Ajustar
la feria no necesariamente debería ser recortar, el verbo sin más matices es
una simpleza, suena fatal y no lleva a ninguna parte cuando en este momento el
toreo necesita de Madrid más que nunca.
Madrid y su San Isidro lo envuelve todo estos
días. Es lo previsto. Y lo tradicional. Especie de ley natural que, llegado
mayo, hace valer su peso sobre el resto del planeta toro. De pronto Jerez y su
lujo quedan lejos, lejísimos, y su toro ya no digamos, y pasará tres cuartos de
lo mismo cuando lleguen las corridas del Corpus o el pentecostés nimeño. La
trascendencia de Madrid se mide en triunfos, en tendencias, en fiascos, en
cabreos, ¡en Madrid que atoree San Isidro! dicen que dijo el Guerra, o sea que
la cosa viene de lejos; también en nuevas ilusiones, cada año un nombre, dos,
tres ¡todavía hacen falta más! Este año ya van unos cuantos, el primero Cortés,
lo suyo no fue en San Isidro propiamente dicho pero como si lo fuese; el
segundo por orden de aparición fue Román, brillante superviviente ante un
huracán de clase y bravura llamado Hechizo ante el que no desmereció; luego
llegó Fortes, un baluarte para frenar la desilusión de una torada que en
Francia es afiche de nivel pero no acaba de cogerle el pulso a Madrid. Eso por
ahora, pero la justa isidril no ha hecho más que comenzar. Ya llegarán más
triunfos, seguro, pero también fiascos, cabreos, tardes amargas,
duras-durísimas y esperemos que también apoteosis que, en Las Ventas, cuando
suenan, es que suenan de verdad.
LA OTRA
CARA.- Este año se han manifestado especialmente los efectos del cambio
social que vive el país y se aprecian unos claros en los tendidos que en las
últimas décadas se antojaban impensables. Son claros que duelen en el alma de
los aficionados como coronas de espinas. No marcan el declive de la Tauromaquia
ni mucho menos, me niego a reconocerlo aunque si lees El País… solo se trata, y
no es poco, de un indicador, pero ¡aprovéchenlo, entérense, no lo obvien, no
seamos necios! Son las señales de alerta que emanan de un ente vivo que late al
ritmo de la sociedad y sus hábitos en cada momento. Ante esa realidad hay que
ajustar el modelo, de la misma manera que un buen día don Livinio, con una gran
visión de futuro, ahí están los efectos durante setenta años, ajustó el modelo
de la acreditada y asentada entonces temporada de Madrid a la demanda de una
sociedad que estaba descubriendo otras ofertas de ocio para los domingos. Fue
una huida/solución hacia adelante.
La clave es aprovechar la marca San Isidro y conservar el
significado de gran acontecimiento. En cualquier otro espectáculo los momentos
cumbres se producen no tanto en el día a día sino en las grandes
concentraciones de estrellas
AJUSTAR,
SÍ; RECORTAR, NO.- Ajustar no necesariamente debería ser recortar, el
verbo sin más matices es una simpleza y suena fatal, además de estar demostrado
que no lleva a ninguna parte. Sobre todo porque en este momento el toreo y sus
protagonistas necesitan de Madrid más que nunca. El futuro, no lo olviden, pasa
por Madrid: o sucede en Madrid o no sucede. Un recorte caparía el lanzamiento
de nuevos toreros y quitaría la palabra a los que todavía tienen que decir y si
no es en Madrid que alguien me diga dónde puede ser. La clave es aprovechar la
marca Madrid o mejor habría que decir la marca San Isidro, ese extremo debe ser
innegociable, conservar el significado de gran acontecimiento es prioritario.
Eso no es privativo del toreo. En cualquier otro espectáculo los momentos
cumbres se producen no tanto en el día a día sino en las grandes
concentraciones de estrellas, en los ambientes más desbordantes, ahí están como
ejemplo los mundiales, copas de Europa, grandes premios del tenis, la fórmula
uno, la final four, los grandes conciertos… Donde van los más grandes y los
emergentes.
Hasta el mismísimo poderoso y santo fútbol sufre
el fenómeno: se desborda en las grandes citas y tiene que tapar sus vergüenzas
dominicales como puede, bien primando a los espectadores para que vayan, bien
multando a las directivas que no logren llenar, bien situando las cámaras en un
lugar determinado para que los claros queden fuera de tiro… cualquier cosa
antes que televisar tendidos vacíos un domingo, porque los claros y el cemento
existir existen también en el fútbol, solo que ellos tienen organismos y
herramientas que corrigen, adaptan y hasta reivindican ante las
administraciones. En los toros no los tenemos y los que tenemos no acaban de
arrancar y no sé, perdonen la malicia, si están al servicio de todos o si
sufren tentaciones, al menos tentaciones, personalistas.
Ajusten, dividan, parcelen, inventen, sí, otro San Isidro, o
llámenle como quieran, potencien Otoño. ¿Que no quieren ir las figuras?... pues
busquemos nuevas figuras. Recortar es invitar a la miseria, recortar es morir
RECORTAR
ES MORIR.- ¿Que qué hacer pues? Ajusten, dividan, parcelen, estimulen,
inventen, sí, otro San Isidro, o llámenle como quieran, potencien Otoño. ¿Que
no quieren ir las figuras?... pues busquemos nuevas figuras, sí, ya sé, las
figuras nacen de tanto en tanto pero las figuras también se hacen, seguro.
Insisto, recortar es invitar a la miseria, recortar es morir. El caso es que a
San Isidro, también a Sevilla, a las Fallas, a Pamplona, a Bilbao -ojo con lo
que vaya a pasar en Bilbao- y no digo con Zaragoza, hay que mantenerlo en lo
más alto, con la máxima vida… lo que pase en esas citas pasará en la temporada.
Y si cede Madrid, adiós, a ver quién remonta. / JOSÉ
LUIS BENLLOCH - Redacción APLAUSOS
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