LUCAS PÉREZ
@lucasperezest
Uno de los protagonistas de la tarde de hoy es
Saúl Jiménez Fortes [hoy sólo Fortes en los carteles], un torero que sabe bien
de la dureza de la profesión, habiendo superado dos de las cornadas más graves
y aparatosas [ambas en el cuello] que se recuerdan en los últimos tiempos.
Muy disciplinado siempre en lo relativo a su
profesión, afirma su círculo más cercano que cuando se quita el vestido de
torear se convierte en un hombre de lo más despistado. Precisamente un despiste
estuvo a punto de costarle un disgusto casi tan serio como los muchos que ha
tenido que superar en una plaza.
Un día de 2012, después de un entrenamiento duro
en el campo, Saúl llegó cansadísimo a casa. Se tumbó en el sofá y se puso a ver
la tele calentándose con un brasero. Estaba cantado: el cansancio pudo con el
torero, que pronto se quedó dormido con el brasero encendido. El calor iba
subiendo y Jiménez Fortes continuaba dormido. Cuando se quiso dar cuenta,
sufría quemaduras de segundo grado en buena parte de las piernas. Un ejemplo
más del desorbitado punto en el que el torero sitúa su umbral del dolor. El
susto, tremendo, pudo haber terminado en tragedia. Y para colmo toreaba unos
días después en Sevilla.
Los médicos le aconsejaron entonces un mes de
baja, pues tenían que hacerle injertos de piel en las zonas quemadas. Pero él
se negó e hizo el paseíllo con grandes gasas bajo el traje de luces, que
aliviaron, durante dos horas, los dolores causados por las quemaduras del
brasero.
Anécdotas
extraídas del libro '300 anécdotas taurinas', del que La Esfera de los libros
acaba de editar la segunda edición.
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