miércoles, 16 de mayo de 2018

FERIA DE SAN ISIDRO – NOVENO FESTEJO: La emoción indescriptible de Talavante

El extremeño enloqueció Madrid. Cortó una oreja como Ferrera y Manzanares pero de otro modo. Acarició la Puerta Grande con el sexto de la armada, hechurada y buena corrida de Núñez del Cuvillo.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
Foto: EFE

Por los aledaños de la plaza el bullicio transpiraba el ambiente de las tardes señaladas. Una expectación desbordante al reclamo de las figuras. Y no defraudó la cita. No cabía un alfiler ni con los tendidos en pie por el recuerdo de silencio de la muerte de Joselito el Gallo en Talavera. Noventa y ocho años hace. Un grito extemporáneo de "¡Viva España!" rompió el minuto antes de hora.

Antonio Ferrera estrenaba su nueva y elegida situación de soledad. Cesadas unilateralmente las relaciones con sus apoderados Ellauri y Tornay unos días atrás, camina de momento solo. Hecho un primer tramo de temporada impecable, no ha habido explicaciones. Las imponentes velas del primer cuvillo coronaban su elevada y colorada anatomía. Montado y alto de agujas. Hondo trapío. Atacó siempre con las virtudes de la fijeza y la brava nobleza, pero no con humillación. Así en capotes, caballo y muleta. Ferrera lo entendió a su altura. Allí en las proximidades del tercio de los terrenos de sol. En paralelo a las rayas, la distancia también y tan bien interpretada. Fluyó la naturalidad reposada de AF, menos abigarrado que en otras ocasiones. Dos series por la derecha, dos por la izquierda. Todas con la media de cuatro muletazos por ronda. El último tramo intercalando ambas manos sin la ayuda. A los vuelos todo el hermoso cierre a favor de las tablas. Una estocada en lo alto y una oreja en su justa medida. Una emoción pero no indescriptible.
El arrebato vino con Alejandro Talavante y un toro veleto de notables hechuras. Era el tercero ya. Manseó en varas y se dolió en banderillas. Nadie lo había visto. Cuando Talavante se dobló genuflexo por la mano derecha, debajo del "7", el cuvillo se estiró con un fondo de casta revolucionada. De pronto, Las Ventas erupcionó como el Kilauea. Y siguió la lava el curso de la muleta a rastras de AT, flexible la cintura de junco, engrasada la muñeca. Esa que en su izquierda es privilegio de dioses. Y que con el último giro exacto y reflejo de cada natural evitaba el tornillazo que chispeaba como un cable pelado de alta tensión. Las tandas ligadas morían inmaculadas por debajo de la pala del pitón. La velocidad del toro las ameritaban. Cuando regresó a la diestra, la belleza talavantista cobró una dimensión mayúscula. Un derechazo absolutamente enroscado, el cambio de mano incendiario, la trincherilla encendida. La coda por bajo, genuflexo otra vez, y la estocada rindieron el palco. El trofeo cayó con una emoción ahora indescriptible.

José María Manzanares había pasado raudo y de puntillas con un toro bajo. Acodado y de puntas tan afiladas como su informal genio. La movilidad por encima de la clase inexistente. De repente, el cuvillo se encogió. Y en un pispás se echó rendido. La sensacional estocada silenció las desaprobaciones hacia la colocación del torero durante la faena.

Al redondo y cargado cuarto le faltó empuje. Y descolgar como es debido. «Rescoldito» venía sin lumbre. A Ferrera se le dan las medias alturas. Pero ni por esas logró despegar al cuvillo de su noblote y anclado ser. Ni con todo el metraje del mundo. El acero se le fue a los bajos en un feo metisaca fulminante.

Apuntalaba el quinto la diversidad de líneas de la seria y buena corrida de Núñez del Cuvillo. Fino el hocico. Como las puntas. Cuajado volumen en su armónica presencia. Jabonero sucio de pinta. José María Manzanares se sacó la espina de la frustración. Desde las verónicas de majestad y empaque. Meció también el capote en el quite por delantales. Tan ajustado el último mandil, que lo desequilibró un pitonazo. JMM lo midió en el caballo. Y en la muleta. Careció la faena de prólogo y epílogo. Suele ser hábito en su concepto. Pero en el núcleo central el asiento del torero se entendió con la obediencia del cuvillo. Un punto rebrincado y sin rebosarse. De ahí que las series fueran necesariamente cortas. Como la inteligente media distancia. Los pases de pecho elevaban las rondas con superior ejecución. Como el tremendo espadazo contundente. Que disparó el todo hasta la oreja.

La emoción indescriptible volvía a quedar para Talavante. La plaza le esperaba con ese runrún de cosa grande. Cuando apareció el hechurado sexto apuntando notas de esperanza, el ruido creció. Como en el principio desmayado de obertura. La derecha dormida y lenta de Alejandro. Despacioso con la calidad del toro como arcilla moldeable para el alfarero. Un cambio de mano travestido de natural causó asombro dentro del asombro. Una berraquera que apuntaba a la puerta de la gloria. Pero el fondo de la embestida empezó a apagarse. AT tiró el estoque simulado. Y se puso por una y otra mano, locamente. La lógica impuso el exacto fin. Todavía había luz. La espada apagó los focos. Y entornó de nuevo el portón de los sueños.

NÚÑEZ DEL CUVILLO | Ferrera, Manzanares y Talavante
Toros de Núñez del Cuvillo, de abiertas líneas, serios y hechurados; noble el bravo 1º sin humillar; encastado el 3º; de informal movilidad el 2º; noblón parado el 4º; obediente el 4º; de mucha calidad pero a menos el 6º.
Antonio Ferrera, de berenjena y oro. Estocada (oreja). En el cuarto, metisaca en los bajos. Aviso (palmas).
José María Manzanares, de azul marino y oro. Estocada (silencio). En el quinto, espadazo (oreja).
Alejandro Talavante, de blanco y oro. Estocada casi entera pasada y tendida (oreja). En el sexto, dos pinchazos y estocada (saludos y gran ovación de despedida).
Se guardó un minuto de silencio por los 98 años de la muerte de Joselito el Gallo en Talavera.
Monumental de las Ventas. Miércoles, 16 de mayo de 2018. Novena de feria. Lleno de "no hay billetes".

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