lunes, 22 de agosto de 2011

ASTE NAGUSIA 2011 – SEGUNDA CORRIDA DE ABONO: El retorno sin gloria de Miura a Bilbao


Nueve años ausente en el abono de Vista Alegre, la mítica ganadería decepciona: dos toros devueltos por inválidos, peleas irregulares, quejidos lastimeros, pobre nota
Poca historia ha deparado una mansa y descastada corrida de Miura, en la primera corrida a pie en Bilbao, regreso tras nueve años de ausencia poco afortunado del hierro de Zahariche.
BARQUERITO

LO QUE HICIERON los toros de Miura fue mugir como condenados. Son célebres los gemidos roncos y lastimeros de esos toros. Aullidos de coyotes. Lloró el primero, que, sardo, cinchado y ensillado, estaba metido en carnes. Muy relleno, tipo raro en Miura. No tuvo ni tiempo de entonarse la garganta el segundo, porque el problema no fue de voz sino de riñones y apoyos. “No podía ni con el rabo”, decían los clásicos. Al corral, por tanto.

El tercero, que barbeó  de salida como los buscapuertas listos, trinó en cuanto sintió el hierro del primer puyazo. Ese dolerse a grito pelado fue presagio de lo que iba a venir después: una cantada en toda regla, pues el toro acabó encontrando el camino de las puertas y se rajó. Un miura no se raja nunca. Salvo éste. Que era el primero que mataba en su vida Raúl Velasco, sustituto por sorpresa del herido Serafín Marín.

El primero y el único, porque el sexto, que hizo los gorgoritos de rigor, se hundió del todo al ser herido en solo la primera vara y, devuelto, corrió la suerte de los frágiles: la muerte en puerta oscura y sin apenas testigos. Que es para un toro de lidia una infamia o una desgracia o algo así. El primer miura muerto a estoque en la insólita historia de Raúl Velasco, y estuvo en un tris de no ser ni siquiera eso: en un cite en falso –por fuera, al descubierto y a hueco abierto- lo sorprendió el toro, lo encunó y empaló, lo tuvo a huevo y le perdonó no se sabe cómo. Padilla, impecable director de lidia como siempre, estuvo al quite antes de que el toro llegara a tomarle a Velasco las medidas.

Los dos únicos miuras con gatitos en la barriga –gatitos que no gatos- fueron el cuarto y el quinto, Al cuarto le habría comido la lengua el gato. El quinto barritó como los elefantes: el concierto de Tarzán. Cuesta recordar una corrida de Miura tan cantarina. Sería por la tormenta, que, después de una mañana de bochorno a la bilbaína, se estuvo gestando como un retortijón celeste: empedrados los cielos, retumbaron truenos apocalípticos, descargaron tres o cuatro chaparrones soberbios, y también salió el sol entre un diluvio y otro. Cuando salió el sol, lo hizo con fulgor de verano. Como si no hubiera llovido en toda la tarde. Como si no fuera de Miura la corrida.

Y es que no pareció de Miura. Salvo a la hora de llorar tan fieramente. Y con una excepción particular: el quinto de la tarde, playero de cuerna, cárdeno listón, 600 kilos del ala. ¡Atiza, Gorostiza! Con su genio perturbador, su violencia, su premeditación y alevosía. Y, sin embargo, metía la cara: lo hizo en el capote y, pegando derrotes, en la muleta también. No fue toro de malearse ni aprender, porque la pelea con Rafaelillo, o de Rafaelillo con el toro, fue por asaltos, unos cuantos, y se tuvo la impresión de que entre uno y otro sonaba la campana, y entonces se retiraban al rincón el otro y el uno. Agotados. Después de un pinchazo atacando de largo, Rafaelillo cobró una estocada a capón dificilísima. Se vivió con emoción la estocada. Con incertidumbre cada uno de los asaltos previos.

A Padilla le faltó toro en el primer turno, durante el cual cayó a modo agua bendita pero sin irse el sol. Montoliu crujió al toro en dos puyazos tremendos y, aunque bondadoso, se frenó el toro luego. O se metió  por una mano, pero de frágil y no de avieso. Un trámite. Cuando paró al cuarto de salida, parecía que a Padilla le pesaba en las manos el capote. Eran las siete y media, noventa minutos de festejo y no se había visto todavía pegar a nadie un muletazo como Dios manda. Otra vez Montoliu hizo diana porque el toro se vino primero a la puerta; se descalzó Padilla aunque no había charcos, pero por si acaso, y tres pares de banderillas, tres, de su firma; y una borrascosa faena, guerrera, de puntear el toro a la defensiva y enganchar telas, y de ponerse Padilla como una fiera, hasta tirar sin puntilla al rival.

Como es natural, los sobreros son en las corridas de Miura personajes secundarios. Los dos eran de estirpe Domecq. Bien comidos y abundantes los dos: muy rechonchito y acochinado el sexto bis, del hierro del Marqués, que claudicó y se fue indisponiendo y enterando poco a poco; amenazó ruina el segundo bis, de La Campana. Como si se le hubiera pinchado una rueda. Animoso Velasco, batallador Rafaelillo.

FICHA DEL FESTEJO
Cuatro toros de Miura -devueltos dos por tullidos-, un primer sobrero -2º bis- de La Campana y un segundo sobrero -6º bis- de Marqués de Domecq. La corrida de Miura sacó más carnes y menos talla de lo habitual, fue muy llorona y se empleó sin poder ni celo. Cuarto y quinto tuvieron una punta de genio; se rajó el tercero; bondadoso un primero apagado. Claudicante el toro de La Campana; se metió por las dos manos el acochinado sobrero del Marqués.
Juan José Padilla, de coral y oro, silencio y saludos. Rafael Rubio “Rafaelillo”, de tabaco y oro, silencio y saludos. Raúl Velasco, que sustituyó a Serafín Marín, de corinto y oro, silencio y palmas.
Domingo, 21 de agosto de 2011. Bilbao. 2ª de las Corridas Generales. Un tercio de aforo. Tarde de chaparrones y claros de sol.

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