El
esfuerzo de Morenito con un complicado lote se esfumó con la espada. Y Juan
Bautista saludó la única ovación con el toro de mejores estilo y hechuras de la
decepcionante y cargada corrida de Conradi.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL
MUNDO de Madrid
Foto: EFE
El ninguneo a los toros en la web oficial del
Ayuntamiento de Manola Carmena ha provocado un calambre de indignación. En el
programa oficial de las fiestas de San Isidro no existen las 34 corridas
isidriles. Ni la feria como el mayor reclamo de Madrid en mayo. Como si las
800.000 personas que se van a citar en Las Ventas durante más de un mes fuesen
fantasmas. Y el hecho taurino no repercutiera en la economía madrileña. Cuentan
para la alcaldesa de las alcaldadas los espectáculos subvencionados de ridículo
interés. Cuando ninguno de ellos congregará los 24.000 parroquianos de un lleno
venteño. O, a malas, los 15.000 que ayer se citaron en la Monumental. ¡Ay,
Carmena! ¡Cuánto sectarismo!
La corrida de La Quinta venía con un trapío
imponente. Santacolomas de Cola Cao. Una nueva generación. Los casi 600 kilos
del cárdeno cinqueño que abrió la corrida de Martínez Conradi subía la historia
de las hechuras del encaste a límites desconocidos. Una seriedad mayúscula. Y,
desgraciamente, hueca. Definida por su contado gas desde que pisó la plaza. Una
bondad ayuna de empuje. Ni en el caballo. Juan Bautista jugó los brazos con
facilidad con el capote. Intervino El Cid para enredarse y dejarse enganchar en
su turno de quites. Apenas pasaba el santacolomeño en la muleta de Bautista. La
brevedad por necesidad y un espadazo horroroso aliviaron el trámite.
El claro berrendo de Cid contrastaba con la
oscuridad de su terno azabache. El Cid, aun opaco, es transparente. La pintura
de La Quinta, de líneas más bajas que su hermano anterior, traía el poder
contado. Por ello el torero de Salteras quiso alegrarlo con distancia en el
principio de faena. El muletazo de inicio clásico cidista de quitarse dio paso
a dos series que aprovecharon la inercia. Sin terminar de humillar, el toro
fue. Pero perdida la inercia no puso de su parte. Es más: por el izquierdo
gazapeó y atacó por dentro y por el palillo. Una danza de esgrima. Desde
entonces la faena se perdió en un quiero y no puedo. Uno cada vez más
desentendido y el otro tratando de entenderse. La estocada traserísima acarreó
el descabello.
La luz se hizo en la verónica de Morenito de
Aranda. Un manojo de hermosos lances encadenados a dos medias muy sabrosas. El
medido castigo del escaso potencial de aquellos apretados 575 kilos apenas
ayudó. Quedó un viaje rácano y revoltoso. Morenito anduvo firme y rápido de
reflejos a la par. Buscó el pitón contrario y propuso una y otra mano con el
idéntico resultado: la repetición tobillera huérfana de toda entrega. La
valerosa pelea se tornó densa. Un pinchazo hondo, un aviso y cinco descabellos.
Como segundo y tercero, el cuarto lucía una
armonía más acorde con los de su estirpe. Dentro de la seriedad del conjunto.
Juan Bautista voló sutilmente el capote. Apuntaba cosas el toro de cierto
estilo, y descolgaba con nobleza. Sosito y moldeable. Bautista tampoco es la
sal de Cádiz. Su oficio sedoso no trepó por los tendidos. El aburrimiento con
aires de tentadero. La notable estocada desembocó en una ovación.
La cara abierta del negro y cargado quinto iba por
el estaquillador de la muleta de El Cid. Una movilidad incómoda. Costaba
discernir en el matador lo que se suponía una estrategia de perder pasos de la
actitud de no quedarse quieto. El Cid, a estas alturas, se quita más que se
pone. Lo despenó con una estocada atravesada.
El demoledor conjunto de La Quinta lo cerró un
zamacuco veleto. Si hubo toros más entipados, convendría hablar de fuera de
tipo ahora. Morenito de Aranda volvió a apretar los dientes como ninguno.
Francisco José Quinta picó a ley. Y Zamorano cuajó dos grandes pares. El torazo
no concedió facilidad alguna. De venirse sin irse. Morenito apostó por darle
metros en el inicio. Por la inercia, la inercia otra vez, pasaba el bruto. La
historia se complicó a izquierdas. Aquella aparatosa testa desapacible mordía
el palo de la muleta. Siempre encima de la presa. El esfuerzo del hombre se
perdió de nuevo con la espada. Hasta los dos avisos. Que no alargaron la breve
tarde mucho más.
LA QUINTA | Juan Bautista, El Cid y
Morenito de Aranda
Toros de La Quinta, dos cinqueños (1º y 5º); muy serios, más entipados 2º,
3º y 4º; destacó el estilo del noble y sosito 4º; complicados 5º y 6º sin
humillar; de escaso poder el difícil 3º; sin pasar el 1º; deslucido el 2º.
Juan
Bautista, de espuma de mar y oro.
Bajonazo y descabello (silencio). En el cuarto, estocada (saludos).
El
Cid, de azul noche y azabache.
Estocada traserísima y dos descabellos (silencio). En el quinto, estocada
atrevasada (silencio).
Morenito
de Aranda, de negro y plata.
Pinchazo hondo tendido y cinco descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, dos
pinchazos, media estocada y dos descabellos. Dos avisos (silencio).
Monumental de las Ventas. Miércoles, 9 de
mayo de 2018. Segunda de feria.
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