Antonio Catalán corta una oreja
en su seria presentación en Madrid con una preciosa y notable novillada del
Conde de Mayalde.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de
Madrid
La oscuridad de las nubes negras precipitó la noche sobre Las Ventas. La tormenta desencadenó un diluvio de pedrisco en tromba, una catarata de granizo, el diluvio. Quedaba el último cartucho de una novillada de lujo del Conde de Mayalde. Tan buena y bien hechurada. Un pecado se antojaba que se arrastrase entera. De pronto Toñete se hizo hombre. Toñete fue Antonio. Y no sólo por las circunstancias. Sino por su toreo. Por el peso que ha adquirido. Por su evolución.
Catalán hundía sus pies descalzos en el barrizal, acinturado
y enfibrado, con el bravo utrero. Más toro que sus hermanos. Un par de veces
clavó los pitones en el pantano. Empapada la muleta, no debía de ser fácil
calibrar el toque. Ni nada. Los tendidos se habían desertizado. Sentía AC el
calor de la masa de la sangre que fluía por sus brazos. El eco de los oles
bajaba de las superpobladas gradas y andanadas. El Arca de Noé bramó cuando
enterró la espada. La pañolada allí concentrada. Rodó la oreja de su gloriosa
presentación en Madrid.
Toñete envolvió la clase del bonito tercero en temple. Desde
el prólogo en el tercio. Y luego le concedió sitio. A la calidad del novillo le
faltaba continuidad. Caro el trazo de los naturales espaciados. Pero la
emotividad no trepaba. Los ayudados de despedida como elegante coda.
El otro debutante respondía al nombre de Alfonso Cadaval.
Alfonso y Toñete se retaron en quites. Si éste interpretó gaoneras con suma
limpieza, aquél respondió por chicuelinas de manos bajas. El novillo era una
pintura. Con su carita colocada por delante. Cadaval se postró de rodillas
sobre la boca de riego. Como obertura de faena. Los derechazos de hinojos
surgieron largos y trepidantes. El galope y la repetición del utrero ponían
emoción. Un motor revolucionado que provocaba un punto rebrincado. El sevillano
lo entendió a su velocidad. Que no era poca. Limpio y sin apretarse. A la
formal corrección torera le faltaron dosis de ambición. Metió el brazo con la
espada y escuchó plácemes y una ovación desde el tercio.
El otro gran novillo de la tarde fue un cuarto más altón.
Como la segunda parte del notable envío de Mayalde. Pablo Atienza acudió a
saludarlo a portagayola. Y después abundó en una extensa faena de querer mucho
y decir poco. El descabello se fue a los dos avisos.
Tanto Cadaval como Atienza no cruzaron la raya de la
discreción con un novillo bondadoso y uno mansito. Tan amables.
Cuando Antonio Catalán cruzaba de noche la laguna venteña,
ya había dejado atrás el diminutivo.
CONDE DE MAYALDE / Pablo Atienza, Alfonso Cadaval y Toñete.
Novillos de Conde de Mayalde,
hechurados, muy bonitos; nobles en conjunto; destacaron los encastados 2º y 4º;
con clase pero sin continuidad el 3º; mansito el 1º; bondadoso el 5º; bravo el
6º.
Pablo Atienza, de sangre de toro y oro. Estocada que hace
guardia y cuatro descabellos (silencio). En el cuarto, estocada perpendicular y
suelta y varios descabellos. Dos avisos (silencio).
Alfonso Cadaval, de corinto y oro. Estocada pasada un punto
contraria (petición y saludos). En el quinto, media estocada tendida y varios
descabellos (silencio)
Toñete, de azul añil y oro. Pinchazo y estocada
caída (saludos). En el sexto, estocada (oreja).
Monumental de las Ventas. Lunes, 21 de mayo de 2018. Décima cuarta de
feria. Unas 16.000 personas.
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