miércoles, 3 de julio de 2013

DESDE EL BARRIO: Madrid, al K.O. por abandono

PACO AGUADO
www.altoromexico.com

Mientras el toreo coge velocidad de crucero en España a la entrada del verano, y el Partido Popular muestra su auténtico interés por la tauromaquia con la elección de su vetusta lista de defensores de la ILP taurina en el Congreso de los Diputados, la temporada de Las Ventas entra en un triste letargo.

Agotado ya el espejismo isidril, con tantas tardes de forzados llenos a pesar de la reducción del abono, la empresa de la primera plaza del mundo programa un mes de julio de toros en Madrid que bien podría firmar cualquier organización antitaurina. Y no tanto por los toreros y ganaderías que figuran en sus carteles como por la forma de organizarla.

Hace ya unos años que Las Ventas desprende un sospechoso tufo de abandono. Sin una cabeza rectora que ponga orden, los bicéfalos despachos del coso mudéjar se antojan pequeños reinos de taifas donde, por orden de importancia, cada uno trabajaba a su aire, sin un criterio común, para defender su propia parcela entre una maraña de intereses cruzados.

Las últimas novilladas de junio y las de todo el mes de junio reflejan con claridad esa preocupante desidia. Incluso el hecho de que sobre la marcha se hayan tenido que cambiar de hierro tanto los dos últimos como el próximo encierro del calendario expresa con nitidez que hay muchos asuntos que no se están llevando bien en Taurodelta.

Al menos esa es la sensación que se tiene desde fuera en un Madrid del que, al margen de San Isidro, han desaparecido todas las referencias taurinas. Sin una sola publicidad, apenas sin un cartel en los bares y en los lugares de ocio de la capital, esta empresa ha convertido la temporada veraniega de Las Ventas en una cita prácticamente secreta, en un acto semi-privado al que sólo tienen acceso algunos iniciados en los arcanos del taurinismo.

Y también, claro, las agencias de viaje, que han sido las que han acabado imponiendo, en plena canícula, ese absurdo horario de festejos a las siete de la tarde. Que nadie lo dude: ha sido por el turismo que tiene que llegar a la cena en el tablao flamenco, por lo que se ha roto esa buena costumbre de años atrás, en la que, con precios populares y a la fresca de las diez de la noche, entre tarteras y cervecitas frescas, los tendidos se llenaban en más de su mitad durante todo el ciclo de novilladas.

Pero para esta empresa, o para alguna de sus mentes ¿pensantes?, son más importantes mil y pico de guiris repartidos por los bajos de sombra –que esa puede ser una de las claves– que diez mil paisanos y sus pequeños acompañantes a cinco euros (unos 85 pesos) la entrada general.

Con ese "beneficio" asegurado, para algunas de estas lumbreras, evidentemente, lo de menos son los carteles. Y es así como, entre algunas presencias ameritadas, las combinaciones acaban siendo una buena oportunidad para atender, sin ninguna justificación taurina, las docenas de recomendaciones de políticos de todo pelaje y demás fauna clientelista que todos los años llegan hasta las oficinas de la calle de Alcalá.

Con tales mimbres, con el paso de tanto recomendando incapaz estrellado ante novilladas infumables, los resultados de tales festejos acaban  por sumirse en el mismo anonimato de una plaza cada vez más anodina e intrascendente. Esa es la dañina política taurina que está matando las ilusiones tanto de los aficionados como de los aspirantes que realmente se merecen venir a Madrid para intentar lanzar sus carreras.

Si no fuera por evitar la exageración y salvando las circunstancias, bien se podría asegurar que la mentalidad con que ahora se maneja la "cátedral" es la misma que la de quienes expolian a los guiris a 90 euros (alrededor de mil 500 pesos) por barba en las becerradas de la costa del Sol.

Pero, tan pendientes todos de otras historias anecdóticas y de menor trascendencia de futuro, en lo que nadie parece estar reparando es que, entre tanto turista y con tan pocos aficionados en los tendidos, ya no existe diferencia alguna entre el verano de la supuestamente sana, pero vacía, plaza de Madrid y las últimas temporadas de la agonizante Monumental de Barcelona.

Y es que este mezquino y ciego sistema taurino que sufrimos ya no es capaz siquiera de aprender de sus propios errores para corregir su deriva hacia el abismo. Pero no están los tiempos para perder así, por K.O. y por abandono, una plaza como Las Ventas. Porque, en plena crisis, sin suficientes huecos en los carteles de las ferias y ante la extinción del mercado rural de novilladas, su temporada de verano, para matadores y novilleros, es más necesaria que nunca.

Mejor dicho, es imprescindible desarrollar una buena temporada, en la que se den verdaderas oportunidades con ganado de mínimas garantías y con una presentación lógica, para un público bastante superior al que representa esa minoría de turistas que nada valora y que nada significa salvo para los comisionistas de las agencias de viaje.

Pero no esperemos nada en ese sentido, ya se ha comprobado, de estos torpes taurinos de hoy en día. La monumental madrileña pide, urgentemente, de una solución política, un nuevo pliego de condiciones que varíe sus objetivos económicos y fuerce un cambio radical en los criterios de organización de la empresa adjudicataria.


Se trata de que, de una vez, la Comunidad de Madrid renuncie al canon -tan duro para la plaza, tan insignificante para las arcas de su Gobierno- para invertirlo en la ambiciosa política de promoción que Las Ventas necesita para volver a ser lo que fue, y lo que debe seguir significando y aportando al global del mundo del toro.

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