Brillante debut en Pamplona del torero de Gerena. Corrida espectáculo de
Dolores Aguirre. Entrega sincera y capaz
de Juan del Álamo con toros de jugarse la piel.
BARQUERITO
LOS SEIS TOROS de Dolores Aguirre cumplieron con su papel protagonista. Elemento
central, con permiso de Miura,
de la más torista de las corridas de la Feria del Toro. Cada toro fue un
espectáculo distinto. De mucha viveza un primero descolgado de carnes que tardó
en fijarse porque se le hacía irresistiblemente golosa esa querencia de huida
que en tantos toros deja como marca la carrera del encierro. Vivo pero noble,
fue toro a más. El más sencillo de los seis. Nuevo en Pamplona, destinado a ser
la sorpresa de la feria, Manuel Escribano lo toreó con temple, valor y cabeza. Recursos, decisión y
ajuste. El sello de torero hecho y derecho. No tan nuevo. Una visible frescura.
Desparpajo, encaje, bella composición. A
porta gayola –algo más allá de la segunda raya, el toril de Pamplona es estrechísimo-
recibió el toro en un alarde que fue el primero pero no el único de una tarde librada con llamativa fe.
Un arriesgado tercio de banderillas –tres pares dejando al toro salirse
de suerte a querencia- y una faena de
rica precisión, jugando con la querencia del toro, que se rebrincó no poco pero acabó metido en los
vuelos. Una excelente tanda con la zurda, todo en los medios. Hasta que se
rindió y abrió la boca el toro. Cuatro manoletinas, una trinchera y el de
pecho. Una estocada heterodoxa –desprendida,
trasera- y una oreja de Pamplona y no Pamplona. La cosa tuvo calidad y
carácter.
Con la bondad sin bridas y tan tontiloca de ese primero ya no salió
ninguno más. Todos armados hasta los dientes. Quinto y sexto –éste, cinqueño,
monumental pavo- se salían del cuadro y del marco. Tremendos. No hubo ni uno
solo recogido de cuerna. El cuarto, el de mejor estilo, el más claro, era
apaisado y casi playero. Por remangado resultaba tan ofensivo como el que más
el tercero, que fue complicadísimo. Cornipaso, el segundo no desmereció en
percha.
Tanta artillería, tanta cara, tantas puntas. Y aunque solo fuera por
eso, corrida muy dura de pelar. Y no solo por eso, sino que, fieles a la leyenda
de la ganadería, todos se movieron sin desmayo, atacando o no. Dos se
levantaron al marrar el puntillero y
arrearon nada más hacerlo. A querencia o no. En la hora de la muerte asomó
espumosa la gota fiera.
El cuarto fue toro de buen son y Escribano, otra vez a portagayola, le hizo muchas cosas de capa: un galleo por las afueras, un
quite de frente por detrás. Le puso tres pares de banderillas en farragoso
tercio concluido con un impecable violín al quiebro. Y lo pasó de muleta con
gusto y tiento, con firmeza y soltura, que las hubo en los estatuarios de
apertura, en una muy notable tanda en redondo y hasta en unas dislocadas bernardinas de remate. Se jaleó lo
bueno, lo mejor y lo que no tanto. Pecó de larga la faena, no de barata. Un
pinchazo hondo, un descabello.
El tercero, agresivo, bronco y listo, midió cada viaje, desparramó la
mirada y sacó fondo pendenciero. Le hizo
un quite por caleserinas Escribano.
Ya entonces se resolvió como toro ágil de cuello y de agrio carácter.
Trallazos, cabezazos. Preciosos seis
muletazos de cata de Juan del Álamo, que era como Escribano debutante
en la feria como matador de alternativa. Buena la idea de torear tapando huecos
al toro, que se acabó revolviendo sin embargo. Un final de molinetes en cadena
fue de recurso.
