miércoles, 31 de agosto de 2011

Falleció ex ganadero bravo valenciano Oswaldo Michelena


Fue la Monumental de Valencia escenario de las grandes gestas como aficionado y ganadero de Oswaldo Michelena, quien este domingo falleció.

RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ

Fundador del hierro Rancho Alegre, el cual vendió años atrás, así como empresario en su momento de la Monumental de Valencia, Don Oswaldo Michelena Franceschi descansó en paz el pasado domingo en horas de la tarde.

A la edad de 80 años, en la capital del estado Carabobo dejó de existir un gran aficionado que sembró fiesta brava en la gran ciudad valenciana. Victima de una enfermedad crónica de larga data deja tras de sí la estela que siempre le caracterizó, todo un señor dentro y fuera de la que fue su gran pasión.

Entre los hechos más destacados, aparte de su ganadería está el hecho de haber organizado la primera temporada de novilladas que vio luz en el ruedo de la imponente Plaza de Toros Monumental, así como en la co-organización de la Corrida de la Prensa de 1969 en este mismo ruedo, en cartel estrella con record de recaudación en taquilla para aquel entonces, con los nombres del venezolano Curro Girón, el extrovertido Manuel Benítez “El Cordobés” y el regiomontano Manolo Martínez con toros aztecas de Reyes Huertas.

Sus restos fueron velados en la funeraria Quo Vadis e inhumados en el Cementerio Jardines del Recuerdo de la capital carabobeña.

Desde estas líneas, nos unimos al dolor que en estos momentos atraviesa sus familiares y amigos. Q.D.E.P.

domingo, 28 de agosto de 2011

LO MÁS TORERO Y MERITORIO EN LAS MANOS DE RUBÉN DARÍO


En el marco de la corrida de la Feria de Táriba
Rubén Darío, lo más torero en una tarde de poca historia y transcendencia esta tarde en Táriba. Foto: Cucú Rincones
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ

TÁRIBA (Táchira, Ven.).- Poco juego han ofrecido los astados de la vacada yaracuyana de Campolargo en el marco de la corrida de feria en honor a la Virgen de la Consolación. Solo la entrega, ganas y valor de la terna de espadas, entre lo de reconocer en tarde soleada y ventosa, donde para tal efecto se han dado lugar poco menos de media plaza.

Debut con poca fortuna para el salmantino espada Domingo López Chaves, en plazas venezolanas. Su primero le dejo estar por momentos a gusto, hasta que se vino a menos, en especial por la mano zurda, donde pinceladas de su entregado toreo quedaron en la retina. Su segundo, un marmolillo, tampoco le dejó estar reposado, no dejándole opción que despacharlo con solvencia. En ambos fue aplaudido.

César Vanegas tampoco se salvó de la mala suerte. Comprometido en algunos momentos de la lidia en especial con las banderillas, el robusto torero no dejo gran cosa de calado al tendido siendo silenciado, al igual que ocurrió ante el quinto, animal que en parte algo se dejó en especial por el lado derecho.

Rubén Darío Estévez al final sería el único que se llevó el “gato al agua” en tarde de descastado comportamiento de los astados. Al tercero lo pasó por ambas manos son mayor eco ante los aficionados, actitud que logró volcar en el que cerró plaza, donde más envalentonado que artista supo sacar partido del animal, para al final, y luego de fallar con la espada, ser premiado con la unánime y única ovación de la tarde.

FICHA DEL FESTEJO
Coliseo “Perlas del Torbes” de la ciudad de Táriba. 28 de agosto de 2011. Corrida en honor a la Virgen de la Consolación.
Poco menos de media plaza, en tarde soleada y ventosa hasta la lidia del tercer astado, se han lidiado reses de Campolargo (Juan Campolargo), justos de presencia y en su conjuntos descastados. A menos en la muleta.
Domingo López Chaves (rosa y oro con cabos blancos): palmas en ambos.
César Vanegas (pistacho y azabache) silencio en ambos.
Rubén Darío Estévez (agua marina y oro): silencio y ovación con petición de oreja.
INCIDENCIAS: En la brega destacó Gerson Guerrero y José Linares “El Yoni”.

ASTE NAGUSIA 2011 – NOVENA Y ULTIMA CORRIDA DE ABONO: La faena más difícil de la feria


De Diego Urdiales con un quinto de Victorino reservón y agarrado al piso. Valor, inteligencia, temple y delicadeza del torero de Arnedo, que no remata con la espada.
Oreja de peso para Padilla y Bolívar en la última de Bilbao, donde lo más artístico y torero tiene nombre propio: Diego Urdiales.
BARQUERITO

Se rompió una costumbre y la corrida de Victorino fue toda cuatreña. No saltó esta vez ese esdrújulo cinqueño asaltillado que suele dejar marcadas las corridas de Victorino. Para bien muchas veces. Pero no todas. Tampoco la alimaña pendenciera que deleita y asusta a los catatoros. El toro alimaña ha ido desapareciendo del catálogo como especie en peligro de extinción. La antigua distancia entre una corrida de Victorino y las demás se ha ido trocando en diferencia más que distancia propiamente. La última prueba de Bilbao –en juego, corridas tan notables como las de Cuvillo, Alcurrucén y Moisés Fraile- lo confirma.

Como era previsible, la corrida de Victorino tuvo personalidad y carácter suficientes como para preservar las diferencias. El segundo, que derribó a un picador sorprendido en ventaja, y se vino en oleaditas, fue el toro más incierto de la semana: tardo, gazapón, revoltoso, muy mirón, el freno echado, la vista por encima de los engaños, de violento fondo, lo distraía el olor de sangre de una banderilla caída en el suelo. Lo más parecido a una alimaña, pero lejos de serlo. Bien rematado, elástico, bello ese toro de seca guasa. No era sencillo estarse con él. Se estuvo tranquilo y dueño Diego Urdiales, que empezó toreando tapado y contrario, intentó estirarse pero no consintió el toro y abrevió con una buena versión del toreo de pitón a pitón rematada con un desplante. Torería.

Capricho fue echarse por delante los toros de más cara de cada lote. El primero de Padilla, que desigualaba por arriba una corrida muy variada,  muy alto y sacudido, dio los 580 kilos de báscula, pero fue de darse poco: eje en las manos, reculadas, miradas al callejón, encogido sin romper ni defenderse tampoco. Listo y por eso no se encelaba. Padilla lo despachó con relativa facilidad, lo banderilleó como el que lava y, después de un pinchazo en hueso, cobró, la mano por delante, una estocada contraria. Un molinete de recurso y no vicario fue la guinda de la faena.

El tercero, cárdeno degollado, abierto de cuerna, finísimas las mazorcas y puntas –toro, probablemente, enfundado- hizo la salida viva y fiera clásica del saltillo de la casa. No respetaba semáforos. Bolívar acertó a cortarlo cuando iba a correrse hasta un caballo. Fue el de mejor son de los seis: quiso por las dos manos, humilló como los buenos, repitió sin recelo y, siendo bravo, dejaba estar. Y, ¡ay!, se pegó sus escarbaditas. Bolívar anduvo seguro y sin esconderse. La lógica pedía ligar dos o tres, y abrochar con el de pecho o el cambiado. Bolívar prefirió las tandas largas, de cuatro, pero sin ligar entonces. Así que la intensidad fue intermitente. Y hubo pausas de más. Una estocada sin puntilla y con vómito.

Aplaudieron en el arrastre al toro. Y al cuarto, que fue igual de bueno; y al quinto, que, reservón y agarrado al piso, fue tela marinera. Encastado y difícil. Los riesgos que corrió con él Diego Urdiales fueron más que notorios, porque, alta la cara, inquieto, duro de manos y casi tan mirón como el segundo, el toro lo puso muy caro. Fue, entonces, la faena más difícil de la semana.

