BARQUERITO
La revelación ha reportado sensibles beneficios: estar en las ferias, contar. “Meter la cabeza”, se decía. De los toreros. Porque, si lo hace un toro, se dice que “mete la cara”. La cara y la cabeza. Y el corazón: es muy valiente Fandiño. Bilbao es clave de su carrera tan de pasito paso: aquí tomó la alternativa sin arredrarse, aquí lo hirió un violento saltillo de La Quinta y le pegó una cornada el año pasado un toro del Puerto, aquí ha toreado de capa con exquisito gusto.
No hay bombones en la caja: la de Fuente Ymbro y la de Alcurrucén, que serán, más que probablemente, las dos corridas de más cara –cara y cabeza- de toda la semana. El examen será duro. Es la gran prueba de fuego. Lo sería incluso si no apareciera Fandiño con su título de artista revelación. Pero ahora más. Porque va a estar pendiente y exigiendo todo el mundo. Este año no viene de torero de la tierra que se acopla en un cartel menor. Sino en papel de figura. Torea tantas tardes como Ponce, El Juli o Manzanares. El compromiso es fortísimo.
¿Ponce? Son ya tres o cuatro las temporadas que Ponce arranca el año con la mirada y la ilusión puestas en Bilbao, porque es su plaza, y porque una faena redonda en Bilbao, donde se prodiga, le estimula y rejuvenece. Es la prueba de seguridad: si se puede con cuatro toros de Bilbao a placer y en agosto, se puede con lo que sea y el tiempo que sea. Esta fidelidad mutua que se guardan Ponce y Bilbao es vieja: romance de veinte años. Ponce ha elegido –porque puede elegir- dos corridas que le convienen: la de Victoriano del Río y la de Alcurrucén. En la primera se bate el cobre con El Juli y Miguel Ángel Perera; en la segunda, con Fandiño y Daniel Luque.
A Ponce le toca aguantar en Bilbao el vendaval de los que “vienen con la escoba”, o sea, barriendo. Vamos a verlo. Perera está en un momento espléndido –el valor y la firmeza de siempre, un sosiego y un regusto nuevos- y Luque se ha propuesto acabar con el cuadro: con Morante, con los ojedistas (Castella, Perera) y los tomistas (Talavante, por ejemplo), con El Cid, con los héroes sempiternos (Ponce, El Juli), con el pasado, el presente y el futuro. Hambre.
Ponce resistirá. El Juli, también. Y está, en fin, el torero favorito de las apuestas: José María Manzanares, que ha hecho pleno o casi pleno en Sevilla y en Madrid, y en Valencia, y que de repente necesita más que nunca la confirmación de Bilbao porque en Bilbao no ha rematado una tarde entera y completa todavía. Manzanares se ha abierto en fechas –un martes y un sábado- y también en carteles: con Morante un día y con Castella otro. Ni Ponces, ni Julis, ni Pereras, ni Talavantes. Casi solo, porque en las dos tardes de Bilbao, incluso de segundo o tercero de terna, corre con el peso de la cosa. Tú solo.
Hay dos novedades originales: David Mora, que está dando campanazos y campanadas por todas las plazas, y Saúl Jiménez Fortes, que toma la alternativa. Con una de Jandilla, pero la de Jandilla de Bilbao. Se ha repescado a César Jiménez, que anda bien; a Matías Tejela. Los carteles son, en su mayoría, de riguroso estreno. Detalle que no se aprecia a simple vista. ¿Qué tal pensar que El Juli volará un año más por encima de todos los nidos? ¿Y si El Cid encuentra en un toro de El Pilar la musa que lo inspire?
Y, en fin, aperitivo y postre. Padilla mata la de Miura y la de Victorino. Lo que sea menester. Rafaelillo, Serafín Marín, Urdiales, Bolívar: todos en el mismo barco incierto del torismo viejo. Y antes de nada, porque abre abono, una de rejones: el rey Pablo, el pretendiente Ventura y un pequeño príncipe llamado Leonardo Hernández.
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