Temple, gusto y descaro del
torero malagueño con el toro mejor de una decepcionante corrida de Moisés
Fraile. Agallas y firmeza con el más complicado de los seis.
Jiménez Fortes |
BARQUERITO
Fotos: EFE
EL PRÓLOGO SE
atuvo a protocolo: al asomar Padilla tras los alguaciles, rugió la
marabunta. Inmenso clamor. Y al estribillo, que es la copla entera: “¡Illa, illa, illa, Padilla maravilla!”.
No llegó a desmonterarse Padilla, pero correspondió con una mínima
reverencia a su gente de las peñas del sol.
Delgadísimo, iba vestido de elegante lujo.
Negro y oro. Mucho oro en la chaquetilla –no se veía ni la seda en la espalda-,
no poco en pechera y chaleco, bastante en las bandas. Flamearon banderas
piratas en los tendidos. No más de diez. Ni la décima parte que hace un año. La
guerra de las banderas ha terminado por aburrir a los mismos que la provocan.
En todo caso, patente de corso para Padilla. Se la ganó desde el día
primero en que pisó Pamplona. Hace catorce años.
Juan José Padilla |
No embistió la corrida de los dos hierros de Moisés
Fraile. Es decir, embistió muy poco, a cuentagotas, sin fuerza y con
desgana. Un toro bueno, el tercero, del hierro de El Pilar, colorado de
peluche, terciado, estrecho, ni corto ni largo, ni alto ni bajo, montadito.
Se abrió al tomar engaño, y descolgó desde entonces. No se soltaba. Ni se
atrevía a soltarlo Saúl Jiménez Fortes porque sentiría que, de hacerlo,
se le iba a desparramar, y casi. El toro con ruedas.
Peleó en el caballo, pero se sentó al apretar
en la segunda vara y, al salir de ella, se abrió de manos exangüe. Fue de
embestir despacito y casi al paso, de son pajuno y meloso pero no sin ritmo.
Uno de eso toros que llevan la música dentro. Suavidad de terciopelo.
Con él anduvo encajado, tranquilo, atrevido,
suelto, templado, inspirado y formal Saúl Jiménez Fortes, que el pasado
invierno se ofreció a torear en sanfermines una corrida de único espada. La
propuesta, tan heterodoxa, fue gentilmente desestimada. Pero le ofrecieron
matar dos corridas en terna. Trato todavía más gentil. Y hecho. La de Miura, que será mañana domingo, y
ésta de Moisés Fraile,
favorita en las casas de apuestas y, al cabo, prueba evidente de que, en cosa
de toros, mejor no apostar.
La apuesta fue, en todo caso, la de Saúl,
convertido enseguida en el torero de la tarde y de la corrida. El hervor de Padilla
se estrelló con un primero toro rajadito y con tendencia a meterse por debajo o
acostarse. El primero de los dos toros de El Juli, de encaste Lisardo,
del hierro de Moisés y no de El Pilar, reculó después de varas,
claudicó, se rebrincó y no tuvo fuerza ni para entregarse. En su turno, Saúl
quitó por chicuelinas. Verticales,
alta la mano de salida, lento el giro con un leve desplazamiento para
envolverse más de costado que de frente. Y la media de remate, forzada, que hizo perder al toro las manos. Fue el
único quite en serio de toda la tarde. Uno de El Juli por chicuelinas
con el quinto no pasó de discretito.
Saúl toreó al toro
bueno con ritmo seguro y buen ajuste en la apertura de faena –banderas,
cambiados por alto, uno de la firma- y, tomado el pulso, lo llevó bien toreado
en cuatro tandas de sincero descaro. Los remates, con pases de pecho a pies juntos y librados al hombro contrario, fueron
espléndidos. Notable la calma al ganar la cara del toro y al salir de ella. Firmeza
para sostener sin rectificar los viajes al pasito. Todo en un solo terreno. Y
un final arrebatador: molinetes de
rodillas, la dosantina de rodillas, el péndulo de rodillas y de rodillas el
desplante último que puso caliente a todos. Media estocada sin pasar. El toro
fue a acularse a tablas. Saúl quiso sacar a pulso la espada por delante
y entre pitones –como debe ser- y el toro se le arrancó. Al salirse de suerte,
involuntariamente o no., Saúl se apoyó en la empuñadura y la media fue
de pronto una estocada fatal. Una oreja plebiscitada. Se pidió la segunda. Buen
triunfo.
Abierto de cuerna pero no descarado, palas y
pitones blancos, pinta colorada, el cuarto, sin cuello apenas, se apoyó en las manos por eso y por flojo. Bueno el
fondo, pero frágil empleo. La hora de la merienda. Padilla decidió no dar
tregua a su gente y, en medio del ágape, rompió con la pana: una exhibición
desencadenada de toreo de rodillas, que dejó cortos los fuegos artificiales de Saúl
Fortes en el toro recién arrastrado. Molinete
va, molinete viene, zumba y dale. Y
el detalle de salirse al mismo platillo para cuadrar ahí el toro y atacar con
fe dando espaldas a toriles. Entera la estocada, pero muy ladeada y sin muerte. Rueda de peones, cayó el toro, lo
levantó el puntillero, a Padilla se le acabó el repertorio de Rambal
–desplantes de rodillas a toro herido y en el mismo morro, voces de gesta,
gestos de voces-, pasó el tiempo, sonó un aviso, dos descabellos.
