Le corta una oreja al mejor de la
corrida, se ataca con un gigantesco sexto. *** Miurada justa de fuerzas, muy
desigual, de pobre empeño. *** Cumplen Rafaelillo y Castaño.
BARQUERITO
Fotos: EFE
DE LOS SEIS TOROS
de Miura
que cerraron feria el más en Miura fue el que rompió plaza. Sin
carnes visibles dio en la tablilla de pesos 615 kilos. Se le comería la lengua
el gato. Flaco, zancudo, playero y paso. Cárdeno
de pinta. Alto de agujas y sin enmorrillar. Cabecita de chorlito. Un pájaro.
Dos cariñosos puyazos o picotazos de Juan
José Esquivel. El toro esperó en banderillas y cortó en dos de los viajes.
En eso se retrató como genuino miura.
No descolgó. Toro pronto, pero la cara arriba, cabezazos. Se defendía. Ni
pérfido ni angélico, No se atragantó Rafaelillo. Ni sufrió. Conoce la
ganadería y sus variantes. Cuerpo a cuerpo con el toro en una faena de
autoridad, listeza y buen gobierno. Muletazos cortos, breve el trasteo,
desplantes de recursos. Se acabó asustando el toro. Una gran estocada.
Y ya no hubo más miuras
tan de marca. Un segundo de hermosa pinta salinera,
cabezudo y nalgudo, ventrudo, se dejó pegar en dos varas empujando de costado,
tomó con son apacible el capote de Jiménez
Fortes en un quite por chicuelinas
de costado también y abrochadas con linda revolera,
le pegó en el primer par de banderillas un batacazo de órdago a David Adalid cuando quiso cuadrarse en el cara y sacó en
la muleta displicente son. Javier
Castaño sacó del arcón una silla de anea y, sentado en ella, le pegó por
alto al toro cuatro muletazos de sorprender. No al toro, sino a la gente. Ni el
toro ni la gente se dieron por aludidos. El trato del toro fue, por parte de Castaño, delicado. El toro, noble y
apagado, solo vino en medios viajes. La otra mitad del viaje la puso Castaño. El toro pasaba sin más. O
medio pasaba. Y nada más pasó.
El tercero, cárdeno, boyancón, pechugón y ancho, fue el
único de los seis miuras que se movió
con vibración segura. Saúl Fortes lo
esperó a porta gayola de rodillas
–invención improcedente- y, luego de librar una larga cambiada, perdió pie al incorporarse. Le pegó el toro una
paliza. Como las del gato con el ovillo de lana. Pero no eran ni gato ni
ovillo. Agua fresca por el cuello y las sienes, y tan campante Saúl, que es torero de sangre fría,
trémulo y valiente. Se descalzó Samuel.
Y al toro “que es una mona”, decían
los clásicos.
Trabajo de aliento. Muy seguro el torero malagueño: toques
precisos, encajado el cuerpo –silueta vertical, hombros descolgados, sueltos
los brazos- y tacto para traer y soltar toro sin mayor problema. Manejo
templado con la mano izquierda. Muy empeñosa la faena. Poco pensada. Y final de
rodillas, porque, vistas las películas del Padilla Superman, parece en Pamplona
la fórmula mágica. Una cogida sin daño. Una excelente estocada. Era el primer miura que Saúl mataba en su corta carrera. Una oreja.
Quedaban solo tres toros para echar el cierre a los
sanfermines. Corrida más completa, la de Dolores Aguirre del 8 de julio,
espectáculo singular, el más vibrante de toda la semana; toro más bravo, el
cuarto de Fuente Ymbro, que se llamaba «Heroína» y pudo haber sido de dos orejas, rabo y vuelta al ruedo,
pero… Pero. Siempre hay un pero.
Miura dejó de contar a partir del cuarto de corrida, que no
hizo más que pegar porrazos a diestro y siniestro, frenarse y defenderse con
más genio que peligro. Lo despachó sin sudar ni gota Rafaelillo. La
experiencia. A otros se les habría atragantado. No a él. El quinto, inmensa
mole de 650 kilos, acarnerado, como si fuera un Murube antiguo, atacó de partida y empujó en una primera vara no
demoledora pero sí dura, claudicó en la segunda, galopó en banderillas y se
derrumbó en la muleta. Ninguna fuerza, ninguna gana, no pudo. Agónica manera de
estar. Castaño no se complicó la
vida ni se puso en serio. Sentiría que el toro iba a írsele al suelo si
apretaba. Una voltereta cuando se fajó por abajo con la diestra. La espada se
escupió en un pinchazo en hueso o donde fuera y, de rebote, le hirió a Javier en la mejilla. Un rasguño. Le
vino a herir el filo de acero y no un toro. Tres pinchazos. Oscura diligencia,
facilidad.
