El caso de Zaragoza es uno de los disparates más sostenidos
en el tiempo desde “lo público”, respecto a la Tauromaquia. Es la plaza de
primera categoría que aúna más que ninguna, por no decir la única, al toro de
la calle y en todas sus expresiones y al toreo a pie, de tal forma que es el
primero quien echa una mano económica al segundo. Una plaza reducida en su
aforo hace años por cuestiones de normativas de seguridad, que perdió asientos
y, por tanto, billetes. Una plaza cuya feria tiene la dureza añadida de estar
muy allá, con toreros escarbando, reacios tantos a acudir a la última cita con
el toro grande.
Una plaza que, por San Jorge, celebra festejos que no tienen
viabilidad económica y que no programa en esa fecha nada de lo llamado
“popular” para que amortigüe el déficit de caja. Una plaza cuyos pliegos de
condiciones han sido de lo más anti popular y anti ciudadano que se conozca en
el panorama taurino, con años de desierto en los que se contaron hasta sólo 800
personas de pago dentro de la feria. Una plaza, que con los déficit que fuera,
había recuperado ese difícil trasiego que consiste en que las gentes de la
ciudad y de los pueblos, fueran a la plaza a ver toros.
Una vez logrado repuntar, con los análisis de recuperación
dirigiéndose a lo real, no se le ocurre otra cosa al presidente de la
Diputación, Sánchez Quero, que cortar lo que iba bien y tirarse en paracaídas
de una aventura que vamos a ver cómo le sale al toreo. Quero es del PSOE, un
partido que, excepto en Andalucía (y no en todos los lugares) no tiene opinión
sobre los toros y opina según va el viento del voto. Podría encontrarse Quero
en el problema de dañar el voto de la Tauromaquia en una tierra en donde ese
puede ser grande. Basta con mover la bandera de su enemistad, mostrarla a la
gente, y que él se las apañe.
Porque lo que políticamente no es de recibo es que el mayor
y más grande manifiesto económico y popular de Zaragoza y quizá de Aragón, es
lo del toro. Y si lo es, políticamente es un absurdo ese intento de tocar los
costados y joder lo que va bien. ¿Mejorable? Seguro. Pero Zaragoza había salido
del infierno que era una plaza vacía, impagos (que significa que las arcas
públicas no recogen), la gente cabreada, los aficionados, olvidados. Siendo, además,
Zaragoza, el lugar de España en donde, desde lo taurino, un catalán en AVE,
puede sentirse como tal. Pero tampoco ha querido pensar en eso el señor Quero.
Los políticos, quede claro a todos, no ayudan al toreo ni a
la Tauromaquia. A ver si les queda claro esta afirmación a periodistas que,
incansablemente, doran la píldora una y otra vez en micrófonos a los políticos
y toreros que reinciden en lo mismo, y a empresarios que les hacen la ola… por
hacer su trabajo. Y, más aún, por cumplir la ley. Y está bien de que se les
trate como intocables por el hecho de que “son propietarios” de una plaza. Ni
siquiera son eso. Son los que deciden sobre ella en función de un cargo. Quero
no es el dueño de la plaza, lo es la Diputación, institución que es de todos los
maños. Y esa plaza celebra un acto que es Patrimonio Cultural de los españoles.
Ningún político merece una medalla por cumplir con su
trabajo. Si no lo hace, merece la reprobación. Punto. Es como darle las gracias
al presidente de la Comunidad de Madrid por quedarse con tres millones de euros
al año por contrato de la Monumental de Las Ventas. Darle las gracias por ser
el inmueble de propiedad pública que más dinero recauda para una administración
en toda Europa. Mil gracias. Gracias por ganar tres millones a costa del toreo.
Muchas gracias. Y gracias por estar al lado del toreo, que ustedes legislaron
como Bien de Interés Cultural y es Patrimonio Cultural de los españoles en todo
el Estado. Gracias por recaudar sin poner un euro. Pero, ¿gracias de qué? ¿No
será al revés, que nos den las gracias ellos? Eso se ha debido creer Quero, que
le tienen que dar las gracias. No, amigo, quiera usted o no quiera, cumpla con
su trabajo. Trate de hacerlo de forma decente, que para eso el pueblo le paga. / CARLOS RUIZ VILLASUSO – Redaccion APLAUSOS
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