gusto, he intentado darlo todo y he
sido muy sincero", confiesa Aguilar, feliz y orgulloso de sentirse
"tan respetado por Madrid".
Alberto Aguilar, que ha preparado la cita con su
coso talismán "entrando y lidiando los temores con la misma
responsabilidad de todos los años", vive los momentos previos
"pasando miedo. Porque en breve tengo que matar una corrida [el día previo
a su compromiso en Las Ventas, el diestro se encontraba a unas horas de hacer
el paseíllo en Alés cuando tuvo la gentileza de atender a este diario] y porque
Madrid acojona. Todas las ferias pesan, porque además el toro es muy grande y
se tiene miedo, pero el mayor temor es siempre el fracaso. Y cuando entrenas a
conciencia para lograr un triunfo en San Isidro, que es además uno de los
primeros paseíllos de la temporada, quieres que todo salga bien. Eso hace que
Madrid tenga siempre un peso especial".
Ahora, con los deberes hechos y la aleación de
clasicismo y verdad con la que el madrileño ha forjado su trayectoria, serán
los toros de Baltasar Ibán, a los que tantas tardes ha vencido, los que
acompañen el inicio del crepúsculo de Alberto Aguilar como matador de toros.
Una ganadería, dice, "muy importante, que el año pasado echó una camada de
utreros extraordinaria, y que se mueve. Que es lo que se necesita en
Madrid"."
Espero que puedan pasar cosas bonitas. Porque eso
les daría a los ganaderos, que son grandes amigos y una familia encantadora,
mucho más caché del que ya tienen. Y porque quiero dejar un buen recuerdo en
Madrid", dice Aguilar. Como relatando el anhelo compartido de esa afición
madrileña que lo quiere y respeta.
Como punto final a una entrevista de sabor tan
amargo como el vacío que dejará su retirada en las tardes de épica de Las
Ventas.
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