El torero de San Blas cuaja un
extraordinario toro de Alcurrucén pero no lo revienta con la espada; la Puerta
Grande se quedó en una oreja de peso.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de
Madrid
Foto: EFE
Foto: EFE
Un vendaval azotaba la Corrida de la Cultura como si fuera
antitaurino. El mano a mano entre El Juli y Ginés Marín se había señalado en
rojo en el calendario. La figura consagrada y el triunfador de San Isidro 2017.
Un hueco forzado, aunque parezca mentira, para Julián López cuando las
negociaciones se habían envenenado. La solución final en el último suspiro, con
todas las ganaderías estelares adjudicadas en los carteles redondos, desembocó
en la idea de los tres hierros escogidos: Victoriano del Río,
Garcigrande/Domingo Hernández y Alcurrucén.
Un toro bajo de Victoriano del Río, de exacta y armónica
proporción, estrenó la tarde. El Juli templó la verónica y al viento en una
concatenación de lances de manos bajas. De menos a más el compás. Hasta la
media hermosa. Duró una eternidad el primer puyazo. Tanto era la codicia. Para
compensar, la siguiente vara sólo marcó la piel. Antes y después, Juli y Ginés
rivalizaron en quites. Si aquél propuso tijerillas y delantales y luego replicó
con chicuelinas de capote arrastras -torerísima la larga genuflexo para
quitárselo de encima-, éste se aplicó por gaoneras de limpio trazo. La noble
fijeza del victoriano anunciaba ya un motor escaso. El torero de San Blas lo
mimó con suavidad. Con tiempos y espacios. Haciéndolo todo para romperlo hacia
adelante. Remontó un desarme por la izquierda. Que precisamente trajo naturales
a pulso. Con el toro en mínimos tragándoselos hacia los adentros.
Pasó el toro de Alcurrucén con más pena que gloria. Tan
pobre por dentro como su triste perfil. Ginés en blanco y sin opciones. O
viceversa.
El premio gordo de los Lozano venía en las hechuras de ensueño
de «Licenciado», hermano del toro que
licenció a Juan del Álamo el año pasado. Un tacazo, un zapato. Pleno de
bravura. Como cantaba su armada expresión. Sin hacer ruido en los tercios
previos, rompió en las sabias manos de El Juli. Rodilla en tierra, el prólogo
caló como viejos carteles. El cambio de mano, la trincherilla en pie, el lío.
Rugió entonces Madrid. Y ya no paró. Las frondosas series de derechazos
-ninguna de menos de seis, todos ligados- desprendían ritmo y temple, embroque
y gobierno. Juli tuvo siempre en su palma la seda y el látigo. Por abajo todo,
inmaculado. El torero se hundía con el toro. En los vuelos, la calidad. Vaciada
en los eternos pases de pecho cuando no había otra que cortar la casta
torrencial. Los naturales de una tanda partida no sumarían menos de doce. Una
marea creciente. La muleta eternamente puesta y dispuesta. La colocación
geométrica. Y así, de regreso a la derecha, el pitón sublime, El Juli reventó
el cotarro.
Embraguetado, atalonado, excavando una zanja sin quebrantar
la figura. La tela roja barría de tal modo la arena venteña. Sobre ella caían
los oles de las gargantas de tierra. La brutalidad de otro cambio de mano
aumentó la hondura. Si es que era posible. El cierre zurdo y genuflexo todavía
dio más de sí la profundidad de «Licenciado». Que se cuadró perfecto a la
espera de la muerte. La espada se enterró solo a medias. Pasada y de efectos
retardados. El descabello arruinó la Puerta Grande presentida. No la oreja a la
rotundidad. Esa dimensión. El "upside down" del toreo. Sevilla y
Madrid rendidas. 20 años no son nada.
La mala fortuna persiguió a Ginés Marín travestida en el
genio de Garcigrande. Serio, de generoso cuello y estructurado. Tanto como
orientado. Cada vez más. Ginés no volvió el rostro a la pelea. Haciendo de
tripas corazón. Como reflejaba su gesto. La voltereta se fraguaba. Y llegó
cuando le proponía la zocata. Un zurriagazo terrorífico. Del suelo se incorporó
el extremeño de Jerez íntegro. La rabia de la bestia abrió una grieta a la
mansedumbre rajada. No desistió en el empeño GM.
Otra prenda fue el quinto. Un cinqueño de Garcigrande
versión Domingo Hernández. Un depredador que además se lesionó. Debajo de sus
estrechas sienes y la seriedad de la edad, sólo malas ideas. Soler bordó la
reunión con los palos. Como cierre a su notable tarde. Juli le hizo el quite
muleta en mano. Y no tuvo opción. La cara entre las manos, el ataque tobillero.
Sin irse y agazapado el bruto. Entre dentellada y dentellada, amagó con
echarse. Momentos de apuro. Juró en arameo Julián. Que lo intentó sin
respuesta. Madrid se lo reconoció.
El último, otro con los cinco años cumplidos, lucía un
volumen estratosférico. Agustín Navarro agarró el puyazo de la feria.
Sensacional. Con todo el palo por delante. El torazo de Victoriano del Río tuvo
bondad y falta de continuidad. Ginés lo interpretó con su fino concepto. Finura
frente a los 600 kilos de buenas intenciones. Más que su desarrollo. De mayores
aptitudes en los inicios que en los finales de viaje. No cabía en la muleta
para torearlo tan curvo. La curva definitiva fue la descendente.
DIFERENTES GANADERÍAS | El Juli y Ginés Marín
Toros de Victoriano del Río
(1º y 6º); Alcurrucén (2º y 3º); Garcigrande (4º) y Domingo Hernández (5º); cinqueños 5º y 6º.
El Juli, de azul marino y oro. Pinchazo y estocada
pasada y desprendida (ovación). En el tercero, media estocada pasada y dos
descabellos (oreja). En el quinto, estocada desprendida (saludos).
Ginés Marín, de rioja y oro. Pinchazo y estocada
(silencio). En el cuarto, estocada (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada
y descabello (ovación de despedida).
Monumental de las Ventas. Jueves, 24 de mayo de 2018. Decimoséptima de
feria. Lleno de "no hay billetes". Corrida de la Cultura.
EL
CARTEL DE HOY: Toros de Nuñez del Cuvillo para Juan Bautista Jalabert,
Alejandro Talavante (que sustituye a Paco Ureña) y Alberto Lopez Simon
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