Era el 21 de mayo de 1991 y se anunciaban en San
Isidro, como esta tarde, los toros de la ganadería de Baltasar Ibán. Aquel día,
César Rincón logró lo que parecía un sueño, que un colombiano abriese la puerta
grande de Las Ventas de Madrid. Acompañado por Curro Vázquez y el llorado
Armillita Chico en el cartel, Rincón desorejó al sexto de la tarde,
'Santanerito' de nombre.
Pero la anécdota se produjo horas después en su
habitación del hotel Foxá. Allí se dieron cita gran multitud de seguidores,
compatriotas enloquecidos por la felicidad de su éxito y grandes personalidades
para dar la enhorabuena al torero. Un percance sufrido por Fernando Lozano
había dejado un puesto libre en la corrida del día siguiente en Madrid. Y la
empresa no dudó en ofrecerle el contrato a César Rincón. Entre la multitud se
encontraba William Jaramillo, el embajador de Colombia. Jaramillo, acercándose
a Luis Álvarez, apoderado del torero, le confesó su temor de que César torease
otra tarde, no fuese a «devolver» los trofeos que acababa de conseguir."
No sólo le tranquilicé, también le vaticiné otras
dos orejas", recuerda de aquel día su apoderado, que ante tal cantidad de
gente en la habitación del hotel, no le quedó otra que llevarse al torero al
único lugar en el que en ese momento podría hablar a solas con él. "Le
agarré del brazo y me lo llevé al retrete. Allí le expliqué el ofrecimiento y
le convencí para torear al día siguiente", cuenta Luis Álvarez.
Y así, con un acuerdo en el retrete, se fraguó lo
que sería su segunda Puerta Grande -de las cuatro consecutivas que conseguiría
ese año- al día siguiente, desorejando esta vez a un ejemplar de Murteira
Grave.
Anécdotas extraídas del libro '300 anécdotas taurinas', del
que La Esfera de los libros acaba de editar la segunda edición.
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