Conmovedor el encaje del torero de Arnedo. Ni un renuncio, ni una duda. Y, además del encaje en zona de peligro, limpieza para sacar los brazos y, sin tirones, templarse con regusto en viajes muy difíciles, y ligar en el sitio. Fue, siquiera eso, toro agradecido este quinto, que sentiría, como todo el mundo, los méritos de la faena: su paciencia severa, su lindo dibujo. Espléndido el momento en que Diego ligó el natural con el de pecho; y una tanda en redondo ajustadísima y rimada; un cambio de mano, y el toro, que le había tirado ya dos hachazos sin llegarle, protestó; un desplante de verdad, de orgullo legítimo; una igualada costosa; y, en fin, a plaza volcada, un pinchazo que patina sobre un hierro, Diego que sale con la taleguilla en jirón entre la ingle y la banda de bordados, otro pinchazo, una gran estocada letal; y voló el premio mayor. Aclamada vuelta al ruedo. Contó un detalle mayor: a la verónica le había pegado Diego al toro en el recibo cinco lances de alta escuela y media perfecta.

Padilla anduvo a placer más o menos con el cuarto, pero sin meterse nunca del todo con él. Para toros agradecidos, éste, sangrado en tres puyazos dosificados,  pero tres puyazos al cabo, no tan claro en banderillas y, en cambio, pronto y ligero en la muleta, que Padilla puso de señuelo. No siempre picaba el pez. Otra estocada, petición muy raspadita, la gente de Padilla feliz, regaloso el palco y una vuelta al ruedo como las de los legionarios romanos después de campaña. Padilla le regaló la oreja a uno de los carpinteros, le pegó un abrazo de estrujarlo, se llegó a la boca de riego en una carrera de tijerazos, agarró el puñadito de tierra, lo besó como si fuera un clavel y se llevó la mano al corazón: “Te quiero, Bilbao, te quiero…”

Estrechas sienes y amplias palas, el sexto hizo intención de saltar, se coló en apretones por las dos manos, se perdió dos veces antes de llegar a engaño, escarbó y, después de mucho trajín, rompió a bueno. ¡Cosas veredes…! El toro sorpresa: ahora encontró Bolívar recursos de experto –se hizo torero en casa de Victorino y se nota- para ganar y perder pasos a punto, para a punto enganchar y soltar, irse cuando se le revolvía, obligarlo cuando el toro intentaba gatear. Fue muy entretenido. Parecía un tentadero y no una faena. Buen espectáculo: el de ver cómo rompe un toro que parecía que no. Y se entrega. Largo negocio. Faltó redondear.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Victorino Martín. De hechuras y condición variadas. Buenos y bravos tercero y cuarto. El sexto gateó pero rompió con son por abajo. Incierto el segundo,  que protestó. Difícil por reservón el quinto. Deslucido un primero fuera de tipo.
Juan José Padilla, de tabaco y oro, silencio y una oreja. Diego Urdiales, de grana y oro, silencio y vuelta tras un aviso. Luis Bolívar, de verde manzana y oro, oreja y ovación tras un aviso.
Domingo, 28 de agosto de 2011. Bilbao. 9ª de las Corridas Generales.

SEMANA GRANDE EN BILBAO – EL APARTADO - 9ª Y ULTIMA DE LAS GENERALES: Víctorino es Bilbao


Toros de Victorino Martín para Juan José Padilla, Diego Urdiales y Luis Bolívar

BARQUERITO

Estuvo en Bilbao el miércoles un profesor de Matemáticas de la Universidad de Pau que se llama Marc Lavie. La gente de mente matemática que aterrizó en la información taurina –Marc Lavie, Carabias, Sotomayor, Quirós- lleva años tratando de esclarecer y ponderar los datos estadísticos del toreo. Son clave. Con ellos se refresca la imaginación de los aficionados de edad y se estimula la de los neófitos. La estadística es la historia. La historia, maestra.

Marc Lavie edita en Pau una singular publicación taurina artesanal. Semana Grande, y es semanal, ocho páginas, y en las ocho cabe todo: la información de los festejos de la semana -¡las novilladas sin picadores!-, hay noticias al detalle de la temporada –incluida Venezuela.-, hay crítica y análisis puros y duros, ilustraciones, convocatorias, programación, retrovisión nostálgica y hasta editoriales incendiarios. “J’ accuse…!”

En la Semana Grande de Lavie, en prístino y permeable francés –hispanismos taurinos- aparecieron hace dos meses las necrológicas más rigurosas de personajes del toro olvidados de los años sesenta: la Princesa de París o Efraín Girón. Marc, hispanófilo de radical vocación, está empeñado en que la Junta Administrativa de la plaza de toros de Bilbao conmemore con un libro de rigor en 2012 el cincuentenario de la nueva plaza de Vista Alegre.

Se hará. ¿Se hará? No hace falta ni recurrir a Lavie para saber que en la plaza nueva el ganadero que más toros y más veces ha lidiado se llamaba y llama Victorino Martín. Cuando salga el libro del cincuentenario –tiene que salir, cueste lo que cueste-  aparecerán las dimensiones mayúsculas de Victorino en Bilbao, su importancia y su influencia –tan vinculadas a la inteligencia visionaria de Manolo Chopera- y su papel de personaje capital del Bilbao taurino.

Un clásico moderno, en constante y sempiterna renovación. Ayer mismo estaba celebrando en San Sebastián de los Reyes otro cincuentenario, el de la inauguración de la plaza de fábrica, que está por cierto bien viva. Y hoy aquí: dando luz a la última de la serie de Bilbao. Una de Victorino. Ya veremos, Todo es posible en Galapagar. Y… Padilla, que es apocalíptico por naturaleza; Diego Urdiales, que ha sido, después de Morante, quien mejor ha toreado en Bilbao esta semana, de capa y muleta; y Luis Bolívar, que es parte de la historia de Victorino. De la reciente.

ASTE NAGUSIA 2011 – OCTAVA CORRIDA DE ABONO: Una monumental corrida de El Pilar


Importantísimo encierro ha enviado a El Bocho Moisés Fraile, en una corrida de extraordinario ímpetu en varas, co un toro de triunfo “a cara o cruz” que ha desbordado a “El Cid”.

BARQUERITO

LA CORRIDA de El Pilar fue espléndida: el porte, la presencia, la seriedad. Cuajo descomunal pero no desproporcionado. Casi 600 kilos de promedio. Un mayúsculo sobrero jugado de tercero bis puso de su parte casi cien kilos más de la cuota; en contraste, el segundo, envuelto en otro papel, no parecía de Bilbao aunque lo fuera. Justito el quintal. Le faltaban las chichas de los demás.

Corrida espectáculo. La más brava en el caballo de toda la semana. El toro que se devolvió por descoordinado, el tercero, fue el primero que estuvo a punto de comerse un caballo de pica y de empotrarlo en tablas. El sobrero que se soltó en su puesto romaneó con una ligereza sorprendente: se le estuvo columpiando en los pitones y contra las tablas un caballo bayo valiente y domado que al fin hizo vanos los épicos intentos del piquero Pedro Chocolate por sujetarse como fuera los dos. Cayó de bruces y no de costado, que es como suelen derrumbarse los caballos de pica.

Con suave diligencia y la ayuda de tres monosabios científicos, Alain Bonijol, dueño de la cuadra, puso en pie al caballo asiéndolo del ramal como con pinzas. Estaba tan bien guarnecido el caballo que ni las cornadas enceladas del toro en la panza le hicieron una gota de sangre. En la segunda visita el toro tronchó la vara de picar por la mitad y volvió a derribar. Con la ventaja ahora de tener al picador sin lanza ni manos. Cuando iba a ensañarse la pelea de toro y caballo caído, apareció la punta del capote de El Cid en un quite sobresaliente para despejar la zona de combate.

