El
extremeño enloqueció Madrid. Cortó una oreja como Ferrera y Manzanares pero de
otro modo. Acarició la Puerta Grande con el sexto de la armada, hechurada y
buena corrida de Núñez del Cuvillo.
Por los aledaños de la plaza el bullicio transpiraba el ambiente de las tardes señaladas. Una expectación desbordante al reclamo de las figuras. Y no defraudó la cita. No cabía un alfiler ni con los tendidos en pie por el recuerdo de silencio de la muerte de Joselito el Gallo en Talavera. Noventa y ocho años hace. Un grito extemporáneo de "¡Viva España!" rompió el minuto antes de hora.
El arrebato vino con Alejandro Talavante y un toro
veleto de notables hechuras. Era el tercero ya. Manseó en varas y se dolió en
banderillas. Nadie lo había visto. Cuando Talavante se dobló genuflexo por la
mano derecha, debajo del "7", el cuvillo se estiró con un fondo de
casta revolucionada. De pronto, Las Ventas erupcionó como el Kilauea. Y siguió
la lava el curso de la muleta a rastras de AT, flexible la cintura de junco,
engrasada la muñeca. Esa que en su izquierda es privilegio de dioses. Y que con
el último giro exacto y reflejo de cada natural evitaba el tornillazo que
chispeaba como un cable pelado de alta tensión. Las tandas ligadas morían
inmaculadas por debajo de la pala del pitón. La velocidad del toro las
ameritaban. Cuando regresó a la diestra, la belleza talavantista cobró una
dimensión mayúscula. Un derechazo absolutamente enroscado, el cambio de mano
incendiario, la trincherilla encendida. La coda por bajo, genuflexo otra vez, y
la estocada rindieron el palco. El trofeo cayó con una emoción ahora
indescriptible.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL
MUNDO de Madrid
Foto: EFE
Por los aledaños de la plaza el bullicio transpiraba el ambiente de las tardes señaladas. Una expectación desbordante al reclamo de las figuras. Y no defraudó la cita. No cabía un alfiler ni con los tendidos en pie por el recuerdo de silencio de la muerte de Joselito el Gallo en Talavera. Noventa y ocho años hace. Un grito extemporáneo de "¡Viva España!" rompió el minuto antes de hora.
Antonio Ferrera estrenaba su nueva y elegida
situación de soledad. Cesadas unilateralmente las relaciones con sus apoderados
Ellauri y Tornay unos días atrás, camina de momento solo. Hecho un primer tramo
de temporada impecable, no ha habido explicaciones. Las imponentes velas del
primer cuvillo coronaban su elevada y colorada anatomía. Montado y alto de
agujas. Hondo trapío. Atacó siempre con las virtudes de la fijeza y la brava
nobleza, pero no con humillación. Así en capotes, caballo y muleta. Ferrera lo
entendió a su altura. Allí en las proximidades del tercio de los terrenos de
sol. En paralelo a las rayas, la distancia también y tan bien interpretada.
Fluyó la naturalidad reposada de AF, menos abigarrado que en otras ocasiones.
Dos series por la derecha, dos por la izquierda. Todas con la media de cuatro
muletazos por ronda. El último tramo intercalando ambas manos sin la ayuda. A
los vuelos todo el hermoso cierre a favor de las tablas. Una estocada en lo
alto y una oreja en su justa medida. Una emoción pero no indescriptible.
José María Manzanares había pasado raudo y de
puntillas con un toro bajo. Acodado y de puntas tan afiladas como su informal
genio. La movilidad por encima de la clase inexistente. De repente, el cuvillo
se encogió. Y en un pispás se echó rendido. La sensacional estocada silenció
las desaprobaciones hacia la colocación del torero durante la faena.
Al redondo y cargado cuarto le faltó empuje. Y
descolgar como es debido. «Rescoldito» venía sin lumbre. A Ferrera se le dan
las medias alturas. Pero ni por esas logró despegar al cuvillo de su noblote y
anclado ser. Ni con todo el metraje del mundo. El acero se le fue a los bajos
en un feo metisaca fulminante.
Apuntalaba el quinto la diversidad de líneas de la
seria y buena corrida de Núñez del Cuvillo. Fino el hocico. Como las puntas.
Cuajado volumen en su armónica presencia. Jabonero sucio de pinta. José María
Manzanares se sacó la espina de la frustración. Desde las verónicas de majestad
y empaque. Meció también el capote en el quite por delantales. Tan ajustado el
último mandil, que lo desequilibró un pitonazo. JMM lo midió en el caballo. Y
en la muleta. Careció la faena de prólogo y epílogo. Suele ser hábito en su
concepto. Pero en el núcleo central el asiento del torero se entendió con la
obediencia del cuvillo. Un punto rebrincado y sin rebosarse. De ahí que las
series fueran necesariamente cortas. Como la inteligente media distancia. Los
pases de pecho elevaban las rondas con superior ejecución. Como el tremendo
espadazo contundente. Que disparó el todo hasta la oreja.
La emoción indescriptible volvía a quedar para
Talavante. La plaza le esperaba con ese runrún de cosa grande. Cuando apareció
el hechurado sexto apuntando notas de esperanza, el ruido creció. Como en el
principio desmayado de obertura. La derecha dormida y lenta de Alejandro.
Despacioso con la calidad del toro como arcilla moldeable para el alfarero. Un
cambio de mano travestido de natural causó asombro dentro del asombro. Una
berraquera que apuntaba a la puerta de la gloria. Pero el fondo de la embestida
empezó a apagarse. AT tiró el estoque simulado. Y se puso por una y otra mano,
locamente. La lógica impuso el exacto fin. Todavía había luz. La espada apagó
los focos. Y entornó de nuevo el portón de los sueños.
NÚÑEZ DEL CUVILLO | Ferrera, Manzanares
y Talavante
Toros de Núñez del Cuvillo, de abiertas líneas, serios y hechurados; noble
el bravo 1º sin humillar; encastado el 3º; de informal movilidad el 2º; noblón
parado el 4º; obediente el 4º; de mucha calidad pero a menos el 6º.
Antonio
Ferrera, de berenjena y oro.
Estocada (oreja). En el cuarto, metisaca en los bajos. Aviso (palmas).
José
María Manzanares, de azul marino
y oro. Estocada (silencio). En el quinto, espadazo (oreja).
Alejandro
Talavante, de blanco y oro.
Estocada casi entera pasada y tendida (oreja). En el sexto, dos pinchazos y
estocada (saludos y gran ovación de despedida).
Se guardó un minuto de silencio por los 98
años de la muerte de Joselito el Gallo
en Talavera.
Monumental de las Ventas. Miércoles, 16 de
mayo de 2018. Novena de feria. Lleno de "no hay billetes".
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