En la fiesta se cuelan sus dos
compañeros de terna: un Román valiente, listo y templado, y, sorpresa relativa,
un exquisito Martín Escudero que bebe de la fuente José Tomás.
BARQUERITO
Foto: EFE
EL DEBUT CON
PICADORES de un torero de dinastía: el primer Armillita de cuarta
generación. Homónimo de su señor abuelo, Fermín
Espinosa, que fue en los años 20, 30
y hasta 40 torero de época en México y en España, y tal vez más torero de
toreros españoles que mexicanos. De poder y de arte. Tres vástagos matadores de
toros. Hijo del mayor de los tres es este nuevo Fermín Espinosa tercero. El nombre, el apodo, la fama. Todo eso fue
reclamo. Estaban en el callejón su padre y su tío Miguel, y a los dos brindó la muerte del novillo del debut. Cerca
de los Armilla, en el mismo callejón, y venidos expresamente para la
ceremonia, Dámaso González, Curro
Vázquez, Capea padre, El
Soro y Cayetano Rivera Ordóñez.
En un palco de grada, parapetado tras gafas de sol, José Tomás.
Un ambiente, un compromiso. Y un novillo de Daniel
Ruiz, terciado y gacho, de muy justo motor. Buen compasito del nuevo Armillita
en el toreo de capa. Más despegado que ajustado, armónico, tranquilo. Los genes
del buen gusto en el toreo a pies juntos, cierto temple. En un quite descarado,
Román Collado, cabeza de cartel,
salió atropellado al librar una tafallera
a destiempo. Muy fea la caída, pero ni caso: apenas recompuesto, remató Román con linda revolera. Signo de la tarde: la presencia de Armillita espoleó a los
dos compañeros de terna.
Martín Escudero,
de quien tanto y tan bien se viene hablando, era debutante en Valencia. Como el
novel Fermín, pero mucho más hecho.
En Martín Escudero iba a adivinarse
en el quinto de la tarde y casi al calco la tauromaquia de José Tomás.
Muy poco duró el novillo de Armillita, que se dobló
con ritmo en el inicio, se vio perturbado por un viento enredador y vino a
encontrarse con un enemigo claudicante, parado y apagadito. Ni enemigo ni
oponente, pero se le quedaba debajo y hasta delante por falta de fuelle. Terco
el empeño: dos vueltas le dio la banda al vibrante “Dauder” del maestro Lope.
Cuatro pinchazos, cuatro golpes de verduguillo a toro sin descubrir y aculado.
Y se esperó al segundo turno, cuando ya Román
y Martín Escudero, muy en serio los
dos, habían dejado huella y estela. Casi como hermanos mayores en el oficio.
El sexto novillo, grandón, apretó en varas sin pelear,
escarbó, pegó muchos cabezazos. Y anduvo entero y sin aflicción Armillita.
Con aire de torero muy por hacer. Una excelente estocada.
El cuarto de corrida, colorado, lavado y fosco, ancho, gran
culata, fue el de mejor son de los seis. No se templó de capa Román y sí en su quite de turno Martín Escudero, un gracioso quite por chicuelinas de gran ajuste. No le
interesó el caballo de pica al toro -solo el trámite de dos picotazos-, pero
sí, después de venirse pronto en banderillas, el cite en la distancia: galope
humillado y poderoso. Y, entonces, una
faena tan seria como brillante de Román.
El toreo templado, embraguetado, limpio y ligado del canon formal. Rematado
hacia dentro sin alivios. Alguna ligereza menor en la composición con la mano
diestra; rotundo el toreo al natural.
Finura en la manera de templarse, sincera alegría; un alambicado final de
torero cambiado despatarrado y genuflexo, contrario a razón. Y una estocada
desprendida. Una oreja, casi dos.