A partir de entonces, todas las llegadas de los toros a los caballos de pica se esperaron y celebraron como acontecimientos. El cuarto, que salió con fiereza, se arrancó con estrépito en la primera vara y derribó con tanto poder como el tercero o más. De nuevo Bonijol y su gente controlaron y recompusieron la escena como si nada. En la segunda vara metió el toro los riñones. El quinto, que iba a resultar en juego el de más dudosa nota, también atacó en el caballo en las dos varas con inconfundible fiereza. Y el sexto, con entereza aún mayor. Sin hacerse de rogar: en cuanto vio de frente el caballo de Barroso hijo se fue por él como un bólido, se encajó de lado y apretó de verdad. Hasta que se cansó. Cuando un toro siente que pueden más el caballo y el que lo monta, es capaz hasta de esperar al siguiente asalto y reservar fuerzas. En el segundo puyazo volvió a atacar sin reservas. Pero volvieron a ganar la partida Barroso y el caballo de Bonijol.

No es común ver vestido a un picador con azabaches en lugar de galones y golpes de oro. Barroso llevaba una casaca de color grana –la grana propia, que es como la grosella- y los bordados de azabache. En Bilbao ha estado esta semana llegado desde Jerez su señor padre, Alfonso Barroso, maestro de caballistas y picadores: 75 años, en perfecto estado de revista –solo que bastante sordo- y evocando las glorias de Bilbao, El Gallo, Juan Belmonte, Antonio Ordóñez y Manzanares padre. Y orgulloso en silencio de su hijo José Antonio: el octavo de los ocho que tiene, y el único que ha seguido su oficio. “Hay que picar no como diga el maestro, sino como tú lo sientas”, dijo Alfonso Barroso el otro día. Y así picó su hijo al sexto toro de El Pilar, que era un monumento y fue, además, de los buenos de esta corrida tan singular.

Completísimo el primero: codicia, nobleza, fijeza, entrega, resistencia. Si en vez de primero es cuarto o quinto, le dan la vuelta al ruedo. “Guajiro”, número 100. ¡Qué manera de estirarse, qué prontitud, qué alegría, qué pies, qué punto! ¡Qué toro! Aceleradito El Cid, oficio para medirse y no sufrir ni verse desbordado, pausas para el aliento, faena a menos por falta de acople con la izquierda, una estocada. Altísimo de agujas, largo, aparatoso por colorado, casi rabón, el sobrero fue de buena nota. Manzanares lo toreó con carísimo primor –despacioso empaque, asiento impecable, pureza- y con valor del de verdad. Pero se pasó de faena –pecado grave con los toros sangrados en varas- y el acento de la faena y el gas del toro, que abrió la boca, fueron menguando.

El cuarto fue de notable nobleza pero sin el ímpetu apasionado del primero. Por fuera lo trajo y llevó El Cid sin descararse ni proponerse del todo nada. Otra estocada excelente. El sexto, que llegó a enterrar a pulso los pitones en un volatín completo, fue toro muy bien toreado y templado por Manzanares –gran desmayo en los medios pese al amenazante volumen del toro- y, si se soltaba, volvía de largo con una potencia estremecedora. Por eso Manzanares prefirió la pelea en corta distancia, y ahí la ganó. Un pinchazo entrando por derecho, una estocada trasera.

Los dos del lote de Castella fueron de otra forma: el segundo, algo apagado, quiso menos que los otros. Castella lo toreó con rigor geométrico y sabia paciencia. No llegó a la gente el mérito de la faena. Ni su música interior. El quinto se paró y fue el único. Castella sentado en el estribo para abrir, tan firme como suele para aguantar impertérrito los paroncitos del toro antes de llegar a jurisdicción o justo al hacerlo. En otra corrida habría contado el doble. Sonaron cinco avisos. Casi dos horas y media. Una exageración.

Postdata para los íntimos.- Ya se oyen en Linares los tambores de Semana Santa. Y aquí, fuegos artificiales de mucho gastar la pólvora en salvas: parece el sitio de Bilbao, los cañones de Espartero, la guerra es la guerra. La infancia de don Miguel de Unamuno. En la calle de la Cruz.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de El Pilar (Moisés Fraile). El tercero, jugado de sobrero. Corrida de cuajo, armadura y volumen soberbios. De bravo empleo en el caballo y banderillas los seis. Sobresaliente el primero; notables cuarto y sexto; bravo el sobrero. Segundo y quinto, uno por apagado y otro por pararse, no dieron la misma talla.
El Cid, de negro y oro, oreja tras un aviso y saludos. Sebastián Castella, de tabaco y oro, saludos tras un aviso y silencio tras un aviso. José María Manzanares, de habana y oro, saludos tras un aviso y ovación tras un aviso.
Brega notable de Boni, Chacón y Trujillo. Pares espléndidos de Curro Javier. Bravos a caballo Pedro Chocolate y José Antonio Barroso.
Sábado, 27 de agosto de 2011. Bilbao. 8ª de las Corridas Generales. Estival y templado. Casi lleno.

viernes, 26 de agosto de 2011

FABIO CASTAÑEDA ANUNCIADO EN LAS VENTAS


Encartelado para mediados de septiembre en el certamen Ocho Naciones
Fabio Castañeda, importante carta que se juega la afición venezolana este 16 de septiembre en Madrid, que de concretarse sería un logro del Circulo Bienvenidista por lares andinos. Foto: Golfredo Rojas
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ

Como un logro de suprema superación, así se puede catalogar el meteorito ascenso a lo más granado de la novillería venezolana actualmente, por parte del diestro tachirense Fabio Castañeda, alumno quien becado por el convenio firmado entre el Circulo Amigos de la Dinastía Bienvenida Capitulo Mérida y la Escuela Taurina “Marcial Lalanda”, donde ha sabido sacar provecho a base de constancia, disciplina y dedicación allende en la capital del toreo como es Madrid.

Poco más de tres años lleva en España el menudo torero, quien le vimos hacer examen para aspirar ir a Madrid junto con otros “chavales” en el ruedo de “pachangas” de los Rodríguez Jáuregui, ubicado en las afueras de la ciudad merideña de Ejido, ocasión donde del lote de aspirantes descolló, para con ello preparar y hacer maletas a un nuevo compromiso con su familia, consigo mismo y con todos quienes han cifrado las esperanzas en él. tiempo que le han bastado para pulir la técnica como torero que le ha llevado a despuntar en la escuela donde han salido al estrellato taurino mundial matadores de la talla de Joselito, Yiyo, Uceda Leal, Cristina Sánchez, Miguel Abellán, Juli o César Jiménez, entre algunos de los más conocidos.

Triunfos y destacadas actuaciones como novillero sin picadores le avalaron dar el salto a los del castoreño este año. Y a bien que el mayor volumen y responsabilidad no le ha pesado –hasta los momentos- al “gocho” torero, de quien la afición sancristobalense se “frota las manos” de ilusión, lo que vendría ser un triunfo a tantos intentos –en especial de la Escuela Taurina que dirige el maestro César Faraco- que no han cuajado por sacar un torero trascendental para lo que representa el Táchira a nivel taurino.

Lo cierto del caso que Castañeda anda ya en la elite del escalafón menor en España, y que de seguro el próximo año tendrá mayor cabida si encadena los triunfos que lo den a conocer.

Ello le ha bastado que su nombre se destaque al lado de toreros muchos más rodados que él, pero no menos capaces de vencer el compromiso y dificultades que impone el utrero cuajado en la plaza. Así quienes llevan su carrera, le han hecho desde su debut con picadores el pasado 16 de este mes una serie de actuaciones que esperamos logre encadenar y cincelar con éxitos.

Hoy viernes toreó en la población pucelana de Pedrajas de San Esteban (Valladolid), junto a Damián Castaño y Juan Viriato, ante reses de la vacada de Antonio Pérez. Mañana sábado nuevamente se vestirá de luces en el poblado madrileño de Collado Mediano frente a novillos de José Escolar, nuevamente con Damián Castaño y Emilio Huerta.

El paseíllo del 10 de septiembre se avizora como vital para sus aspiraciones. Será en el marco del certamen Ocho Naciones que la empresa de Las Ventas viene realizando anualmente para los más destacados exponentes novilleriles del planeta taurino. Castañeda lo hará representado a Venezuela, al lado de los noveles Emilio Martín (España) y Manuel Días Gomes (Portugal), frente a utreros de Arauz de Robles. De su paso por estas novilladas se podría esta hablando de tener resuelta gran parte de su camino para la temporada 2012 con picadores en España.