Y un «Jerezano» de
650 kilos, si no más, para cerrar la octava del santo. Escobillado, de popa y
proa abundantes, larga eslora, el toro salió con pies, pero salió también
derrotado del caballo. Distraído, no afligido, ni turbulento ni dócil, solo
pareció encontrarse seguro cuando, la espada entera dentro, pudo apoyarse en
paralelo a tablas y resistirse a doblar.
¿Manso encastado? Más lo primero que lo segundo. No quería fiesta. Muy
acelerado Saúl Fortes. No procedía
la prisa. No eran ni las ocho y media. La corrida más breve de la feria. Al
menos, eso.
POSTDATA PARA LOS
ÍNTIMOS.- Pobre de mí. Todos los
años te dejas en Pamplona un cachito de alma, otro de cuerpo. Es decir, las
ganas de volver. Si tú me dices ven, lo dejo todo.
Al acabar la corrida,
entraron en la plaza varios cientos -muchos niños- para celebrar el fin la
Feria. Y los escribidores nos perdemos la apoteosis final. Conciertos, coros,
cánticos. Ay, dolor!
Burlada: mucha gente
en misa en la Parroquia de San Juan Bautista. Pero más todavía en el centro de
la Iglesia creo que evangélica de la calle de las Maestras. El patrono de
Burlada es San Blas y la coral del pueblo lleva su nombre. El logotipo de la
coral recuerda mucho al hierro de Moisés Fraile, que es una eme minúscula -dos
montículos- traspasados por una efe- La coral es una curva semicircular de
diapasón traspasada por una corchea. Dicen que la coral es muy buena.
No me acordaba de que
el soto salvaje de Burlada tiene nombre propio: La Nogalera, porque hay nogales
y no por otra razón. Las nueces son tan saludables como el bacalao. Cada cosa
por su lado.
Menos franceses que
otros años en esta fecha. La toma de la Bastilla, el asalto de Pamplona.
El cordón umbilical de
la Mancomunidad de Pamplona es un autobús de frecuencia segura que lleva de
Barañáin a Villava, y con extensiones a Arre, Oricáin, Huarte y Ezcaba. Es la
línea 4. La columna vertebral, el cordón umbilical. Autobuses lombriz, de dos
cuerpos. La plataforma central parece una atracción de feria. La noria del
parque Antoniutti es como la del Prater de Viena. El viaje del 4 cuesta en San
Fermín un euro y cincuenta. La subida a la noria, seis euros. Con derecho a
jurarse amor eterno cuando se llega arriba del todo.
A todos los autobuses
urbanos y metropolitanos de Pamplona se les llama villavesas. "Ya viene la
villavesa, se me va la villavesa, cosas que me pasaron en la
villavesa...." Etcétera. Aunque no pasen por Villava.
Pasado mañana cumple
88 años Enrique Estremad, el decanísimo de la información taurina en España. En
1943 ya trabajaba para Radio Requeté de Navarra. Había una emisora con ese
nombre. Señores oyentes, muy buenas noches... Hoy le ha entregado a Enrique la
Casa de Misericordia una placa de homenaje. Un poco cascada, la voz de Estremad
todavía conserva su timbre de barítono, tan radiofónico. Y, luego, tirando de
los hilos de memoria de Estremad, ha salido, como siempre, Manolete. Hombre de
pocas palabras. Manolete, no Estremad.
88 años. Quién
pudiera. En febrero de 2014 volveré a Pamplona para celebrar en familia los 90
de una dama fuerte como el roble, que hoy estaba en los toros. En familia y en
Beriain: seremos unos cien. Y ya.
Debo correos y más
correos. Otro día será.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Miura, de buen
cuajo, bien armados, puestos, de desigual remate. Grandísimos los dos últimos.
Salvo un primero arisco y revoltoso y un tercero de buen son, se vinieron abajo
todos. O claudicando o defendiéndose o poniéndose por delante. Ni mórbida ni
peligrosa, con mucha plaza, pero corrida sin motor.
Rafaelillo, de azul turquí y oro, vuelta y silencio.
Javier Castaño, de lila y oro, silencio en los dos.
Saúl Jiménez Fortes, de nazareno y oro, oreja y silencio tras
un aviso.
Sabia y poderosa brega de Carretero.
*** Un buen puyazo de Esquivel.
Pares meritorios y brillantes de Adalid
y Fernando Sánchez.
Domingo, 14 de julio de 2013. Pamplona. 10ª de abono. Casi lleno.
Calor, bochorno.
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