Gacho, estrecho y largo, el novillo que rompió plaza sangró en el caballo de más –dos varas,
dura la primera-, tuvo desigual son pero no malo, se estiró con elasticidad y
quiso distancia. Hubo un desafiante quite de Martín Escudero por saltilleras
o valencianas, replicó Román con dos apretados y apurados
lances de El Zapopán abrochados con media
de rodillas y brionesa. Dos
gestos. Una terca pero valerosa faena: dos volteretas, ni mirarse el torero,
que salió gateando del segundo aterrizaje. Sin mayor acierto en distancias y
colocación. Demasiado encima Román;
el toro se quedó a mitad de viaje o debajo tres veces. Una fase final entre
pitones dejó claro que el corazón late. Cuatro pinchazos sin pasar, una entera
tendida, un aviso.
Se apoyó mucho en las manos el segundo y pegó por eso cabezazos. Nada sencillo, un punto de
brusquedad casi violenta que latíó de principio a fin. Dos desarmes de Martín Escudero en sus intentos baldíos
de torear de capa. Llamativa la firmeza para arrostrar sin renuncios la
aspereza de las acometidas del toro, la cara arriba siempre, acostones. En
corto y muy de verdad, una gran
estocada. Esa sensación de torero muy de una pieza vino a confirmarse y
multiplicarse después. Un quinto novillo que se había derrumbado al salir de
varas, dolido de un pérfido puyazo trasero, noble pero sin fuerza. Y una faena
de sorprendente calidad. Apertura por estatuarios en la distancia, la majeza de
una madeja por abajo, el de la firma,
la trinchera. Y un rico repertorio de
toreo del puro por las dos manos: ajuste impecable, verticalidad, el toro
traído por delante y llevado casi a pulso, soberbio el dibujo del natural,
ritmo en los de pecho. La gracia del toreo de frente a pies juntos. Un
frustrado remate por laserninas, de
escuela. Y la mayúscula sorpresa de ver al torero pinchar sin fe hasta cinco
veces. Un aviso. Pero…
POSDATA PARA LOS
ÍNTIMOS.- El gazpacho valenciano,
de tomate de la huerta -La Huerta, con mayúsculas-, es bastante más bueno que
otros gazpachos de regiones de más fama. No fama de tomate. En ese despacho
ecoalimentario de la calle de San Vicente Mártir donde tanta saluda gané en
marzo hacen en julio un gazpacho insuperable. Dos euros con diez céntimos. Se
te caen las lágrimas. La horchata no es moco de pavo. El zumo de remolacha y
manzana es de llorar. Se nota que es verano. Por la tarde estaban dando una clase
magistral de elaboración de horchata con una maestra chufera.
Y de ahí a la plaza. A
las siete y media arrancó. Casi de noche. Merienda de diez minutos largos.
Pasaron una bandeja de canapés de membrillo y queso de cabra. ¿De dónde sería
el membrillo? De Puente Genil, membrillo.
Me ha gustado el
arrebato inteligente de Román, hijo de madre normanda y padre valenciano. Se le
ve el aspecto normando hasta toreando con la izquierda. Me he encantado el
Martín Escudero del que tanto había oído hablar. Y tan bien. Armillita tiene
cierto gancho. Los toros hay que pasárselos lo más cerca posible. Si se puede,
naturalmente.
FICHA DEL FESTEJO
Seis novillos de Daniel Ruiz,
de variado y desigual remate. De gran son el cuarto; nobles un tercero apagado
y un quinto frágil. Brusco el segundo; áspero el sexto. Manejable el primero.
Román Collado “Román”, del azul cobalto y oro, silencio tras un
aviso y oreja con petición de la segunda. Martín
Escudero, de malva y oro. Fermín
Espinosa, “Armillita”, que debutaba con picadores, de azul pavo y oro,
silencio tras un aviso y silencio.
Martes, 23 de julio de 2013. Valencia. 1ª de la Feria de Julio. Un cuarto de plaza. Calor, algo ventoso.
Martes, 23 de julio de 2013. Valencia. 1ª de la Feria de Julio. Un cuarto de plaza. Calor, algo ventoso.
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