El viernes 16 hace estreno en Nimes, en el marco de su feria, junto al galo Mathieu Guillon y el español Cayetano Ortiz, frente a reses francesas del hierro de Dos Hermanas, y en el panorama se vislumbra el que pise el ruedo de Cañaveralejo (Cali) en la novillada pre-feria el viernes 2 de diciembre y domingo 25 del mismo mes, esta ultima en el estreno de la Feria Señor de los Cristales en la capital del Valle del Cauca, con carteles aún por definir.

Tiene en sus manos Fabio Castañeda de cambiar el curso de su futuro como torero. Condiciones ha demostrado, a la espera de las innumerables “pruebas de fuego” que se le avecinan en aras de alcanzar la gloria y sitial de figura del toreo. ¿Será capaz?

“El Califa de Aragua” torea este domingo

El espada maracayero prosigue su campaña por arenas ibéricas, en esta oportunidad toreando este domingo 28, en la localidad madrileña de Cerceda, compartiendo cartel al lado del coleta ibérico Ángel Puerta, mano a mano que se encargará de estoquear reses del hierro de Amparo Valdemoro, divisa de procedencia encaste Gamero Cívico y Jandilla respectivamente.

Con ello Hassan Rodríguez ve más cerca su doctorado, que en los próximos días podría definirse, bien sea en suelo español o en su defecto en arenas venezolanas.

ASTE NAGUSIA 2011 – SEPTIMA CORRIDA DE ABONO: Frescura de Luque, finura de Ponce


Y garra de David Mora con una notable corrida de Alcurrucén. Seis hermosos toros, cinco de ellos de ramas distintas, pero embistieron los seis. De distinta manera.
Corrida de un juego interesante el que han ofrecido los pupilos de los Hermanos Lozano, donde Ponce y Mora se han ido “tocando pelo”, aun cuando lo más resolutivo vino de la mano de Luque. Foto: Mauricio Berho
BARQUERITO

CASTAÑO, BERRENDO, astifino, armónico, el primero de los seis alcurrucenes fue buen toro. Trotecito frío de salida, a punto de emplazarse. Se picó solo, quitó David Mora por chicuelinas. Transparente, se cantó del todo en banderillas la seña del toro: su bondad suave, su fijeza. Toro tranquilo. Y tranquilo Ponce, que, hizo las comprobaciones de rigor, y sin quemarse la lengua, metió en la cazuela la cuchara. Faena sin sorpresas ni alegrías ni tristezas, ni apuros, ni picante ni electricidad: el toro en la mano, más pausas de lo debido –iba a caer un aviso por eso-, intentos de torear en circular, la mano baja, la derecha sí, apenas la izquierda, muy abiertos los cambiados de remate, el molinete de apertura, un desarme, un exceso de gestos, dos pinchazos en la suerte contraria y media. Y el aviso.

Sólo un toro negro vino en esta corrida de Alcurrucén. Un segundo corto de cuello y manos, apuntados los afilados cuernos, pechugón pero ágil, elástico, pronto, combativo. Salió al ataque, no dejó a David Mora estirarse con el capote a gusto. En los medios esperó en banderillas con aire incierto porque en ese terreno no se empleaba el toro y, cuando se cerró a las rayas, y en paralelo a tablas, quiso con más franqueza. Buena apertura de faena: poderosos muletazos de rico dibujo, ideas rápidas, ritmo. Repicaban las embestidas; por la mano izquierda se arrepentía o detenía el toro, se daba mejor por la derecha. Codilleo de Mora, algún enganchón, espléndidos pases de pecho, encaje de verdad, ambición. Tuvo emoción la cosa. Una estocada soltando el engaño. Soltando el engaño no valía en Bilbao. Otra época. Una oreja.

Berrendo en castaño, calcetero y lucero, era buen cromo el tercero. La cara arriba en el caballo. Luque quitó por delantales y brindó a la gente. Toro con pies, pronto. No hubo que llamar dos veces a ninguno, salvo al sexto. Manos a la obra Luque en faena de fácil resolución. Viento: costaba sacar limpia la muleta. Por arriba y por abajo. Y más fuera de las rayas que dentro de ellas y al abrigo de tablas. Para todo encontró Luque solución. Puro desparpajo, cajón de recursos, hilos enredados y sueltos. Una estupenda tanda en redondo, descargada la figura, caídos los brazos; de uno en uno y con la izquierda los cartuchos de pescado; largos remates de pecho; cambios de terrenos, distancia y mano a capricho; un bazar. Sobrado, pero trabajando de más. Iba a ser tarde de cinco avisos, y casi dos horas y media. Sin razón alguna. Dos pinchazos y un descabello. Vuelta al ruedo por libre. No hacía falta.

Muy bonito el cuarto: remangado pero acucharado, serio pero cómodo. Castaño, perfecta lámina. El de más bondad de la corrida. Ponce lo molió a capotazos de doma: dosis masivas de lances, dos puyazos y, cuando estaba requetecambiado el tercio, un quite desafiante de David Mora por gaoneras. De gran ajuste. Donde estaban posados los papelitos que echan los mozos de espada para medir el sentido del viento, ahí faenó Ponce. Sin salirse de las rayas. Descolgado desde el primer viaje, el toro escarbó un par de veces, pero, al mimo del engaño ancho y ligero de Ponce, a toques suaves, se dejó mecer y traer como de la mano misma. Pausas y paseos entre tandas. Un ensayo de toreo ortopédico -¿poncinas, poncianas…?-, de espaldas y en despatarre impropio, toreo en circular por una mano y otra, postres cuando ya no quedaba más toro que el gato, el compás de un par de cambios de mano por delante, la doma a engaño blandido. Y, soltando el engaño, una estocada ladeada.

El hondo quinto fue más toro que los demás. Un año más tenía. Se empotró en el caballo de pica, había apretado de salida, era duro. La apertura de faena de Mora fue espléndida, clásica, sin red: en madeja, seis, siete muletazos cambiados por abajo, de romper al toro y poderle. Y, luego, un trabajo más repensado. Con alardes: cites de largo aguantados, sangre fría para aguantar miradas del toro, que le descubría cuando estaba mal colocado, cierto aparato para llegar al pitón contrario, paciencia. Se quedó el toro dentro algunas cosas. Y ahora no entró la espada.

De toda su frescura natural volvió a hacer exhibición Daniel Luque con el sexto, que reculó  y escarbó pero no de manso, sino de pura remolonería. Aunque para entonces pesaban las dos horas y pico de corrida, fue de interés el juego de Luque, su listeza para tocar al toro y dormirlo pero en terrenos donde llevaba la ventaja el toro. Tragón Daniel. Templado en roscas sacadas a tenaza, buen gobierno. Y una estocada tendidísima al cabo de casi diez minutos.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Alcurrucén (Pablo, Eduardo y José Luis Lozano). De hermosas y variadas hechuras, astifinos pero no descarados. Corrida pronta, noble, de buena condición. Se emplearon los seis. En son bondadoso primero y tercero; pastueño el cuarto. El segundo, más listo, se frenaba; con aire de cinqueño el quinto, que tenía esa edad; aunque escarbó y reculó, embistió por derecho el sexto. Todo aplaudidos en el arrastre.
Enrique Ponce, de celeste y oro, saludos tras un aviso y oreja tras un aviso. David Mora, que sustituyó a Iván Fandiño, de celeste y oro, una oreja y saludos tras un aviso. Daniel Luque, de escarlata y oro, vuelta tras un aviso y ovación tras un aviso.
Viernes, 26 de agosto de 2011. Bilbao. 7ª de las Corridas Generales. Tres cuartos de plaza. Soleado, ventoso, fresquito.

