miércoles, 17 de agosto de 2011

SEMANA GRANDE DE SAN SEBASTIAN – CUARTA CORRIDA: Castella y Perera, un ensayo de inminentes mano a mano


Venidos abajo, los toros de los dos hierros de Joselito se prestaron a pocas invenciones. *** Refinado el torero de Béziers; templado y poderoso el de Puebla del Prior.
Tanto Castella como Perera, poco se hicieron ante el descastado y escaso de juego encierro de Joselito, en la cuarta corrida de la Semana Grande Donostiarra. 
BARQUERITO

LA PLAZA DE ILLUMBE empieza a tener su propia historia, su secreta solera. Son ya catorce años de vida. Los tres de la terna de esta baza torearon de novilleros en aquellos concursos de invierno del año 99 y hasta el dos mil y poco, que son sustancia de esa historia. Castella salió lanzado de una final dramática del primer certamen sonado. Era, entonces, un torero de impasible temeridad. Se decía que tenía los nervios de hielo o de acero. Perera era un apunte seguro de torero, pero fue en las peleas de Illumbe donde rompió el cascarón. Con su ojedismo o damasismo como fórmula: enterradas las zapatillas; impasible; el cuello y el mentón tan estirados que parecía cargar con ellos la suerte. Como Dámaso González. Y Ojeda, que la cargaba con el pecho y las caderas.

Y aquí estaban ayer de vuelta los dos. Castella y Perera, que son rivales naturales, se han retado varias veces y de veras, van a medirse mano a mano tres veces en el curso de la próxima quincena –en Málaga, en Colmenar Viejo y en Bayona- y tienen en común parecidas dosis de sangre fría. O de frío valor, que es el que dura y vale. El mismo corazón de sus ya lejanos días de novilleros. No es común que las dosis de valor duren tanto. Estuvieron en esta baza de San Sebastián valientes los dos. El valor que se dice frío. Y que es, taurinamente, inteligencia.

Sin mayor fortuna, porque, contra pronóstico, la corrida de JoselitoJoselito Domecq, digamos, porque está formada con sangres de Jandilla y Salvador Domecq- salió muy de más a menos, y el más no fue gran cosa. Flacote, estrecho, culopollo y astifino, el primero de los dos que mató Castella escarbó, mugió, se dolió y violentó y se acabó rajando. No tuvo mejor fortuna Miguel Ángel Perera con el tercero de corrida, que, justas las fuerzas, escarbó, se distrajo, se rebotó, se revolvió y repuso como los toros remisos. Un toro zascandil el segundo de corrida; se vino abajo el tercero, que fue de partida muy corretón.

Los dos toros que completaban uno y otro lote eran los de mayor volumen de la corrida: un quinto castaño lombardo de casi 600 kilos, alto y zancudo, de muy afilado morro y largo cuello; y un sexto negro muy en tipo del Conde de la Corte, las borlas del rabo barrían la impecable arena de Illumbe, los finos cabos dejaban en ella huellas perdigueras porque este sexto salió también corretón, de moverse sesgado y al trote, como suele suceder con los toros movidos en el campo. Los cuatro toros, de finos cabos, fueron de bello porte, y aunque el peso de básculas marcara cien kilos de diferencia entre segundo y quinto –los dos de Castella-, fue corrida pareja. Se aplomó el sexto, que ya antes de sangrar en el caballo había remoloneado bastante; el quinto, mera promesa de bravura, se derrumbó en una costalada después de picado y ni la paciente calma de Castella para convencerlo sirvió.

Castella toreó despacio con el capote a los dos suyos. De salida, a la verónica, en lances de caro ajuste y limpio vuelo, seco encaje. De obligar a los toros en los viajes. Al quinto, después de dos varas, le hizo un rico y generoso quite por chicuelinas y talaveranas intercaladas pero ensambladas. Quite distinguido por su buen acento: los brazos sueltos, la ventaja para el toro. Y la colocación del torero, naturalmente. El trote rebotado o suelto de tercero y sexto de corrida no animaron a Perera a estirarse con el capote pese a haber empezado últimamente a prodigarse como un virtuoso.

Fueron toros ingratos los cuatro de este duelo que ensayaron en San Sebastián Castella y Perera. Más imaginativo Castella: bueno el arranque de faena con el segundo sentado en el estribo, pero toreando por abajo y no por arriba, que es rarísimo; firmeza para ligar sin perder ni ganar pasos, poder para traer, tocar y llevar toro sin descomponerse, aguante a puro pelo cuando se paró el toro. El comienzo de faena con el quinto fue como el Castella primitivo: de largo el cite en el platillo para el pase cambiado por la espalda, la estatua de mármol, la imagen de Tancredo, y una sutil salida al paso luego de soltar al toro. Pues una de las cosas bellas del toreo de Castella es justamente su manera de irse del toro. Tan difícil es saber llegar como saber irse.

Perera se ha consagrado como torero superdotado en punto a técnica, y así la manera de gobernar las embestidas punteadas del sexto hasta dejar al toro planchado. Luego, los circulares cambiados de ruleta y trenza, ovillos enredados que hacen de los toros peonzas. Al tercero, cuando el toro se paró, Perera lo tuvo en la mano con péndulos desafiantes y poderosos, y entre péndulos se lo sacó varias veces en viajes templados a pulso. Ni un tirón. Ni los toros caldearon a la gente ni Castella ni Perera acertaron con la espada. Está siendo, literalmente, la Semana Grande de los pinchazos.

El Fandi, que es de otra guerra, estuvo en la misma batalla. Formidable la seguridad en seis pares de banderillas de casi todas las marcas: de poder a poder, cuarteos, violines y hasta el personal remate de carrera por delante, resuelta, por cierto, con un testarazo del toro en el metacarpiano, que duele. Muy despaciosos pero sin vuelo unos lances con el primero de corrida, acartonada la muleta en una faena sin compás ni ruido, facilísima porque no hay toro que sorprenda a El Fandi ni lo encuentre en un renuncio. Y aquí un molinete, pico y pala, palante. Y un trabajo de parecidos ingredientes con el cuarto toro.  No le dejó ni toser.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- El mercado de la Brecha, el de San Martín, las mañanas de mar gris, las pescaderías del Antiguo, mostradores de bodegón. Los paraguayos y no las paraguayas, carnosos, de terciopelo morisco, las panchinetas de hojaldre milimétrico, la alubia de pellejo de seda negra, la morcilla de Beasain, el queso de Ordizia y las salsas suaves de chipirón. Están robando las cajas fuertes de los restaurantes de cinco tenedores. No las despensas, que es donde se guardan los tesoros, y donde las míticas chuletas de buey criado en la falda de un verde monte se enrancian de grasa que no daña el corazón sino que lo fortalece. Ni un solo minuto de sol en toda la jornada! Alfombras de heno.

FICHA DEL FESTEJO
Miércoles, 17 de agosto de 2011. San Sebastián. 4ª de la Semana Grande. Menos de media plaza. Encapotado. Luz artificial de principio a fin. Una mínima ranura en el párpado de cubierta.
Seis toros de José Miguel Arroyo. Tres -1º, 3º y 4º-, con el hierro de Toros de La Reina. Los demás, con el de Toros del Tajo. De buenas hechuras lo seis, que fueron nobles pero se vinieron abajo.
El Fandi, de carmín y oro, saludos y palmas tras un aviso. Sebastián Castella, de carmesí y oro, ovación y ovación tras un aviso. Miguel Ángel Perera, de bermellón y oro, ovación tras un aviso en los dos.

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