Una
corrida desmesurada de Las Ramblas desesperó. Mora sorteó el más bajo y potable
de los toros. El presidente devolvió, supuestamente, un manso por manso.
Juan del Álamo |
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL
MUNDO de Madrid
Foto: EFE
A la séptima corrida de San Isidro le precedían
los rumores. Alguien soltó el bulo el día anterior de que David Mora no
torearía por problemas físicos. Y otro dijo que el primer toro de Las Ramblas
había estado en Colmenar Viejo en una tarde lluviosa que se suspendió a finales
de agosto. Sólo que esto último, su estancia pasajera por la sierra, lo
confirmaba la postverdad de sus pitones.
No es que estuviera gordo en su caja baja, es que
estaba atacado. Sus 600 kilos apretados a presión y su encendida piel chorreada
en verdugo le conferían una morfología de extraño animal. El morrillo tapaba la
culata en vista frontal. Y la culata, el morrillo en plano posterior. Bastote
desde sus cortas manos. Una excepción de todos modos en el sexteto de Las
Ramblas. Que por la alzada y la construcción en cuesta arriba del resto de los
toros se podría traducir por Las Rampas.
David Mora mató extraordinariamente al toro
colmenareño. Torear, lo que es torear, más bien regular. Cuando una vez lo
enganchó por delante y su brazo derecho se estiró, la embestida fue hasta allí.
Normalmente la diestra de Mora tiende a encogerse. A recortar el muletazo. Y
esto lo suple el torero agachándose. Lo que no puede sustituir es el tramo que
le quita a la embestida. Que no era mala, por cierto. Curiosamente, DM se
coloca y torea con otra soltura por la izquierda. Pero por ahí el viaje, aún
corregido de las cosas feas que marcó en los capotes, no se repetía igual. Sin
excelencias, el funo sirvió.
Desde entonces, la corrida de Las Rampas subió dos
palmos. La altura de agujas y la astifinísima testa del segundo imponían.
Claro, que desde la estratosfera había que olvidarse de la función motriz de
humillar. Juan del Álamo sacó los brazos a la verónica de curioso vuelo y
remató con tres medias. De menos a más la triada en bella ejecución. Si la
tercera hubiera sido la primera, habría bastado con ella en soledad. Tres son
multitud. También en el toreo. Luego Del Álamo se acopló a veces a la altura.
Cuando más entendió que obligarle sólo valía para rebotarle. Así que a su aire
fue por la mano derecha. Al natural costó más pues el viento enredaba tela y el
terrorífico velamen iba por el palillo. La torería del prólogo por bajo ya
podía haber sustituido a las manoletinas del epílogo. Resolvió con la espada y,
como Mora, saludó una ovación. Buena la gente.
José Garrido pasó de puntillas con el tío de 618
kilos vacíos que hacía tercero. Obediente el bruto desde su alzada y tozudo el
torero. Densa faena.
El suceso de la tarde los protagonizó el
presidente Jesús María Gómez: asomó el pañuelo verde para un buey de 601 kilos
que se asustaba de capotes y de su sombra emplazado en los medios. No dio paso
ni a los caballos para devolverlo. Si la decisión respondió como rechazo a su
mansedumbre, muy mal. Pero le diré algo para quitarle hierro: el peor pecado,
el verdadero problema, no es equivocarse y rechazar un buey por buey, sino
aprobarlo. Sellarle el pasaporte de toro por la mañana. Ese "error"
es mucho más grave porque termina siendo una estafa para el aficionado. Más que
devolverlo. Los aficionados se enfadaron (por la devolución, no porque nos
echen bueyes un viernes y repitan el lunes). Y luego siguieron cabreados con el
escaso trapío del sobrero de José Cruz. Si David Mora tendrá buen bajío, que le
embistió. Que te embista uno de Cruz -con sus matices- es como que te toque el
Euromillon. La faena tuvo fases, momentos, ratos. Desigualdades reflejadas
incluso dentro de una misma serie. Sensación de desorden. Y de mucha extensión.
Y siempre la actitud de querer de Mora. Que ahora se encasquilló con los aceros
y oyó dos avisos.
El buey de todos los bueyes de Las Ramblas
apareció como quinto. La piel colorada o castaña da más apariencia de Apis. 643
kilos también. Pegarle pases a aquella mole inocua ya tenía mérito. Juan del
Álamo no volvió la cara y resolvió con la espada.
Peor fue el último para desgracia de José Garrido.
Ni uno tenía. Guasa por encima del palillo. Lo dicho, el timo del tocomocho:
dar buey por toro es una estafa.
LAS RAMBLAS | David Mora, Juan del Álamo
y Garrido
Toros de Las Ramblas, enormes bueyes; destacó el bajo 1º; y un sobrero de José Cruz (4º bis), de escaso trapío y
bueno.
David
Mora, de verde manzana y oro.
Gran estocada (saludos). En el cuarto, dos pinchazos, media estocada y dos
descabellos. Dos avisos (silencio).
Juan
del Álamo, de blanco y plata.
Estocada algo tendida. Aviso (saludos). En el quinto, estocada (silencio).
José
Garrido, de verde botella y oro.
Dos pinchazos y estocada rinconera. Aviso (silencio). En el sexto, tres
pinchazos, media tendida y varios descabellos (silencio).
Monumental de las Ventas. Lunes, 14 de mayo
de 2018. Séptima de feria.
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