ZABALA DE LA SERNA
La megafonía se adelantó al paseíllo para anunciar el minuto
de silencio por los 80 muertos del trágico accidente de tren en Santiago y se
guardó entonces con los toreros aún en el portón de cuadrillas. Insólito. Padilla, Juli y Perera
quisieron también ofrecer su homenaje, se desmonteraron al finalizar el paseo,
mandaron parar la música y sumieron Cuatro
Caminos en el silencio procedente y en su momento.
Juan José Padilla
se vio en un terrible apuro de la manera más absurda. Se perfilaba para matar
al primero de Garcigrande, un buen toro templado, un tanto acarnerado de
feote perfil, negro y hecho. Un punto distraídito en los finales y ahora
también. De repente se le arrancó, y Padilla
quiso salvarlo con la muleta como si hiciese la suerte del falso volapié.
Perdió el engaño y el toro hizo por él; Juan
empezó a correr hacia los medios en línea recta, sin zigzaguear. Hasta que el
toro lo alcanzó, lo elevó sobre la testuz, lo soltó a plomo y le pasó por
encima como un camión. El Ciclón
quedó aturdido y muy dolorido de la muñeca izquierda que amortiguó la seca
caída. Volteretón incruento por fortuna. Pudo matarlo y cobrarse un trofeo que
la gente impactada quería doblar. La faena, que había iniciado de rodillas y en
redondo, le dio dos vueltas al pasodoble en distintas fases. Sobre las dos
manos en el tramo medio y buscando todos los resortes del efectismo en circulares y circulares invertidos metido en los costillares hasta el desplante
final. Verdaderamente bien había toreado con el capote con el toro ya
anunciando su tranco de temple y humillación; en banderillas también sufrió en
un tercer par de dentro afuera con los pitones en la chaquetilla.
Juli fue el amo con la muleta con un toro salpicado, liviano de
hechuras y de buena cara por delante. Verónicas
de mando y gobierno hasta los medios. El de Garcigrande se movía muy
suelto, como desentendiéndose de los capotes en la cercanía y atacando lo que
había en la lejanía. El Juli desde el primer momento le
aplicó el correctivo de fijarlo muy abajo en tres series de derechazos de
autoridad sin fisuras. Por el izquierdo no respondió igual la embestida;
soltaba más la cara en recorrido menor. Pero Juli lo solventó bien y
estiró el viaje hasta donde no quería viajar. Se rindió el toro en la última
serie en redondo, que no seria la última: unas bernadinas cambiando el viaje desprendieron emoción, pues el toro
escarbaba y miraba hacia todos los lados menos a la muleta. Alarde de valor que
se frustró al salirse de la suerte con la espada, como en Pamplona, y pinchar
todo lo hecho.
Lo de Perera fue
de una seguridad aplastante de pitón a rabo con el colorado y redondo tercero.
Seguridad y temple desde el capote: un quite por chicuelinas intercaló una gaonera
a cámara lenta resuelta con una revolera
vistosa. La obra muleteril se desató con los clásicos pases pendulares tan de
su firma y una quietud pasmosa para deshacer la trenza con el pase de las flores. El toro se
desplazaba un metro más en cada derechazo para ligar series frondosas y
abundantes con la base de la ligazón. Ni un paso atrás. Una sola intervención
al natural (no embestía igual el toro de Domingo
Hernández) y ya se montó un formidable lío con los pitones lamiendo las bandas.
Tragó lo suyo con las zapatillas inamovibles. Y la plaza se volcó. Como se
volcó Perera en un espadazo que
crujió el palco: dos orejas unánimes.
De la enfermería regresó Padilla con la muñeca vendada. El cuarto era completo: feo, basto
como un percherón, con un pitón caído, cabezón y manso con un sentido de la
orientación terrorífico. Faltó un segundo puyazo a ley en mitad del desgobierno
de lidia con el toro de caballo a caballo. Rehusó el matador a banderillear y
la cuadrilla pasó las de Caín y Abel juntos con los ataques
descompuestos. De uno en uno los palos y los "ayes" a pares. Padilla
se dobló por bajo con poderío y le aguantó una serie de miradas antes de que se
parase con toda la retranca dentro. Sabía el perverso buey lo que había detrás
de la muleta. A la hora de la muerte, Padilla
perdió dos veces la muleta. La oleada del torancanazo al sentir el acero fue de
fiera herida; luego le esperó tapándole la salida. Un mal rato. Mal rato con el
bueno y peor con el malo.
El Juli construyó faena con el alto y grandón quinto con la
ciencia de dejarle la muleta siempre en la cara. Obedecía sin clase alguna. Muy
vulgar. Juli lo puso todo de su
parte, la raza y el conocimiento. Por uno y otro lado. Pero a la hora de matar
volvió a irse. Tanto que la estocada se hundió atravesadísima y muy trasera.
Hizo guardia. Sin muerte. La tarde se fue definitivamente al garete con el
descabello otra vez.
El sexto, el toro de más cara, vino a confirmar que Justo Hernández no tenía dos iguales
para ayer. Perera lo quiso tratar
con mucho tacto en su escasez de fuerza y bondad. Por la izquierda le trazó naturales a cámara lenta. Todo despacio
en su muleta. Los redondos también en espera. En stand by para que rompiese el toro poco a poco. Ninguna violencia.
Predominó la templanza sobre la emoción que no aportaba el toro. Hasta que se
pasó Miguel Ángel una rosca de
faena. Pinchó sin fe.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de Garcigrande (1º, 2º
y 6º) y Domingo Hernández,
presentados en escalera; de templado tranco y humillación el acarnerado 1º;
basto como un caballo el orientado buey 4º; respondió por el derecho el
distraído y liviano 2º; noble y con generoso viaje el redondo 3º también a
derechas; obediente pero sin clase el grandón 5º; bondadoso y de escasa chispa
y fuerza el cornalón 6º.
Juan José Padilla, de canela y oro. Estocada pasada. Aviso
(oreja y petición). En el cuarto, media caída, tres pinchazos y estocada corta
y baja. Aviso (silencio).
El Juli, de grana y oro. Pinchazo, pinchazo hondo
trasero y tres descabellos (saludos). En el quinto, estocada atravesada y muy
trasera que hace guardia y cinco descabellos. Aviso (saludos).
Miguel Ángel Perera, de rioja y oro. Espadazo (dos orejas). En
el sexto, dos pinchazos y estocada casi entera. Aviso (silencio). Salió a
hombros.
Se guardó un minuto de silencio antes y después de hacer el paseíllo
por las victimas del accidente ferroviario de Santiago.
Plaza de Cuatro Caminos. Jueves, 25 de julio de 2013. Corrida de
Beneficencia. Lleno aparente.
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