El sexto saltó hasta dos veces al callejón, para regocijo de las peñas,
pero tomó engaño: cada viaje fue un escalofrío, porque peligraba la vida del
artista. Estuvo entero, compuesto, entregado, templadito, firme y puesto muy de
verdad Juan del Álamo. Linda manera de jugarse el pellejo: ni un paso
atrás, la muleta por delante, dando el pecho y la cara, toreo de mano baja,
ligazón. Suficiencia de torero bien toreado. Dos hermosas tandas con la izquierda
en los medios. Un arrogante desplante. Y una estocada sensacional. El cuerno remangado
entró por debajo del chaleco pero sin hacer presa. Las peñas estaban saturadas
de vino peleón; la sombra, más fría que caliente. Fue corrida larga, de más de dos
horas. Si ese toro cinqueño se juega de tercero y no de sexto, el signo de la
tarde –los premios- habría sido otro.
Lo dio todo y todo quiso hacerlo Joselillo
sin mayor fortuna. A portagayola en
sus dos bazas, en tácita réplica a los dos gestos precedentes de Escribano.
Pero las dos veces salió arrollado, desarmado, destocado y hasta descalzo. No
fue de razón atacar tan precipitadamente. El alarde tantas veces infalible de
torear de rodillas en Pamplona no surtió efecto. El segundo se le subió a las
barbas. El tremendo quinto, descompuesto de principio a fin, no le dejaba no
tomar aire. El coro clásico del “Illo-illo-illo, Jo-se-li-llo” de la
gente del sol no llegó a dejarse oír. Ni la letra ni la música.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- ¿No resulta macabro que los toros luzcan divisa negra de luto cuando ha
muerto el ganadero? La primera corrida de Dolores jugada después de su
muerte fue la de San Martín de la Crau, en la Provenza, el pasado 1 de mayo. Isabel
Lipperheide, la única hija de Dolores Aguirre, ocupaba el mismo sillón
de barrera que durante tantos años ocupó su difunta madre. Con su jersey rojo y
su pañuelico al cuello. Le brindó Joselillo el segundo toro. Ella se
levantó. Vista de lejos, y de perfil, me recordó más que nunca a Dolores.
Será la inmortalidad.
Me ha encantado Escribano,
me ha puesto un nudo en la garganta Juan del Álamo. Tremendo espectáculo.
Ayer hablé mucho de la
"Herradura" -el paseo de Santiago de Compostela- y no de la Media
Luna, de Pamplona, el jardín del alcalde Archanco. Una media luna no es una
herradura. Lapsus. El armagnac del postre. O las asociaciones geométricas.
Un banquete en Beriáin.
Donde los Marzo y Zubeldia. Merluza rellena al horno. Reserva de
Viña Tondonia. Primero, langostinos y espárragos. Los espárragos aquellos de
Ausejo ya no se ven por estas mesas de Pamplona. ¡Qué espárragos, Santo
Dios...! Sin mayonesa, señores. Un respeto al espárrago riojano. Homenaje a unos
huéspedes de Ausejo, abstemios. El espárrago no casa ("marida", dicen
ahora) con ningún vino, sino que lleva el agua dentro. Con la merluza, como su mismo
nombre indica, cabe beber de todo. Champán.
En tiempos, en el hotel
Orhi, años ha, se celebraba el 8 de julio el cumpleaños de un jardinero navarro que vivía en Madrid. Y
vive. En un jardín. Venía a Pamplona el 8 de
julio. Le tiraba la sangre.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Dolores Aguirre, de imponente cuajo. Tremendamente
armados los tres últimos. Fue corrida de variadas hechuras –tal vez de líneas
distintas- y de diferente condición una vez superados los resabios de la
carrera del encierro. Primero y sobre
todo cuarto tuvieron nobleza y cierto son. Muy difícil el tercero, de genio
temperamental. El sexto saltó al callejón dos veces pero obedeció a engaño. Descompuesto
el quinto; a su aire el segundo.
Manuel Escribano, de violeta y oro, una oreja y vuelta tras un aviso.
José Miguel Pérez “Joselillo”, de blanco y oro, silencio
en los dos.
Juan del Álamo, de blanco y plata, silencio y
saludos.
Notable brega de Pablo Pirri con el tercero
Lunes, 8 de julio de 2013. Pamplona. 4ª de abono. Lleno. Calor de verano.
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