martes, 23 de agosto de 2011

ASTE NAGUSIA 2011 – TERCERA CORRIDA DE ABONO: Una muy notable tarde de Diego Urdiales


Templado, encajado y puesto de verdad, el torero de Arnedo torea con categoría al mejor toro de la corrida de Fuente Ymbro, sale ileso de tremenda cogida y convence.
Nueva demostración de torería y solvencia de parte de Diego Urdiales, ante una seria corrida de Fuente Ymbro. 
BARQUERITO

CORRIDA MOZA, SEÑORA CORRIDA: de Bilbao. Alto el listón del cuajo –el trapío, la hondura- cuando no ha hecho más que despuntar la semana. La idea de abrir la serie con esta corrida de Fuente Ymbro, tan seria y tan bien hecha, tuvo valor de recordatorio: éste es el toro de esta plaza. Como cumple con las ganaderías que enfundan los toros durante la cría, los seis de la baza salieron astifinos desde la cepa hasta el mismo pitón. Los hubo de cuerna abierta –el primero, que fue de buena nota pero...- y no tanto –un cuarto acodado, por ejemplo. La artillería era en todos bien visible.

Muy pareja la corrida. Bilbao es la única plaza donde los ganaderos respetan la norma. No de traer seis gotas de agua, pero casi. El toro que desigualaba fue el último: todos negros, salvo ese sexto, castaño lombardo, ancho y remangado, engatillado, el más estrecho de sienes de los seis. Y el más díscolo de todos. O el único que verdaderamente lo fue. Los ganaderos se examinan en Vista Alegre tanto como los matadores. ¿Y? Perfecto el escaparate, llenaron plaza los toros, se dejaron ver.

Se esperaba, sin embargo, más: más que aceptable la primera mitad de corrida, pero no la segunda, donde, además del díscolo castaño, que se revolvió con genio incierto, se jugó un quinto de mal estilo –de esperar, de desparramar o, como decían los clásicos, “el toro detrás de la mata”. Y, en fin, el cuarto fue de manifiesta “informalidad” –término que se debe a Manzanares padre- y, después de echar la cara arriba mucho, que es mala señal, se rajó, y se metió por el hueco que fuera en busca de tablas y puerta de toriles. Un desdoro.

Para que un toro bueno lo sea y lo parezca, dicen los banderilleros de la vieja escuela, es imprescindible el papel del torero en danza, y en el caso del primero de Fuente Ymbro, pasó justamente eso: que Diego Urdiales anduvo con el toro bien de verdad. Templado y ajustado con el capote, pero sintiendo ya entonces los recados que el toro mandaba por la mano izquierda, gaitazos al cuello; fino y grácil en un quite por chicuelinas posadas, de giro vertical y corto vuelo, que las encarece; y, al fin, casi en los medios, y descolgado de hombros, puesto en el sitio preciso. El que convino al toro, y ahí ligó tres primorosas tandas de cuatro y hasta cinco con el de pecho, y aquí el cambio de mano por detrás y allí, y las tres veces, el de pecho de suerte cargada, que parece siempre distinto. Porque lo es. La misma calma y el mismo encaje en todas las bazas. Y se arrancó la banda de música. Con un pasodoble de Pedro Álvarez. Muy bonito.

En plena sinfonía se estaba cuando, en el primer cite con la zurda, el toro se le vino a Diego al pecho. Lo prendió por el chaleco y la chupa, lo tuvo colgado de ellos y le hizo el aspa de molino. Un milagro que Diego saliera ileso. Y sin susto: pues volvió a la mano derecha y en el mismo son. Con la gente bramando. El toro empezó a soltarse un poco. Un pinchazo y una estocada trasera. Vuelta al ruedo. Rácano el premio.

Iba a ser tarde completa del torero de Arnedo. Solo que el cuarto de corrida, recogido en lances de lindo mimo –excelente media de remate-, suelto luego a galope libre, escupido del caballo y con ganas de soltarse, no se prestó. Batidas desiguales. Protestaba cuando Diego le bajaba la mano, pero se le subía a las barbas si no. Ten con ten, pero el que no quería pelear era el toro, que buscó irse. En la primera huida, Diego improvisó un molinete de recurso y lo ligó con el de pecho y otro molinete cuando volvió el toro a venírsele. La sorpresa dejó a la gente encantada. Era el momento de cambiar de espada y entrar a matar. Pero Diego se empeñó en seguir. A toro huido. Y la rúbrica: al sexto le hizo tras la segunda vara un precioso quite por mandiles –dos, de gran ajuste- y media de remate. De gran sabor de boca.

César Jiménez volvía a Bilbao con los puntos mal cerrados de una cornada de solo el sábado. Los toreros serios disimulan y César disimuló. Codicioso, algo frágil, escarbador, el segundo llegó a enterrar pitones pero también a agarrarse al suelo y a rebrincarse. En la corta distancia se asfixiaba; en la otra, se entregó bastante más y mejor. Firme César, pero en faena de dudas.

La gente se puso de parte del toro tercero solo porque en el primer puyazo, peleado en serio, cobró lo que no está escrito. Fue toro, sin embargo, de mucha elasticidad, y repetidor, pero el ambiente se le había torcido a Tejela por culpa del puyazo, y ahora se puso a escarbar la gente, a reclamar que se cruzara con el toro, pues, según suele, Tejela tiene cogido el sitio a los toros al hilo del pitón, y ahí los rompe cuando los cuaja. No éste.

El quinto tuvo perverso fondo y César Jiménez se tapó lo que pudo. El sexto, tan bélico en el caballo, encelado de bravo, escarbó después y sacó en la muleta aire difícil: revolverse, buscar por debajo, disparar. Eso obligó a Tejela a andar despierto. Sin apurarse. Ni redondear.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo). Corrida pareja, cuajada, honda y muy astifina. Aplaudidos en el arrastre primero y tercero, los de mejor son. Manejable el segundo; escupido de varas, se acabó rajando el cuarto; encogido y a la defensiva el quinto; el sexto, encastado, se metió y revolvió, y fue toro difícil.
Diego Urdiales, que sustituyó  a Iván Fandiño, de marengo y oro, vuelta al ruedo y saludos. César Jiménez, de añil y oro, silencio y algunos pitos. Matías Tejela, de carmesí y oro, silencio en los dos.
Buenos pares de banderillas de Daniel Ruano y Jesús Arruga.
Lunes, 22 de agosto de 2011. Bilbao. 4ª de las Corridas Generales. Media plaza. Nubes y claros.

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