Carifosco, astifino, castaño, zancudito, el quinto de corrida, justo de motor,
no terminó de dejarse ver. No estuvo a gusto El Juli, que trató de aplicarse con una de sus mejores fórmulas
magistrales –cite despatarrado, la muleta por delante y arrastrada- pero no
procedía la medicina. No descolgaba el toro, ni venía claro tampoco. Una tanda
a suerte descargada en redondo. Pausas como treguas, paseos, el toro tiró un
par de coces. Match nulo. Un pinchazo perfilándose desde lejísimos, media
trasera, tres descabellos. Cierto desencanto.
El sexto toro era protagonista antes de
asomar. Se había cebado en el tramo de Estafeta
con un corredor del encierro, un joven de Castellón que fue presa y casi títere
entre las astas del toro más de medio minuto. La paliza más brutal de la
semana. Tres cornadas, ninguna de ellas grave. Un milagro. Toro muy ingrato: la
cara por las nubes, ni un viaje entero ni medio formal, distracciones
constantes, punteos, andares defensivos. Fortes se encajó en serio en el
saludo a la verónica, y cosió tres
lances caros con dos chicuelinas y
media. Garbo. A pesar de pintar bastos, Saúl se descaró, se puso,
aguantó, libró topetazos, no se fue de la línea de combate adonde llegaba fuego
graneado. Detalle de torero dispuesto y a por todas. Una estocada. Muy con él
la gente.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Los
charcuteros de Larragueta se llevaron en 2010 la medalla de oro de Navarra a la
mejor chistorra del año. La casa de los Larragueta, al final de la calle Mayor
y ya camino de Villava, es de los edificios más bonitos de Burlada. Una
carnicería de las de toda la vida. Con sus toldos. sus detalles de forja.
Fachada de ladrillo.
La
arquitectura no es el mayor encanto de Burlada. El edificio del Ayuntamiento
nuevo es, digamos, discutible. No entremos en detalles. Estas cosas hay que
verlas desde el respeto institucional, y vamos a dejarlo ahí.
La
parroquia, rehabilitada, en un sólido edificio. ¿Se puede hablar de
arquitectura pirenaica? Se puede. Parroquia con anteiglesia. Ninguna de las
guías del Chemin de Saint Jacques la menciona. Por tanto...
El
palacete del parque, donde puede que viviera y naciera don Hilarión Eslava, es
un pastiche estilo Violet Le Duc. Historicismo trasnochado. Entre cuento de
hadas y novela de vampiros. Drácula y Blancanieves. El parque, en cambio, muy
frondoso, está logrado. El soto del río Arga más salvaje, es una delicia. Hay
un ciprés de Dawson espectacular. Y tejos y cedros de lindo porte. Prunos
espléndidos. Un cenador romántico. Pérgolas de rosales, césped cuidado, bancos.
Una jaula de cotorras que no paran. Otra para aves exóticas. Un pavo real
extraordinario.
Eslava
vivió en Sevilla la mayor parte de su vida. Siglo XIX. Romanticismo. Me parece
que lo he contado en otro viaje. No sé si a Sevilla o a Burlada. Parece que el
método Eslava de solfeo (y piano) se sigue estudiando en muchos países. Genial
¿no? Música sacra que todavía se interpreta en las solemnidades de la catedral
de Sevilla, donde tantos maestros de música hubo desde remotas fechas.
Miserere. El Miserere de Eslava. Como el Requiem de Brahms o una misa de
Beethoven. ¡Y era de Burlada...! Un organista excepcional.
En la
esquina de la ronda de San Francisco y la calle de Basilio Armendáriz hay un
cuarto piso con cinco o seis ventanas y un mirador a la calle donde puede
contemplarse la más bella muestra de geranios que nadie pueda ni soñar. Te
puedes tirar diez minutos mirando. La luz de los geranios es fantástica. El
geranio es la flor de los vascos y los andaluces. En el País Vasco francés, en
el camino de Hendaya hasta el Adour, los geranios son casi mojones. Marcan la
senda. Parecen flores salvajes.
¿Las
hortensias? Muy vascas, vale. Pero no comparemos la fuerza ni el tono de un
geranio con la frágil corola de las hortensias. Aquí florecen las hortensias.
En Andalucía no se ven
En la
floristería de la ronda de San Francisco venden a precio razonable Aves del
Paraíso, estrelicias. En Burlada no hay mercado, pero las tres o cuatro tiendas
de la calle Mayor, antes de llegar a Larragueta, son bastante buenas: dos
carnicerías, una pescadería, dos hornos, una tienda de vinos. Enfrente del
hotel, junto a las casas nuevas, hay un colmado con conservas de la tierra.
Venden crema de pimientos de piquillo para untar y una salsa
"ajonesa" -mayonesa de ajos de Falces- que tienen buen aspecto. Y
botes de piquillo de marca blanca que serán de elaboración casera. De todo.
Para
comer. el Etxabe, que es un bar bueno de verdad: hospitalario, cocineras
cuidadosas, camareros atentos -Asier e Ignacio- y los dos hermanos Lecea, de
Alsasua, que son trabajadores, listos y atentos. En Alsasua no hay tontos. En
Burlada, demasiadas farmacias. Miles de farmacias. ¿Para qué tantas?
Un
bochorno.
FICHA
DEL FESTEJO
Seis toros de Moisés Fraile. Todos, con el hierro
de El Pilar, salvo segundo y sexto, con el de su propio nombre. .
Juan José Padilla, de negro y oro, ovación y
silencio tras un aviso.
El Juli, de mahón y oro, una oreja y
silencio.
Jiménez Fortes, de vainilla y oro, una oreja y palmas.
Viernes, 12 de julio de 2013. Pamplona. 8ª de abono.
Lleno. Calor bochornoso. Nublado al final.
El Juli, |
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