Una
distinguida faena de sereno arrojo y caro sentido del toreo rematada con
excelente estocada. El palco no atiende una petición mayoritaria. Corrida
gigante de Pedraza.
BARQUERITO
Foto: EFE
DE LOS SEIS TOROS gigantes de Pedraza de Yeltes, el más ofensivo fue el sexto. De lámina pareja a los otros cinco, pero, acodado y armado por delante, descarado y extraordinariamente astifino, lucia dos puñales de escalofrío. Uno de los tres toros con más trapío de lo que va de feria. Distraído de partida, se vino cruzado después de barbear tablas y se apoyó en las manos al tomar engaño protestando. Fortes corrió a solas con la lidia completa del toro en el primer tercio. Lo fijó, lo puso en suerte para la primera vara, lo quitó del caballo con un lance precioso, lo volvió a poner en suerte con media verónica frontal y volvió a quitarlo del caballo en detalle grande.
Tras el lance del quite vino seguido otro por
tafalleras a suerte cargada, ligadas y a compás -y entonces, la suerte parece
otra cosa- y remató con media bien trazada e improvisada porque el toro hizo
amago de cruzarse. Todo eso, con sus subrayados particulares, se celebró, al
cambiarse el tercio, con una ovación sentida y ese runrún aprobatorio tan de
las Ventas.
La cosa había sido singular. Solo en banderillas
entró en la brega Raúl Ruiz. El toro, altísimo, vino a las reuniones con la
cara arriba y enterándose. Los dos palos del segundo par se cayeron nada más
prendidos. Fortes pidió el cambio. El palco, en un exceso de rigor, hizo pasar
una cuarta vez. Toro de arisco son. Un instinto temperamental que no se había
dejado sentir en ninguno de los cinco toros jugados por delante.
La tanda de horma con que Fortes abrió faena
-cinco por abajo, cambiados o no, genuflexos, sueltos los brazos- fue
primorosa. Y el remate de pecho, caro empaque. De pronto parecía otro el son
del toro. Falsas apariencias. O pasajeras. Pues solo quiso sin reservas en una
primera tanda en redondo compuesta en vertical y abriendo Fortes al toro lo
justo. En una segunda serie ya se frenó, probó, dejó de querer y empezó a
desparramar la mirada al salir de suerte. Entonces se cambió de mano Fortes,
tragó en un viaje incierto y en un segundo, que fue colada del toro a
querencia, salió prendido por la pernera, volteado sobre el lomo y luego al
suelo.
Llegó al quite su gente en un instante. Fortes
esperó inerme el quite en la arena, se levantó sin dolerse y volvió sin duelo
al toro. La reacción tuvo algo memorable. En ese mismo punto de la plaza le
atravesó un toro la boca hace ahora tres años. Pues la misma entereza de
entonces, pero muy distinto el sino, porque toda la sangre que llevaba Fortes
en la cara y la taleguilla era sangre del toro y no propia. Después del
percance, la cara por las nubes, el toro siguió distrayéndose y enterándose,
pero le plantó en serio cara el torero malagueño. Cruzado al pitón contrario,
en desmayo natural, escondiendo un poco la muleta, pero jugándola a tiempo,
Fortes se pasó el toro muy cerquita, sacó los brazos y vació embestidas muy
difíciles, Ese final de faena fue un clamor. Los muletazos de igualada tuvieron
sabor. La estocada, en la suerte contraria, impecable, Hubo petición
sensiblemente mayoritaria de oreja. Se enrocó el palco en una decisión
inexplicable. Y hubo amago de motín por eso.
Con este final tan singular de festejo no se
contaba. Impuso el volumen de la corrida -un promedio de 620 kilos y eso que no
estaba atacado de carnes ni un solo toro-, impusieron por abiertos de cuerna y
astifinos tercero y quinto en particular y, por la falta primera de fijeza, no
se permitieron confianzas. Hubo un toro de muy buena nota, el cuarto de la
tarde, que, elástico y noble, metió la cara por las dos manos, fue pronto,
poderoso y noble y hasta hizo el surco por el pitón izquierdo. No se inspiró
Escribano con él. Tal vez por el exceso de descarga de adrenalina en su espera
de rodillas frente a la porta gayola o el gasto de un tercio de banderillas de
logros muy desiguales. Al primero de la tarde, tapándole mucho y en los medios,
le había pegado Escribano dos tandas templadas. Estaba la gente todavía fría.
