La figura de Francia remonta una
terrorífica cogida que conmocionó a la plaza y renace de sus cenizas para
desorejar al mejor toro (de mucha clase) de la decepcionante y complicada
corrida de Garcigrande.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de
Madrid
Hay tardes señaladas por un nombre propio. Y ésta era la
tarde de Enrique Ponce, el regreso del Minotauro a Madrid 362 días después de
su última Puerta Grande. Que fue también la fecha -2 de junio de 2017- en que
Domingo Hernández tomó antigüedad con una monumental corrida de toros, la más
redonda por dentro y por fuera de todo San Isidro. Los ojos del ganadero
vivieron la felicidad de la gloria venteña por primera y última vez antes de
apagarse en invierno.
Ponce volvió a tirar de la taquilla este miércoles hasta
colgar el "no hay billetes". Como entonces padrino de una
confirmación. Jesús Enrique Colombo por Varea en la ceremonia. Y los toros de
Garcigrande de nuevo por testigos.
«Fanfarrón» le tocó en suerte a Colombo.
Número 71 y 599 kilos. Negro listón chorreado. Para los amantes de las
efemérides. Bajo, cornialto, tocado arriba de pitones y estrecho de sienes. Una
hermosura vacía. Desde que pisó la arena su pobre celo, sus idas fugitivas, la
distracción manifiesta, el modo de vencerse extrañamente cruzado hacia tablas
-raros los estrellones desenfocados-, anunció su mansa condición. Y en algún
momento sembró la duda de estar reparado de la vista. Lo del caballo fue sólo
la pose de acudir y empujar -un accidente el derribo- con un solo pitón. Por
los dos banderilleó atléticamente Colombo al cuarteo. Y el último par al sesgo.
No hubo más, tras doctorarse, que la desencelada mansedumbre. A su bola.
Estrepitosamente descoordinado salió el escurrido segundo de
Garcigrande. Que pedía a gritos la devolución con su baile de San Vito. Un
cinqueño sobrero de Valdefresno se hizo presente con sus hechuras concentradas,
su badana como quilla de barco y su morrillo de astracán. Acapachado y chato.
Su abanta y fría salida la centró Mariano de la Viña a la antigua usanza.
Cuando los peones paraban los toros. Enrique Ponce lo enredó en verónicas
camperas en los medios. Del capote de Ponce cayó con cadencia una media bonita
en el quite. Quedó el de Valdefresno con una bondad mansita. EP desplegó su
estética genuflexa bajo el "7". Inmenso el cambio de mano basculando.
El viento dañó el remate. La cierta clase dormida de la embestida requirió
necesariamente series cortas. Desmayadas y suaves sobre la derecha. Eolo se
entrometió tanto que el sabio de Chiva optó por cambiar los terrenos.
Diametralmente opuestos. Entre el "1" y el "10". Allí quiso
dibujar el natural. No admitía más de dos. Entre dos y dos, sumaron cuatro de
pulso y trazo. Y, entre tanto, un desarme. La faena se extendió por demás con
la causa acabada. Agarró una estocada fulminante. Que llegó a hacer flamear
pañuelos de cariño. Enrique recogió la ovación con reverencial gesto.
Sebastián Castella se enfrentó con otro toro con los cinco
años cumplidos. De notable y serio trapío. De Domingo Hernández. No fácil por
su descompuesta embestida. Desabrida de cabezazos y tornillazos. A dos
velocidades. Lo que en principio se presentía con esperanza, por el bello
prólogo rodilla en tierra, se contagió del desorden del toro. Y Castella se
perdió apretando los dientes en un mar de derechazos. Encasquillados y
complicados, cada vez más, por las arrítmicas y geniudas acometidas. La
resolución con la espada no le fue a la zaga. Una tempestad de sartenazos
acarreó dos avisos.
Las cortas manos del cuarto, un zapato de acodada
cornamenta, la usó siempre para frenarse. Enrique Ponce se justificó con el mal
estilo, se tragó un par de pitonazos en mitad de la suerte y apuró todas las
nulas opciones. A toro parado el arrimón. Exprimido el tiempo. Despenó al garcigrande
de pinchazo y estocada desprendida. Otra ovación de respeto.
El quinto arrolló a Sebastián Castella con toda la fuerza
íntegra de salida. Un atropello brutal. Por el mismo pecho. Una voltereta
fraccionada. En el aire los hachazos, las subidas y bajadas, la caída a plomo.
En el ruedo quedó tendido, desmadejado, Castella. Un milagro que sólo en su pie
izquierdo hubiese un corte. Una vuelta a la vida. Un renacimiento trágico. El
aterrador percance frenó las protestas hacia el escaso perfil del toro. Que
confirmaba la disparidad de hechuras de la corrida de Garcigrande. Le Coq,
descalzo y vendado, se recompuso sobre su raza. Y de rodillas prologó la faena.
Sobre la izquierda. Penitente y por naturales. Con dos cojones.
En el toro habitaba una clase mayúscula. Y un estilo
envidiable. SC renació de sus cenizas. Sobre la mano derecha los muletazos
surgieron tersos, ligados, lentos. Las tandas se compactaban asentadas con la
calidad de «Juglar». Cuyo canto duró esas dos
rondas. El empuje se vino a menos. A pulso el irreductible galo ya. Crecido en
esos terrenos de fuego que son su hábitat. En las distancias cortas. Una
espaldina sumó emotividad. La emotividad que corría como un reguero de pólvora.
Incendiando Madrid desde el volteretón. Todavía. El volapié fue bárbaro.
Perfecta la estocada. La pañolada cuajó por el héroe reconstruido. Una oreja. ¡Y otra! La Puerta Grande descerrajada
por el cañonazo y la hombría. Sobre todo, eso. Celebrada la gloria, Sebastián
Castella marchó por su propio pie a la enfermería.
No valió el último. Colombo banderilleó con potencia. Y ya.
Los planteamientos de ansiedad no solventaron la triste nota brava del toro.
Náufrago entre tanto desarme. Un espadazo quedó al menos en su haber.
Del quirófano volvió Castella como antes había vuelto a la
vida. El pórtico de la calle de Alcalá esperaba. Por él se fue.
GARCIGRANDE | Ponce, Castella y Colombo.
Toros de Garcigrande y uno
de Domingo Hernández (el cinqueño
3º), de diferentes hechuras y seriedades; geniudo el 3º; frenado y de mal
estilo el 4º; manso y vacío el 1º; de pobre nota el 6º; y un sobrero de Valdefresno (2º bis), cinqueño, mansito
y bondadoso.
Enrique Ponce, de corinto y oro. Estocada rinconera (leve
petición y saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada desprendida (saludos).
Sebastián Castella, de azul marino y oro. Pinchazo, sartenazo,
pinchazo, media estocada baja y trasera y descabello. Dos avisos (silencio). En
el quinto, estocada (dos orejas).
Jesús Enrique Colombo, de azul añil y oro. Pinchazo y estocada
(silencio). En el sexto, estocada (silencio).
Monumental de las Ventas. Miércoles, 30 de mayo de 2018.
Vigesimotercera de feria. Lleno de "no hay billetes".
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