ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de
Madrid
Foto: EFE
Foto: EFE
El ruedo aún traspiraba la humedad de las tormentas
nocturnas, y el cielo oscurecido de nubes negras amenazaba con más. En la arena
todavía había surcos de El Juli y «Licenciado».
Otra torrentera. Alejandro Talavante cogió la sustitución del lesionado Paco
Ureña. Y ese gesto de volver a dar la cara en Madrid se lo agradeció la plaza
con una calurosa ovación. Núñez del Cuvillo lidiaba su segunda corrida en San
Isidro. Y Talavante también.
"Cacareo" cayó en sus manos. De tan notable reata
en cuvillo. Ensillado o de lomo quebrado, bajo, de buena cara y sobresaliente y
templada calidad. Las apuestas tienen recompensa. El toro llegó a la muleta sin
notas especiales. Ni en el caballo ni en banderillas, cuando apretó a Juan José
Trujillo hasta sacarle el aliento. El quite de Juan Bautista fue providencial.
Como la providencia se apareció en el lento clasicismo de Tala. Desde la
colococación al embroque. ¡Y la expresión! La faena tuvo
prólogo y epílogo calcados. Genuflexa la figura, la embestida en cosida en su
derecha. La serenidad como poso entonces y después. En la ligazón y en la
despaciosidad. Un cambio de mano convertido en eterno natural catapultó un ole
inmenso. Como en aquella lejana tarde de Sevilla de 2007. El toreo diestro pasó
a ser zurdo. Enfrontilado, a pies juntos el inicio de una serie, cargada la
suerte siempre, la izquierda talavantista fluía con delicioso compás. La
reunión bellísima de quien se embraguetaba en cada lambrerazo. Como si la
cintura fuera a partirse siendo junco en su verticalidad. No había arrebatos ni
camisas rotas. Ni guiños a la marabunta. La torería brotaba calma. Íntima. Sólo
un golpe para la galería. Mirando al tendido. As usual. Y cobró en dos tiempos
la estocada. La plaza se entregó sin el apasionamiento del 16-M. Cuando la
petición se frenó extrañamente en la oreja. Ahora no hubo topes y la marea de
pañuelos no cesó. La misma serenidad constante de la obra de Alejandro
Talavante rindió al palco. Y la Puerta Grande. La quinta de su carrera.
Probablemente, la más madura y la menos arrebatada.
Talavante volvió a estar a su nivel con un quinto que se
dejó sin excelencias. Sobre un pantano. El acero se encasquilló y no redondeó
su gran tarde.
A López Simón le devolvieron el toro titular de Cuvillo y le
soltaron un sobrero del Conde de Mayalde. Bastorro, grandón, 600 kilos de
boyanconas intenciones. Simón cogió el aire a su embestida noblota y dormida
por el derecho. La templanza de pronto se rompió en un cambio de mano. El toro
se le quedó debajo y lo levantó como a un muñeco. Un palizón terrorífico en el
suelo. Los pitonazos silbaban por su rostro. Por el cuello. Por la yugular.
Sobre el cráneo, una estampida de pezuñazos. El torero de Barajas quedó
maltrecho. Retorcido como un guiñapo. Cuando lo recogieron las cuadrillas, la
pálida luz de su gesto doliente asustaba. Por el boquete de la taleguilla no
asomaba la sangre. LS consiguió recuperarse para volver al toro. Y seguir por
el pitón que se daba. Por el derecho, o sea. La fibra para continuar se
manifestó en nuevos redondos que incluso mejoraban lo anterior. Enhiesta
siempre la planta. Desistía la embestida de su celo y amagaba con irse a
toriles. Era el momento de matar. Pinchó una vez el matador. Que en el
siguiente ataque se volcó sobre la testuz. Otro volteretón crujió su osamenta.
La emotividad del trance entregó el trofeo al pundonor. Y no sólo.
La mejor versión de López Simón con el último. Un jabonero
no bonito pero a más. Enganchando las embestidas como nunca. Descalzo sobre un
barrizal. Y templado. Estocada y oreja. Otro repoquer de Puertas Grandes.
Cuando Juan Bautista afrontaba su segundo turno, se abrieron
las compuertas del cielo. El diluvio universal inundó el ruedo. Bajo la cortina
de agua, Bautista trataba al cuarto de Cuvillo. Más fino que el suyo anterior.
Tan bruto por fuera como por dentro. Pero este «Licenciado»
se prestó sin terminar de humillar. Y en esas condiciones todo lo que JB hacía
adquiría un mérito tremendo. Bajo sus pies un lodazal; sobre su cabeza, el mar.
Tuvo que cambiar la muleta de tanto que pesaba. Pinchó antes de cobrar la
estocada. Y saludó una ovación.
CUVILLO | Bautista, Talavante y López Simón
Toros de Núñez del Cuvillo
de diferentes hechuras, serios; excelente el 2º; noble y a más el 6º; se dejó
sin humillar el 4º; no sirvió el 1º; se prestó el 5º sin excelencias; y un
sobrero del Conde de Mayalde (3º
bis), boyancón.
Juan Bautista, de azul marino y oro. Estocada casi
entera, rinconera y atravesada (silencio). En el cuarto, pinchazo en la suerte
de recibir y estocada (saludos).
Alejandro Talavante, de tabaco y oro. Estocada (dos orejas). En
el quinto, dos pinchazos y estocada (saludos).
López Simón, de azul añil y oro. Pinchazo y estocada
(oreja). En el sexto, estocada (oreja). Salió a hombros por la Puerta Grande
con Alejandro Talavante.
Monumental de las Ventas. Viernes, 25 de mayo de 2018. Decimoctava de
feria. Lleno.
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