SEMANA GRANDE EN BILBAO – EL APARTADO - 7ª DE LAS GENERALES: Historias de Alcurrucén


Toros de Alcurrucén para Enrique Ponce, David Mora, que sustituye a Iván Fandiño y Daniel Luque

BARQUERITO

EL TORO DE la faena fantástica de Morante el pasado martes, un toro de Núñez del Cuvillo, era, por pinta y lámina, casi el calco del primero de los seis de Alcurrucén que abrieron hace un año la serie de las Corridas Generales. Aquél de entonces no tuvo la bondad de este otro, que, como suele decirse, ha hecho historia. Siempre se exagera.

Es historia que el segundo toro de aquella corrida de Alcurrucén, de agresividad un punto descompuesta, le pegó a Sergio Aguilar dos cornadas, una en el muslo y otra entre la boca y a yugular. Terrorífico. Y, sin embargo, pasados aquellos dos primeros toros, y sobre todo el segundo, que tanta amargura trajo, la corrida de Alcurrucén rompió a buena, salieron tres toros de notable estilo y los tres bravos.

Luego, empezó la larga semana de siete días en Bilbao y al cabo de ellos la Junta de Vista Alegre premió la corrida de Alcurrucén. La mejor de las ocho del abono. Honor, por tanto, a los ganaderos. Entre paréntesis, no es extraño el parecido entre el toro de Morante-Cuvillo todavía fresco y aquel otro que rompió el desfile de 2010. En Alcurrucén -sonoro nombre de una finca de Córdoba- está, bajo custodia de la familia Lozano, el tesoro de sangre Núñez- Rincón que más se valoraba en el toreo de hace cincuenta años. Por su bravura. Y en Cuvillo, ganadería fundida en varios crisoles, hay una parte de Núñez. Y ya habéis visto cómo se ha puesto la bolsa de Bilbao: las acciones de Morante, las de Cuvillo. Disparadas.

La historia taurina está más llena de olvidos que de recuerdos. Los pueblos que olvidan su historia están condenados a volverla a vivir, dijo un positivista. Y aquí  está de recado el reto de una corrida de Alcurrucén, que se espera importante. Seria por obligación: es la más astifina de todas las ganaderías anunciadas esta vez. Después de cuatro jornadas seguidas de hierros de encaste Domecq, el cambio de sangres y estirpe supone… un cambio de aires. Una perogrullada. Pero van a ser seis toros diferentes.

A Ponce la va la marcha. No ha matado en Bilbao una de sangre Núñez hace muchos años. Si es que ha matado alguna, que puede que no. Su última faena buena en Madrid fue con un toro de Alcurrucén. A Daniel Luque lo puso de verdad en circulación un alcurrucén que mató en Sevilla hace tres años. Baja forzosa el pasado lunes, Fandiño, no ha podido precipitar su reaparición, las ha matado de todos los colores y de todos los hierros. Pero le falta en la colección la de alcurrucenes en Bilbao. Le sustituirá David Mora. En Madrid se vio en mayo una de Alcurrucén de categoría. Por tanto...

ASTE NAGUSIA 2011 – SEXTA CORRIDA DE ABONO: Victoriano del Río, un sonado tropezón


Fiasco parcial pero indisimulable del ganadero de Guadalix en su debut en Bilbao. Dos toros nobles no son paliativo. Asomo de un Juli nuevo, seguridad de un firme Perera.
Poca historia la corrida de Victoriano del Rio, ante tres figuras que se quedaron con “la miel en los labios”
BARQUERITO

NUNCA HABIA LIDIADO Victoriano del Río en Vista Alegre y se esperaba -¡qué menos!- una corrida de Bilbao. Pues no: ni de Bilbao ni de Logroño. Bastante armada, pero ni honda ni hecha ni cuajada ni en tipo. No fue porque tres de las precedentes en el abono –Miura, Fuente Ymbro y Cuvillo, y cada cual a su manera- hubieran cumplido más que de sobra con las exigencias formales: las hechuras, el remate, el escaparate. Es que la corrida no dio la talla ni siquiera para lo que es el propio patrón de la ganadería. Es lícito que un ganadero se alumbre con dos hierros, pero en un debut en Bilbao el protocolo exigía una corrida completa de seis de uno de los dos: el que estaba anunciado. El toro que vino de complemento, con el segundo hierro, el de Toros de Cortés, no dio más talla que la de la alzada: era muy alto. Pero no tenía trapío. El de Bilbao. El toro del estreno llevaba en la cara –es decir, la cuerna- el perfil astifino de los que se crían cautivos de las fundas. En casa de Victoriano del Río hace una década se puso justamente en práctica la invención de las fundas que protegen los pitones. Mazorcas cuasi raquíticas, palas largas y abiertas, aguadañadas.

Fue toro trotón, abanto, Ponce le pegó unos cuantos capotazos de doma. Dos puyazos: la pica enhebrada tras el primero; y un quite de El Juli por chicuelinas, tres, espaciadas, porque se iba el toro y soplaba el viento. Un toro sin mayor misterio. Antes de los diez viajes ya se había rajado y enfilado la puerta de toriles. En tablas y a favor de querencia, perdiéndole pasos, Ponce lo pasó de acá para allá. Y le pegó hasta dos molinetes de entrada sueltos. Un pinchazo en la suerte contraria, una estocada ladeada, un descabello. Se supo entonces que acababa de colgarse el cartel de “No hay billetes”.

El segundo, acucharado, salió algo distraído. El Juli lo tanteó antes de estirarse en tres verónicas de corto vuelo y frío eco. En un burladero del callejón, junto al alcalde de Bilbao, estaba sentado El Viti. Cincuenta años de alternativa y de la presentación en Bilbao recién cumplidos. Reluciente cabellera cana, transparente torería. Aura de torero grande. Le brindó El Juli la muerte del toro. Perera y Ponce iban a hacer lo mismo en los turnos siguientes. Torero de toreros: por ética y estética. Y torero de Bilbao.

Este toro del brindis ni fue de Bilbao ni dejó de serlo. Sólo dos de los seis de envío tuvieron buen aire. Éste segundo y el tercero. El Juli se enroscó en una bonita trenza de apertura, muy de su repertorio escolar, se abrió al tercio, le puso firmes al toro sin llegar a embraguetarse pero tirando de él y, en una tanda de tres en redondo ligados tras cambio de mano con un natural, se dejó ir con tal ángel que todo lo que se había visto  antes y lo que vino a verse después pareció, por previsible y por visto, de menor categoría.

Y un aviso: eso es lo que ahora se quiere de El Juli, y lo que el propio Julián pretende. A menos, el toro acabó metiendo la cara entre las manos pero sin descolgar. Buenos muletazos previos de igualada, pero no se cuadraba el toro y a El Juli le costó pasar con la espada. Un pinchazo, media trasera, un descabello.

El tercero, el más alto y largo de los seis, fue el de más claro empleo. De los dos que pretendieron salvar el honor de la divisa, éste fue el que lo hizo con mejor son: de menos a más, noble, fijo en los engaños, repetidor. Vertical, encajado, Perera lo tuvo en la mano siempre. En faena rigurosa y monocorde –cinco tandas casi idénticas- que sólo estalló a última hora cuando Perera se metió en el bucle de los cambios de mano, el toreo cambiado ligado con el natural enroscado, el de pecho, la planta enterrada, la suerte cargada, el peso todo en el de pecho que remató tanda. No hubo remate con la espada. Ni fe para empujarla.

Estaba por decantarse media botella cuando saltó un cuarto toro altón y sin trapío, corretón, de volver grupas, de irse corrido al caballo como a un recado y con maneras de manso: las antenas puestas, protestas y miradas, se vino al pasito a engaño pero sin hacer por él, adelantaba y se quedaba delante. Ponce tuvo la feliz idea de abreviar.

No fue mejor el quinto, con la pinta salpicada tan característica del fondo gran reserva de Victoriano del Río. Zancudo, fuera de tipo, sin ninguna fijeza, de soltarse de engaños y echar la cara arriba, de quedarse colgado a mitad de viaje y de enfocar más a El Juli que al reclamito que El Juli llevaba en la mano: una muleta minúscula. Viajes al paso, no embestidas. Parecían escocer las banderillas, algo delanteras. No era eso: eran las pocas ganas de pelear. No se aburrió El Juli, firme y seco. Y una estocada al salto inapelable.