El primero de lote de Luque, 660 kilos, fue
campeón de los pesos pesados. Descabalgó pero no derribó en una primera vara,
metió los riñones después. Pareció claro -Fortes le había hecho un vistoso
quite de costadillo rematado con verónica y media- y Luque se fue a la
distancia para cite de largo y reunión en la suerte natural. No interesó el
gesto. No prosperó la deriva de la faena, en el tercio, y por la mano buena del
toro, la izquierda, repeticiones humilladas. Menos aire tuvo el trabajo con el
quinto, que fue el que más veces se desentendió de engaño y más veces se salió
suelto, y buscando luego. No menos que el quinto se había ya soltado distraído
el tercero, con el que Fortes abrió faena con una hermosa tanda de tres por
alto cosidos con tres por abajo y el de pecho. Fórmula antigua, pero receta de
provecho si el toro no hubiera sido tan pegajoso, tan mirón y tan poco de fiar
que estuvo a punto de descomponerse. Una tanda de naturales frontales fue aviso
del Fortes que iba a verse después.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Pedraza de Yeltes (Luis Uranga).
Manuel
Escribano, silencio en los dos.
Daniel
Luque, silencio tras aviso y
silencio.
Fortes, silencio y dos vueltas al ruedo tras
petición de oreja mayoritaria que no atendió el presidente, generandose una
gran bronca con lluvia de almuhadillas al ruedo.
Viernes, 11 de mayo de 2018. Madrid. 4ª de
San Isidro. 16.000 almas. Primaveral. Dos horas y cuarto de función.
Postdata
para los íntimos.- De vuelta a la calle (de) Colomer querría decir que
el edificio vaciado y no enladrillado con el sistema antiokupas no es uno de
los dos nobles de la calle sino todo lo contrario. Uno de los dos nobles lo es
mucho más que el otro. En la terraza del ático hay un jardín que se ve desde la
calle. Tengo entendido que ahí se instaló una dama enamorada de la plaza de las
Ventas. No es calle precisamente graciosa, pero llega, cruzando (la avenida de
los) Toreros hasta el talud norte de las Ventas, con su pino soberbio, que es el
árbol de mejor porte de todo el entorno.
Los pinos solitarios son gente aparte. En el callejeo previo he vuelto a pasar
por (la calle de) Biarrittz, y a tomarla por la entrada de (la calle de)
Brescia. En el entrante de la esquina hay un pequeño jardín de setos de boj y
tres parterres donde todavía sobreviven las rosas de abril. El aroma de las
rosas se siente en ese tramo. Parece mentira. La cafetería Biarritz es my
recomendable de 5 a 6. Suelen poner partidos de tenis en un pequeño televisor.
En el hotel de enfrente se hospedaba uno de los toreros de esta tarde. Uno de
los dos de Gerena. Fortes es malagueño, o sea que... Tengo dicho y escrito
muchas veces que no conozco ni un solo caso de torero hospedado -es decir,
vestido- en el hotel que haya cortado en las Ventas una oreja. Ni una vuelta al
ruedo. Como antes era itinerario obligado, doy fe. Al ver la etiqueta de la
furgoneta, me he dicho: otro de la estadística. Y en efecto.
Finlandia es un país maravilloso. No conozco la
Laponia ni muchas otras regiones del país, que es inmenso. Tuve la ventura de
ser invitado por el Turismo de Finlandia a una ruta de reconocimiento hace
veintitantos años. Agotada la estancia, me quedé por mi cuenta en Helsinki una
semana más. Y venga barcos por el Báltico, y venga tranvías, y venga a comer lo
que se podía. Porque en el país de la felicidad cuecen el pescado hasta dejarlo
incomestible y tienen el vicio de servir el reno con crema de leche. O lo
cocían o lo tenían. Una razón de la felicidad de los finlandeses, capaces de
aguantar tres meses del año sin apenas ver el sol y otros tres sin apenas ver
la noche, es su escuela. Las escuelas finesas, donde se prohíbe a los niños
comer pipas. En Finlandia, donde tantos y tantos lagos, y tantos y tantos
bosques, no encontraréis girasoles. Las pipas serán carísimas. Se venden
peladas porque lo que no se puede hacer con las cáscaras es escupirlas ni
tirarlas al suelo. Y así que tendría que ser en todas las plazas de toros. No
solo en las de Finlandia o Japón, donde las reglas del protocolo prohíben las
pipas. En las plazas españolas también.
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