miércoles, 24 de julio de 2013

FERIA DE SAN JAIME EN VALENCIA – PRIMERA CORRIDA: Fandiño se pone caro y serio

Recompensa generosa y muy discutida para Padilla en versión escandalosa. Preocupante mansedumbre de una deslucida corrida de Las Ramblas.

BARQUERITO
Foto: EFE

ABRIÓ FIESTA un toro aplomado, distraído, manso y noble, que se dejó pegar en dos varas, pareció espabilarse en banderillas pero solo lo pareció y tuvo en la muleta, antes de mirar y buscar tablas, una docena de mortecinos viajes. Ni el menor cascabeleo. Finito, circunspecto, trasteó con técnica, gusto y seguridad. Parsimonioso argumento: no repetía el toro, le costaba un mundo venirse, hubo que tirar de él. Los muletazos de mejor caligrafía se celebraron y jalearon. La gota de calidad. Una estocada tan atravesada que asomó. Un descabello. Un aviso.

Negro salpicado y coletero, el segundo no terminó  de fijarse y por eso tuvo su punto incierto. Padilla, aparatoso en el recibo –dos largas cambiadas de rodillas en tablas- estuvo a punto de ser arrollado cuando lo llevaba al caballo. De latiguillo arreó doliéndose el toro en una vara. Luego, quiso huirse. Padilla se quedó con los palos en la mano en el segundo par de un tercio de banderillas arriesgado y cuando brindaba desde los medios, el toro se le vino suelto y cruzado. Solo el susto. Hubo que tirar las armas y salir por pies.

Muy a voces una faena porfiona sin mayor contenido que su hermoso arranque: tapando al toro, que era la única manera, hasta que dejó de venirle metido en el engaño. Padilla tuvo que asirse al lomo unas cuantas veces y, aunque manga por hombro, el trabajito prendió en las masas sensibles. Un intento de molinete de rodillas, rajadita del toro. Una estocada desprendida. La rueda de peones fue violentísima. Los dos alguaciles se hartaron a pegar fustazos en la barrera.

Castaño lombardo, rechoncho, el tercero fue de vagos viajes, rácano empleo y desgana manifiesta. Fandiño, repescado para la Feria como reemplazo de El Cordobés”, se tomó en serio el toro, no le consintió tiempos muertos, atacó sin dar tregua y supo convencerlo. No que rompiera, porque la embestida, insípida, fue casi doméstica, pero el toro acabó tomando engaño, y eso parecía un milagro. Con sacacorchos los muletazos, que ganaron ritmo poco a poco. Muy ceñido el torero de Orduña, severo, despatarrado, entregado en un palmo de terreno. Solo la licencia de abrochar con sedicentes manoletinas, que tiñen de sangre de toro sisas, chupas y hombreras. Una estocada contraria y casi a cañón. Perfecto sopapo. Antes del parón de la merienda cena de casi las nueve de la noche, Fandiño era el papel de la corrida.

Luego de los postres, encendieron los focos, asomó  un cuarto regordío y badanudo, y volvió a escena sin la menor ilusión Finito. En varas le dieron al toro la del pulpo, Alvarito Oliver lidió de maravilla, pasaron siete veces los banderilleros para dejar al fin los cuatro palos reglamentarios y Finito no se dio ni coba. Media atravesada. General censura de los paganos. Sin acritud. El tiempo, que es oro, se fue por el desagüe antes de soltarse el quinto. La brigada de areneros le estuvo sacando brillo a la alfombra sin prisa. Casi dos horas de espectáculo y solo se había visto a Fandiño pegar veinte muletazos como Dios manda.

El quinto, entrado en carnes, rizado y engatillado, se blandeó en el caballo. Padilla, en versión escandalosa, lo recibió con dos largas de rodillas en tablas y remató con una larga del repertorio de Finito; se fue el toro. Fandiño tuvo el gesto imprevisto de salir a quitar por gaoneras más ajustadas que limpias. Todo fue, después, monumental trapisonda. Padilla brindó a su hermano Jaime, que estaba de paisano en el callejón y con las palabras que fueran le hizo romper a llorar. De rodillas por alto el arranque de faena, coces del toro que arrollaba y se soltaba, y el solo propósito de Padilla de abrir la puerta grande. Ni una tanda armada. Un fárrago interminable, desarmes. Remedo del toreo. Arrucinas, desplantes, espaldinas de rodillas. Rajado el toro, estuvo a punto de echarse en tablas. Duro de ver. Una estocada. Cundió una petición de oreja raspadita. Hubo protestas cuando cedió el palco. Se dividieron las opiniones ruidosamente cuando Padilla saludó desde los medios.

El sexto fue de salida el de mejor aire de los seis. Templado Fandiño al lance, un picador bueno, pares notables de Jarocho y Arruga, brega buena de Pedro Lara. Después de la tempestad, la calma. Los focos parecían deslumbrar al toro, que ni humilló ni terminó de pasar. Fandiño brindó desde los medios. Estatuarios de cata en tablas y, enseguida, al tercio. De abajo arriba con la zurda Iván. La cara arriba el toro, cada vez más pendiente del callejón, la mirada perdida. No cejó Fandiño, firme, incansable. Se arrancó la banda, la hizo callar Fandiño. De abrir la puerta grande se trataba también. Solo que de otra manera. En renuncio el toro, que se escupía de engaño y volvió grupas. Una estocada

Postata para los íntimos.- "Comulgar con ruedas de molino". La frase se las trae. Jugar con fuego.

No hagamos del torear un esperpento. Etcétera.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Las Ramblas (Daniel Martínez). Corrida desigual de hechuras y pobre juego. Mansearon antes o después los dos primeros; el tercero, apagado, noble sin la menor codicia. Cuarto, sangradísimo en varas, y quinto, que pegó muchas coces, de pobre nota. Manso sin fijeza ni celo el sexto.
Finito de Córdoba, de ceniza, plata y pasamanería blanca, silencio tras un aviso y silencio.
Juan José Padilla, de corinto y oro, una oreja.
Iván Fandiño, que sustituyó a El Cordobés, de lila y oro, una oreja y saludos.
Miércoles, 24 de julio 2013. Valencia. 2ª de la Feria de Julio. Caluroso, ventoso. Un tercio de aforo.

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