La gente protestó la presencia del sexto y sus malos apoyos, como de toro descoordinado o derrengado, que se sentó dos o tres veces, claudicó otras tantas. Era muy suavecito, pero no empujaba por falta de aliento. Le consintió, le dio buen trato Perera, pura seguridad, impasible. Pero no se trataba de eso. Se esperaba, como de toda la corrida y el espectáculo todo, otra cosa bien distinta.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- En el Monterrey he comido. En la Gran Vía. Frente a unos grandes almacenes cuyo nombre omito por no hacer gratuita publicidad de El Corte Inglés. El Monterrey era de tertulia de señores de Bilbao de los de antes: aficionados de los que ya vamos quedando cada vez menos. Cañabate era fijo de la tertulia, no por los toros sino por goloso. Le gustaba comer. Y en el Monterrey se come bien. Era la primera vez que entraba desde la prohibición del tabaco. El pescado olía a pescado, el vino con su aroma, hasta los huevos del flan de ídem olían a caserío, a huevos de caserío sin tabaco. Y el café de Bilbao. La ciudad donde más bueno está el café del mundo. Café Baqué. Los Areces del Corte Inglés empezaron con un tostadero de café en Grado, Asturias, y fíjate. Un camarero del Monterrey de aquella época se parecía a Antonio Ordóñez, pero prefirió estudiar con los jesuitas antes que jugarse la vida en serio.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Victoriano del Río. El sexto, con el hierro de Toros de Cortés. Corrida de dispar remate y pobre conducta en general. Segundo y tercero se movieron con entrega desigual. Rajado el primero; de muy mala nota por inciertos en manso cuarto y quinto; bondadoso un sexto sin fuerza ni motor.
Enrique Ponce, de tabaco y oro, aplausos y silencio. El Juli, de carmín y oro, saludos tras un aviso y ovación. Miguel Ángel Perera, de púrpura y oro, saludos y ovación.
Brillante en banderillas Joselito Gutiérrez.
Jueves, 25 de agosto de 2011. Bilbao. 6ª de las Corridas Generales. Lleno de No hay billetes. Nubes y claros.

jueves, 25 de agosto de 2011

SEMANA GRANDE EN BILBAO – EL APARTADO - 6ª DE LAS GENERALES: El Río Bravo


Seis toros de Victoriano del Río para Enrique Ponce, El Juli y Miguel Ángel Perera.
Enrique Ponce, un consentido de la afición bilbaína le espera esta tarde al igual que los compañeros de cartel, en la sexta de feria.
BARQUERITO

LA CORRIDA DE Cuvillo de anteayer ha ganado en bravura después de arrastrada. Las imágenes han dejado huella: la seriedad, la movilidad, el empeño incandescente de los seis toros. Hasta el agrio, el único que cantó la gallina al morir, hasta ése sumó y no restó. Si no hubiera toros de esa condición, se pondría delante cualquiera. ¿Cualquiera? Es una manera de decirlo.

La frontera entre la agresividad y el temperamento es tan sutil como la textura de las gasas. Los grandes ganaderos conocen ese territorio, que puede ser un campo de minas o no. Un paso atrás y te vas a manso. Uno adelante y te despeñas. Y, en fin, toda la gente de afición de Bilbao, feliz con la corrida de Cuvillo. ¿Mejor que aquella que en abril lidió en Sevilla? Más temperamental. Que una corrida de toros dure en la boca –en la memoria de cuantos la vieron- es prueba saludable.

¿Por qué los toros de Cuvillo ahora y hoy? Porque esta tarde se juega una corrida, la de Victoriano del Río, que seguramente será el galgo de esa liebre. Y puede que mañana esté la gente hablando de la corrida de Victoriano y deje de hablar de la de Cuvillo. ¿Qué te apuestas? Nada. El que apuesta en los toros suele perder. Álvaro Cuvillo, sin embargo, predijo que tres de los toros del martes iban a arrear y lo clavó: los tres. Los ganaderos no son amigos de hacer pronósticos. Y si no se atreven ellos, ¡quién..!

Doble contra sencillo, sin embargo, a que la corrida de Victoriano del Río ataca esta tarde en serio. Porque todavía debe el ganadero esa corrida irreprochable que todos los años echa en una plaza mayor. No fue en Pamplona, no fue en Madrid. Y, por lo tanto, será en Bilbao.

Ponce se estrena. El Juli dobla tras la jornada del miércoles, Perera viene a pegar un zarpazo. La corrida es para los tres, pero el que tiene que poner de pie a la gente es Perera. Y es capaz. Los toreros mutan de estado: de larvas a monstruos. Se llama monstruo al torero que todo lo puede. O casi todo. Nadie es perfecto. El toreo es un camino de perfección. Se aprende un poco todos los días. Hasta los toreros de vuelta aprenden, porque el riesgo es nuevo cada día y lo que enseña es el riesgo. El Juli tiene en la agenda de gestas algunos toros de Victoriano del Río. Del río de sangre Domecq. ¿El Río Bravo? Vamos a verlo. Y Perera, también. Y Ponce, naturalmente, porque, cuando se prodigaba, buscaba esa ganadería. Y la encontraba. Y se pegaba fiestas con ella.

miércoles, 24 de agosto de 2011

ASTE NAGUSIA 2011 – QUINTA CORRIDA DE ABONO: "¡Qué corrida tan triste!"


Después del gran espectáculo Cuvillo, una corrida de Jandilla de muy aparatosas cabezas pero manso fondo. Firme Talavante, sin chispa El Juli, ilusión de Fortes.
Poca historia en el quinto capitulo de la Feria de Bilbao, donde los toros de Jandilla se llevaron al traste el deseo de triunfo de la terna, en la alternativa de Saúl Jiménez Fortes con el padrinazgo de El Juli. 
BARQUERITO

Amusgado, dormido de partida, el toro de la alternativa de Saúl Jiménez Fortes se entregó en el caballo o se durmió en el peto como si el peto fuera un colchón. Bondad automática. Iba a ser el único toro de la corrida de Jandilla con cierto sonecito. Estaba pesado el suelo –recompuesto con parches de viruta- y al toro le costó navegar. Justas fuerzas, la boca abierta en jadeo. Hizo un quite por chicuelinas Saúl. Ni bueno ni malo ni propio ni impropio. Capote de airoso vuelo. Tres pares de banderillas y el toro andaba después de las tres carreras con la reserva justa. La ceremonia de alternativa no se atuvo a protocolo. Antes y no después de la cesión de trastos se abrazaron el padrino –El Juli- y Jiménez Fortes. En una barrera de sombra estaba Mary Fortes, novillera valiente de los 70, una pionera. La madre de Saúl. Para ella fue el brindis.

Y la faena del estreno. De más firmeza y encaje que brillo. De felpa parecía el toro, negro lustroso. Muchas voces en los cites, hasta que la música se interpuso a destiempo, gratuitamente. Cosa de correr la mano y templarse por abajo. De flojo, se revolvió el toro y desarmó a Saúl –la prenda fue la espada, no la flámula-, agónico se tuvo de pie, a cuentagotas la marcha. Airosos muletazos finales a dos manos. Uno, enroscado, muy bonito. De torero de gusto. Dos pinchazos, una atravesada soltando el engaño, dos descabellos, un aviso y, sin embargo, una digna alternativa. En plaza mayor.

Montado, dos puntas finas, el segundo se estrelló al rematar de salida y a reclamo en un burladero. Cosas del repertorio de los mansos: mugir, dolerse, escarbar, recular, la cara arriba, blandearse en el caballo. Y después de esa blandura, un volatín entero y a pulso. Ni los garfios contaron. Sin fuelle, rebrincadito, el toro claudicó al primer viaje Dio entonces la impresión de que se había visto todo. Sólo por la mano derecha se medio venía el toro. En la media altura, amarrándolo, lo tuvo El Juli en muletazos cosidos de dos en dos. El cambiado de remate por la misma mano siempre y tras el giro listo. Muletazos de costadillo. Y de compromiso. Paja y no grano. La cara arriba, no animaba el toro. Sin mayor ilusión El Juli. Un pinchazo y, soltando el engaño, una estocada con vómito.

