sábado, 13 de julio de 2013

SEXTA CORRIDA – FERIA DE SAN FERMÍN: Una tarde buena de Jiménez Fortes

Temple, gusto y descaro del torero malagueño con el toro mejor de una decepcionante corrida de Moisés Fraile. Agallas y firmeza con el más complicado de los seis.
Jiménez Fortes

BARQUERITO
Fotos: EFE

EL PRÓLOGO SE atuvo a protocolo: al asomar Padilla tras los alguaciles, rugió la marabunta. Inmenso clamor. Y al estribillo, que es la copla entera: “¡Illa, illa, illa, Padilla maravilla!”. No llegó a desmonterarse Padilla, pero correspondió con una mínima reverencia a su gente de las peñas del sol.

Delgadísimo, iba vestido de elegante lujo. Negro y oro. Mucho oro en la chaquetilla –no se veía ni la seda en la espalda-, no poco en pechera y chaleco, bastante en las bandas. Flamearon banderas piratas en los tendidos. No más de diez. Ni la décima parte que hace un año. La guerra de las banderas ha terminado por aburrir a los mismos que la provocan. En todo caso, patente de corso para Padilla. Se la ganó desde el día primero en que pisó Pamplona. Hace catorce años.

Juan José Padilla
No embistió la corrida de los dos hierros de Moisés Fraile. Es decir, embistió muy poco, a cuentagotas, sin fuerza y con desgana. Un toro bueno, el tercero, del hierro de El Pilar, colorado de peluche, terciado, estrecho, ni corto ni largo, ni alto ni bajo, montadito. Se abrió al tomar engaño, y descolgó desde entonces. No se soltaba. Ni se atrevía a soltarlo Saúl Jiménez Fortes porque sentiría que, de hacerlo, se le iba a desparramar, y casi. El toro con ruedas.

Peleó en el caballo, pero se sentó al apretar en la segunda vara y, al salir de ella, se abrió de manos exangüe. Fue de embestir despacito y casi al paso, de son pajuno y meloso pero no sin ritmo. Uno de eso toros que llevan la música dentro. Suavidad de terciopelo.

Con él anduvo encajado, tranquilo, atrevido, suelto, templado, inspirado y formal Saúl Jiménez Fortes, que el pasado invierno se ofreció a torear en sanfermines una corrida de único espada. La propuesta, tan heterodoxa, fue gentilmente desestimada. Pero le ofrecieron matar dos corridas en terna. Trato todavía más gentil. Y hecho. La de Miura, que será mañana domingo, y ésta de Moisés Fraile, favorita en las casas de apuestas y, al cabo, prueba evidente de que, en cosa de toros, mejor no apostar.

La apuesta fue, en todo caso, la de Saúl, convertido enseguida en el torero de la tarde y de la corrida. El hervor de Padilla se estrelló con un primero toro rajadito y con tendencia a meterse por debajo o acostarse. El primero de los dos toros de El Juli, de encaste Lisardo, del hierro de Moisés y no de El Pilar, reculó después de varas, claudicó, se rebrincó y no tuvo fuerza ni para entregarse. En su turno, Saúl quitó por chicuelinas. Verticales, alta la mano de salida, lento el giro con un leve desplazamiento para envolverse más de costado que de frente. Y la media de remate, forzada, que hizo perder al toro las manos. Fue el único quite en serio de toda la tarde. Uno de El Juli por chicuelinas con el quinto no pasó de discretito.

Saúl toreó al toro bueno con ritmo seguro y buen ajuste en la apertura de faena –banderas, cambiados por alto, uno de la firma- y, tomado el pulso, lo llevó bien toreado en cuatro tandas de sincero descaro. Los remates, con pases de pecho a pies juntos y librados al hombro contrario, fueron espléndidos. Notable la calma al ganar la cara del toro y al salir de ella. Firmeza para sostener sin rectificar los viajes al pasito. Todo en un solo terreno. Y un final arrebatador: molinetes de rodillas, la dosantina de rodillas, el péndulo de rodillas y de rodillas el desplante último que puso caliente a todos. Media estocada sin pasar. El toro fue a acularse a tablas. Saúl quiso sacar a pulso la espada por delante y entre pitones –como debe ser- y el toro se le arrancó. Al salirse de suerte, involuntariamente o no., Saúl se apoyó en la empuñadura y la media fue de pronto una estocada fatal. Una oreja plebiscitada. Se pidió la segunda. Buen triunfo.

Abierto de cuerna pero no descarado, palas y pitones blancos, pinta colorada, el cuarto, sin cuello apenas, se apoyó  en las manos por eso y por flojo. Bueno el fondo, pero frágil empleo. La hora de la merienda. Padilla decidió no dar tregua a su gente y, en medio del ágape, rompió con la pana: una exhibición desencadenada de toreo de rodillas, que dejó cortos los fuegos artificiales de Saúl Fortes en el toro recién arrastrado. Molinete va, molinete viene, zumba y dale. Y el detalle de salirse al mismo platillo para cuadrar ahí el toro y atacar con fe dando espaldas a toriles. Entera la estocada, pero muy ladeada y sin  muerte. Rueda de peones, cayó el toro, lo levantó el puntillero, a Padilla se le acabó el repertorio de Rambal –desplantes de rodillas a toro herido y en el mismo morro, voces de gesta, gestos de voces-, pasó el tiempo, sonó un aviso, dos descabellos.

