domingo, 7 de julio de 2013

Eduardo Estela Garrido: Aquellas tardes que no se olvidan

ALEX GÓMEZ SALINAS

SANTIAGO DE CALI.- No recuerdo con certeza cuando conocí a don Eduardo Estela Garrido, pero lo que si recuerdo claramente fue su gentileza cada vez que lo requerí para asuntos profesionales, siendo yo aún muy joven lo entrevisté para una investigación académica acerca de las transmisiones radiales de la Temporada Taurina en Cañaveralejo y desde ese momento nunca tuve de su parte una actitud que me hubiese desconcertado.

Entres la últimas entrevistas que me concedió hay una muy especial que  le realizamos en su oficina y a la limón con el colega Guillermo “El Memo” Cárdenas una tarde de diciembre en la que  aparte de la situaciones propias de la Fundación Plaza de Toros de Cali, la cual presidió hasta el momento de su liquidación, abordamos temas personales, entre otros su infancia, su juventud siempre marcadas por el mundo del toro, la afición heredada de don José María Estela, la relación con sus padres, con su esposa doña Aida y con sus hijos, la vida de ganadero y empresario… mas que una entrevista fue una charla en la que nos dejo ver su calidez y en la que entre sus anécdotas de tanto tiempo y  las ocurrente preguntas del Memo no paramos de reír.

Tras su sensible fallecimiento esta semana en la capital Vallecaucana sin duda recordar a don Eduardo es recapitular una época que marcó la fiesta brava en la querida Cali, época de llenos,de abonos agotados en marzo, de toros bravos, de salidas a hombros, de ferias de luces, de éxitos, de “feria sin toros no es feria” de esa pasión taurina que hoy anhelamos.

Entre las anécdotas que recordaba estaban las dificultades que se presentaban en contrataciones con las figuras, las tres veces que en las temporadas mas recientes  José María Manzanares hijo se le cayó de los carteles cuando ya estaba anunciado, el día en que ante un inconveniente con El Juli tuvieron que decirle que si no toreaba esa corrida no había mas remedio que hacerlo detener por incumplimiento de contrato, o la tarde en que un alcalde en Duitama vetó su ganadería.

Finalmente en este breve remembranza de don Eduardo Estela debo resaltar un aspecto que me marcó en mi relación con él la cual se caracterizó por el respeto mutuo desde la posición que cada uno ocupaba, desde la primera vez percibí que sin importar que fuese un joven con ganas de entrar a un mundo muy cerrado para ese entonces siempre  atendía con especial atención a quien le veía algún conocimiento y se interesaba por el mundo del toro, es decir, sabía reconocer quien realmente tenía afición, fruto de ello  guardare como un tesoro los libros de los Cincuenta años de la Plaza de toros de Cañaveralejo y de los cuarenta años de la Fundación Plaza de Toros de Cali los cuales me obsequió  porque según él era un regalo por esa afición y porque ya había hecho meritos para tenerlos en  mi biblioteca.

Nuestras condolencias para doña Aida y toda su familia y gracias don Eduardo, porque definitivamente: hay tardes que no que no se olvidan.

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