Descarado y astifino, el tercero, castaño, aparentaba más carnes que las del peso: 508 kilos. Toro de escarbar. Como casi toda la corrida. A la defensiva, protestando, topando. Firme Talavante, pero con la firmeza solo no bastaba. Se vino abajo el toro. Un pinchazo, una entera. Soltando el engaño como casi todo el mundo.

Ninguna fuerza el cuarto: trompicado, derrumbado, tocado, hundido. Mucha cara, ningún brío, las manos por delante, la boca abierta. Le escocieron las banderillas. Apoyos frágiles, se fue al suelo. Dos veces. Ni estaba en el engaño ni estaba en el torero; si hubiera tenido poder, habría arrollado. Se notó desalentado a El Juli, que se encontraba entre las diez mil almas que vieron en directo la brava corrida de Cuvillo del martes. Duro el contraste. Una estocada de gran habilidad y, a toro arrancado, un descabello.

Agujas góticas lucía el quinto. Dos varas por libre, soberbio un caballo de la cuadra de Bonijol que hizo la suerte solito, y eso no se había visto nunca. Se aplaudió al caballo por resistir sin montura ¡y sujetar al toro! Rabeo de mansito del toro, que atacaba a impulsos y obedecía pero sin meter la cara en serio. Ni los riñones. Valiente Talavante. Una tanda de sangre fría con la zurda, dos varetazos de banderillas y un palotazo de asta en la mejilla, y ni inmutarse. Pausas peripatéticas. Encaje rígido, cierto desorden pero no improvisación. De pronto, el toro a su aire. Se puso a llover mansamente. Mansa hasta la lluvia mansa en tarde cenicienta. Caída una estocada cobrada a engaño soltado. Tardó en doblar el toro, que, después de cruzar el ruedo entero como si fuera bravo, murió escarbando. Dos avisos por culpa de la agonía. Y por falta de recursos de Talavante.

Y el sexto, que tuvo mejor aire de salida que los otros cinco. Bonitos lances de Jiménez Fortes: buen vuelo, vertical empaque, toreo de brazos. Casi se lo lleva por delante el toro en un desplante en falso. Parecía que, pero no. Se le durmió en la muleta a Saúl uno de los brazos que acababan de templar viajes de capa; un desarme; no tenía inercia el toro, sí nobleza. Con paciencia y en tarde caliente, ¡quién sabe…! Una buena estocada: la mejor de la tarde.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Jandilla (Borja Domecq). Corrida de más cara que trapío: escalofriantemente afilada, pero no rematada. Cornalones tercero y cuarto. Los dos toros de mejor aire, primero y sexto, noblitos, no tuvieron fuelle ni apenas vida. Mansearon segundo, tercero y cuarto. Con un soplito agresivo, el quinto se movió sin entrega, y murió escarbando.
El Juli, de tabaco y oro, ovación y palmas. Alejandro Talavante, de azul celeste y oro, silencio tras un aviso y ovación tras dos avisos. Jiménez Fortes, que tomó la alternativa, de azul celeste y oro, saludos tras un aviso y ovación.
Bilbao. 5ª de las Corridas Generales. Tres cuartos. Encapotado y oscuro. El lehendakari López y el alcalde de Bilbao, en uno de los palcos de honor.

PACIENCIA Y DEDICACIÓN CARTAS DE LEONARDO BENÍTEZ


El caraqueño en el curso de su temporada mexicana
Leonardo Benítez, base indiscutible de la baraja de toreros venezolanos, quien se mantiene como referencia en suelo azteca. Foto: Jesús “Cucú” Rincones 
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ

Entrega, raza, corazón, vocación, disciplina y en especial paciencia. Esa es la receta por la cual el diestro caraqueño Leonardo Benítez disfruta en estos momentos de plena madurez taurina. Casi dos décadas de lucha como matador de toros en México y Venezuela, con puntual presencia en cosos españoles, franceses y ecuatorianos, le ha dado el bagaje suficiente de ser en estos instantes, el estandarte del toreo venezolano, tanto dentro como fuera de nuestro país.

«Para mí, en cada actuación en Venezuela, no sólo me juego la vida … También mi futuro y el de mi familia» señaló días atrás al blog de “El Vito”, dúo quienes en los noventa apostaron –parte y parte- a la consolidación como torero trascendental del coleta del populoso barrio caraqueño de La Vega, donde nació y se crió.

Leonardo tiene dos patrias. Venezuela por nacimiento y México por adopción. A las dos las lleva en el corazón, tan es así que su acento y forma de torear tiene mezcla de estas dos idiosincrasias: la corajuda y entregada venezolana, la florida, y apasionada de la mexicana.

Benítez nos señala que tiene en agenda importantes compromisos. Los más cercanos son el que tendrá lugar este próximo 9 de septiembre en el marco de la feria de Tovar (Mérida-Venezuela), donde completa cartel con dos sevillanos –Manuel Escribano y Oliva Soto-, en especial como Manuel, en duelo esperado por los aficionados, a razón de “las ganas” de dirimir ambos condiciones en el ruedo, ante un serio encierro colombiano de Paispamba.

«A Escribano le respeto mucho, porque le he visto en mi país, como si fuera el mismo Juli, Castella, Perera o Morante, toreros con los que igualmente en mi país he compartido cartel. No hay contrincante de poca “monta”… yo lo que quiero es guerra. Cuando no pueda pelearles las palmas a mis compañeros de cartel me tendré que ir» se sincera “El León de Caracas”, mote con el que también le bautizaron en tierras aztecas.

El próximo cartel precisamente en la misma feria tovareña será el 11, junto a otro venezolano conocido por la afición de Huamantla, como lo es Otto Rodríguez y el colombiano Sebastian Vargas, pasaportando reses colombianas de La Ahumada. De este cartel sale la rivalidad que tanto Leonardo como Otto se tienen, lo que no deja a un lado indiferente al aficionado.

Ya en México los contratos se desgranan con su presencia el 4 de octubre en San Francisco Ixtlamatitlan (Puebla), despachando toros de Tepexala, ganadería Tlaxcalteca, con Federico Pizarro. El 9 de ese mismo mes, estará presente en Pachuca, Plaza Monumental, con “El Zapata”, “El Payo” y “El Capea”. Y el 15 en festival taurino en Querétaro con toros de La Paz, junto a Guillermo Martínez, Lupita López y un rejoneador por designar.

En la lejanía de los meses, para el Día de Navidad ya está contratado estar actuando en Chilpancingo, mano a mano con Rafael Ortega, con ganado aún por confirmar.

Mientras, el campo queretano es el mejor refugio para un torero que sin duda alguna, tarde a tarde sale a jugarse la vida y los contratos, como quien empezara en esta dura profesión, la misma que le ha permitido paladear los sinsabores del triunfo y la gloria.

martes, 23 de agosto de 2011

ASTE NAGUSIA 2011 –CUARTA CORRIDA DE ABONO: Una faena fantástica de Morante


Prodigios del torero de la Puebla en una exhibición por todo antológica: la belleza formal, la inspiración, la improvisación, el temple, el genio sencillo. Obra maestra.
Simplemente magistral, antológico, de época, la faena al cuarto toro de la brava corrida de Cuvillo hoy en Bilbao a cargo de Morante, quien ha desempolvado los hados del toreo en una plaza que se vuelve incondicional a sus maneras.
BARQUERITO

LO QUE MENOS convino de la pinta del cuarto toro de Cuvillo fue el hecho de ser calcetero, descarado y hasta cornalón. Colorado melocotón, nalgudo, blancos los pitones y las palas. Siendo muy astifina y seria de cara la corrida toda, este cuarto fue, dentro de la variedad de pintas y hechuras, el de espuria traza. El raro. Corto de manos, y por eso se trompicaría al aparecer; mucha caja pero vareado. No fue toro de gran expresión. Pero en manos de un Morante desatado y en faena de sin par ebriedad, iba a ser el toro de la feria. ¡De momento…! “Cacareo”, número 150.