Carifosco, astifino, castaño, zancudito, el quinto de corrida, justo de motor, no terminó de dejarse ver. No estuvo a gusto El Juli, que trató de aplicarse con una de sus mejores fórmulas magistrales –cite despatarrado, la muleta por delante y arrastrada- pero no procedía la medicina. No descolgaba el toro, ni venía claro tampoco. Una tanda a suerte descargada en redondo. Pausas como treguas, paseos, el toro tiró un par de coces. Match nulo. Un pinchazo perfilándose desde lejísimos, media trasera, tres descabellos. Cierto desencanto.

El sexto toro era protagonista antes de asomar. Se había cebado en el tramo de Estafeta con un corredor del encierro, un joven de Castellón que fue presa y casi títere entre las astas del toro más de medio minuto. La paliza más brutal de la semana. Tres cornadas, ninguna de ellas grave. Un milagro. Toro muy ingrato: la cara por las nubes, ni un viaje entero ni medio formal, distracciones constantes, punteos, andares defensivos. Fortes se encajó en serio en el saludo a la verónica, y cosió tres lances caros con dos chicuelinas y media. Garbo. A pesar de pintar bastos, Saúl se descaró, se puso, aguantó, libró topetazos, no se fue de la línea de combate adonde llegaba fuego graneado. Detalle de torero dispuesto y a por todas. Una estocada. Muy con él la gente.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Los charcuteros de Larragueta se llevaron en 2010 la medalla de oro de Navarra a la mejor chistorra del año. La casa de los Larragueta, al final de la calle Mayor y ya camino de Villava, es de los edificios más bonitos de Burlada. Una carnicería de las de toda la vida. Con sus toldos. sus detalles de forja. Fachada de ladrillo.

La arquitectura no es el mayor encanto de Burlada. El edificio del Ayuntamiento nuevo es, digamos, discutible. No entremos en detalles. Estas cosas hay que verlas desde el respeto institucional, y vamos a dejarlo ahí.

La parroquia, rehabilitada, en un sólido edificio. ¿Se puede hablar de arquitectura pirenaica? Se puede. Parroquia con anteiglesia. Ninguna de las guías del Chemin de Saint Jacques la menciona. Por tanto...

El palacete del parque, donde puede que viviera y naciera don Hilarión Eslava, es un pastiche estilo Violet Le Duc. Historicismo trasnochado. Entre cuento de hadas y novela de vampiros. Drácula y Blancanieves. El parque, en cambio, muy frondoso, está logrado. El soto del río Arga más salvaje, es una delicia. Hay un ciprés de Dawson espectacular. Y tejos y cedros de lindo porte. Prunos espléndidos. Un cenador romántico. Pérgolas de rosales, césped cuidado, bancos. Una jaula de cotorras que no paran. Otra para aves exóticas. Un pavo real extraordinario.

Eslava vivió en Sevilla la mayor parte de su vida. Siglo XIX. Romanticismo. Me parece que lo he contado en otro viaje. No sé si a Sevilla o a Burlada. Parece que el método Eslava de solfeo (y piano) se sigue estudiando en muchos países. Genial ¿no? Música sacra que todavía se interpreta en las solemnidades de la catedral de Sevilla, donde tantos maestros de música hubo desde remotas fechas. Miserere. El Miserere de Eslava. Como el Requiem de Brahms o una misa de Beethoven. ¡Y era de Burlada...! Un organista excepcional.

En la esquina de la ronda de San Francisco y la calle de Basilio Armendáriz hay un cuarto piso con cinco o seis ventanas y un mirador a la calle donde puede contemplarse la más bella muestra de geranios que nadie pueda ni soñar. Te puedes tirar diez minutos mirando. La luz de los geranios es fantástica. El geranio es la flor de los vascos y los andaluces. En el País Vasco francés, en el camino de Hendaya hasta el Adour, los geranios son casi mojones. Marcan la senda. Parecen flores salvajes.

¿Las hortensias? Muy vascas, vale. Pero no comparemos la fuerza ni el tono de un geranio con la frágil corola de las hortensias. Aquí florecen las hortensias. En Andalucía no se ven

En la floristería de la ronda de San Francisco venden a precio razonable Aves del Paraíso, estrelicias. En Burlada no hay mercado, pero las tres o cuatro tiendas de la calle Mayor, antes de llegar a Larragueta, son bastante buenas: dos carnicerías, una pescadería, dos hornos, una tienda de vinos. Enfrente del hotel, junto a las casas nuevas, hay un colmado con conservas de la tierra. Venden crema de pimientos de piquillo para untar y una salsa "ajonesa" -mayonesa de ajos de Falces- que tienen buen aspecto. Y botes de piquillo de marca blanca que serán de elaboración casera. De todo.

Para comer. el Etxabe, que es un bar bueno de verdad: hospitalario, cocineras cuidadosas, camareros atentos -Asier e Ignacio- y los dos hermanos Lecea, de Alsasua, que son trabajadores, listos y atentos. En Alsasua no hay tontos. En Burlada, demasiadas farmacias. Miles de farmacias. ¿Para qué tantas?

Un bochorno.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Moisés Fraile. Todos, con el hierro de El Pilar, salvo segundo y sexto, con el de su propio nombre. .
Juan José Padilla, de negro y oro, ovación y silencio tras un aviso.
El Juli, de mahón y oro, una oreja y silencio.
Jiménez Fortes, de vainilla y oro, una oreja y palmas.
Viernes, 12 de julio de 2013. Pamplona. 8ª de abono. Lleno. Calor bochornoso. Nublado al final.
El Juli,

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