Lo recibieron de uñas solo por perder las manos. Estaba frío, se vino al retrote, se frenaba un poco, no se fijaba, se salió suelto de dos picotazos –el segundo, en la puerta y sin emplearse en ninguno de los dos. Morante había estado muy brillante al lancear al primero de corrida a la verónica. Por la mano derecha. Este cuarto no le dio opción ni a ponerse sino para bregar. Estaba por sangrarse y por saberse algo cierto del toro cuando el palco cambió el tercio. Morante no atendió al toque y, por su cuenta, hizo gesto visible a Cristóbal Cruz para que le pegara al toro un tercer puyazo, que fue el de verdad. Medicinal.

El segundo y el tercero de Cuvillo se habían cambiado con dos puyazos –y muy comedidos- y los dos se habían venido arriba en la muleta con bravo temperamento, que fue nota común a casi toda la corrida. Morante habría tomado nota. Se le echó encima la gente, pero Morante sabría lo que hacía. Ni se le ocurrió echar al palco una mirada. Ni de reojo. Los banderilleros cumplieron enseguida, en los dos galopes por la mano derecha el toro se vino con buen aire, pero no por la izquierda. Morante se puso a trajinar sin perder un segundo. Seis muletazos a dos manos por abajo, muy trabajosos, en línea, como si la muleta pesara el doble de lo normal; pasos ganados de un viaje en otro, toro metido y sometido. La tanda acabó al borde de la segunda raya. Los que entendieron que eso era el arranque de una faena de castigo y que ya estaba Morante dándole al toro la extremaunción erraron el cálculo. Iba a empezar el festín en la tanda siguiente, que fue de nuevo por abajo, de ahormar y aquilatar; de enganchar y torear por delante, no solo tocar. Fue una tanda de seis: en el cambio de mano por detrás la muleta cobró un vuelo que nunca se ve.

Ya estaba encajado Morante y empezó a fluir el torear como un juego. La faena fue entera en un terreno solo: un segmento, porque Morante empezó fuera de rayas, entre las rayas dibujó no pocas maravillas y acabó toreando casi en las tablas. Y, sin embargo, todo fue en tan pocos palmos pura improvisación. Sobre la base del canon clásico: el toreo en redondo, ligeramente traído hacia dentro el viaje del toro para abrirlo sin ahogarlo, las plantas posadas; en aspa el brazo que no blandía la muleta pero equilibraba el peso del cuerpo como en filigrana; la suerte cargada en todas las bazas. Ni un tirón. Todo caricias.

Uno por alto casi en reolina ligado con el molinete, la trinchera y el de pecho. Estalló un júbilo inenarrable. Coros de olés porque no hubo ni pausas, sino brevísimos respiros dentro de un hilo continuo. Veinte, treinta muletazos de los que solo se ven en rancias fotos. Cuando todo parecía hecho, llegó la sorpresa mayor. A Morante le faltaba ponerse en serio con la mano izquierda, por donde el toro había protestado, y por ella se puso cuando y como mejor quiso. El encanto de la faena era su derroche de fantasía: muletazos como juegos de luces en la tarde de más cerrado cielo de todo el verano en Bilbao, sueltas y tomas del toro cuando menos se esperaba que brotaran a borbotones los malabarismos.

El natural, el molinete y el de pecho; el de las flores ligado con el natural y un recorte; y un final inesperado: una tanda de ayudados por alto cargando la suerte como si se fuera todo Morante detrás de los brazos, que templaron los viajes del toro como si lo hicieran levitar. Fue, por todo eso, un prodigio. Raro de ver. Hubo catarsis general: poder embaucador de esta clase de faenas sin fin. Sonó un aviso antes de haber montado Morante la espada. Entró delanterita una estocada letal. Y ahí habría cabido la gracia sevillana: esto no se puede aguantar. “¡No ze pué aguantá…!”  Pero se aguantó.

Y siguió la corrida porque quedaban dos toros, los dos únicos negros del envío. El quinto, hociquito de rata y degollado, embistió como los victorinos bravos y buenos: el morro por el suelo, los riñones como palanca, hasta el final el viaje; el sexto, todo lo contrario, no hizo más que meterse y pegar cornadas antes de llegar y al llegar, y morir de manso. Baldón de una corrida tan distinguida como esta de Cuvillo, que pondría de acuerdo seguramente a las dos sensibilidades taurinas de Bilbao: el viejo torismo y el torerismo nada nuevo.

Manzanares no se enredó bien con el quinto, pero lo mató al encuentro con acierto, rodó el toro y hubo premio; a David Mora le pegó una cornada en los testículos el indómito y geniudo sexto.

Antes de que Morante se pusiera a jugar con la lámpara maravillosa, hubo media corrida muy viva. Morante toreó a compás al primero, que, de pura ansiedad, estuvo a punto de reventarse, pero se acabó aplomando; Manzanares no estuvo cómodo con la fiera codicia del segundo, que, venido arriba, no le dejaba colocarse. Al segundo intento lo hizo rodar patas arriba de estocada recibiendo. David Mora se fue a la distancia sin miedo con el tercero: estatuarios, toreo por las dos manos, un codilleo que abomba el pecho sobre el lomo del toro y le corta algo el viaje. De emoción el toro por su gota fiera; y la faena, por su arrojo. Torero nuevo en duro desafío. No se arredró.

POSDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Bendita sea la memoria de doña Casilda Iturriza, que legó a la villa los terrenos de un parque entre inglés, francés y japonés, con sus cedros, sus álamos, sus cuidados parterres y su propia luz. Y en él, o al lado, un museo, que no es el Guggenheim, pero donde se expone de la Colombia precolombina, digamos, una muestra que demuestra que el culto al becerro de oro no es cosa de ahora solamente. Había unos malabaristas polacos jugando con bolos blancos. Tenían dos perros de esos viejos y abandonados que no tiene más remedio que ser fieles o nada. Pero estarán hartos de los dueños.

Y bendito sea Briñas el Bienhechor que levantó la Casa de Misericordia en las afueras de San Mamés, ya cerca de los viejos muelles del puerto. Las hortensias gigantes están quemadas por el tráfico de coches. El jardín de la Casa es un jardín de asilo y convento. La estatua de Briñas en piedra está bajo la sombra de un sauce. Hay una fuente con nenúfares y peces de colores. Dos o tres docenas de ancianos en sillas de ruedas con sus cuidadoras. Casi todas parecen emigrantes sudamericanas. En los bancos del jardín he visto tumbados a dos marginales. En el ensanche de Bilbao hay cientos de comercios y locales cerrados. La Casa de Misericordia es propietaria de la mitad de la plaza de toros. Y, luego, ha venido Morante y no sé ni cómo contarlo. Tenía al lado uno con un puro rechupado y no he podido acudir a lo de los aromas de Triana. Sino al puro estudio geométrico del poema. A contar los versos, a tratar de memorizarlos. Hasta mañana.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Núñez del Cuvillo, muy astifinos, de variadas líneas, serios toros. Bondadoso el cuarto, que duró lo indecible; temperamentales segundo y tercero; bravo en clásico el quinto; agitado el primero, que se aplomó luego; peligroso el sexto, que punteó y tiró cornadas
Morante de la Puebla, de verde parra y oro, saludos y dos orejas tras un aviso. Salió a hombros. José María Manzanares, de cobalto y oro, saludos y orejas tras un aviso. David Mora, que sustituyó a Leandro, de salmón y oro, saludos en los dos.
Soberbios pares de Curro Javier, Juan José Trujillo y El Puchi.
Martes, 23 de agosto de 2011. Bilbao. 4ª de las Corridas Generales.