PACO AGUADO
Fotos: EFE
Una
vez entonado el "Pobre de mí"
por las calles de Pamplona, los
Sanfermines de 2013 arrojan en lo taurino un confuso balance de resultados, en el que los números no reflejan
con exactitud la realidad de lo sucedido
en el ruedo.

Pero
esa tremenda impresión inicial que provocan los toros de la autodenominada "Feria del Toro", se queda en nada,
en la mayoría de los casos, a medida que
avanza la lidia.
La
mansedumbre, la falta de casta, la escasez de fuerzas o de fondo, las
actitudes defensivas y el genio -matices
opuestos a la verdadera bravura- son los
comportamientos más repetidos en el juego de esos toros tan aparentes
por fuera. Unas actitudes que, también
en muchos casos, vienen motivadas por
descompensaciones físicas que todavía se siguen confundiendo con el
trapío.
Como
realmente bravos, aunque tampoco sin grandes excesos, sólo se ha podido calificar a media docena de los casi
cincuenta toros lidiados en la feria navarra: tres de Torrestrella, dos de Fuente
Ymbro y uno de El Pilar.

Numéricamente
hablando, el toledano David Mora fue
el triunfador del ciclo, con el corte de tres de esas orejas "cariñosas" y por tener en su
haber la primera salida a hombros de un matador en la feria. Después, sólo
consiguieron hacerlo Juan José Padilla e Iván Fandiño, aunque ambos con un trofeo menos en el esportón.
Precisamente
Fandiño fue el único espada de
alternativa que consiguió dos trofeos de
un mismo toro, por una faena entonada y reposada a uno de Fuente Ymbro, pero que no levantó clamores. En cambio, Padilla, con un toreo efectista, hizo
vibrar esa misma tarde a un público
entregado de antemano que le trata y le premia como a un ídolo local, con una pasión casi deportiva.

Una
sola oreja pasearon El Juli, una máxima figura para quien el balance se antoja demasiado corto, y el navarro Francisco Marco, muy bien tratado por
sus paisanos. Pero, aparte de trofeos con tan desigual valor, hubo otras
actuaciones en la feria incluso más
meritorias que las premiadas, y que pasaron desapercibidas entre el griterío y
el barullo de la fiesta en rojo y blanco.
En
ese apartado hay que incluir a Antonio
Nazaré, que hizo el toreo más puro de la
feria a los mansos de Alcurrucén, y a Miguel Ángel Perera, que se jugó el pellejo con entereza, autoridad y sin un sólo aspaviento
ante un peligroso manso de Fuente Ymbro.

Y
un día antes, en la apertura de la feria, destacó la actuación de los
novilleros extremeños Rafael Cerro y Posada de Maravillas,
aunque sólo éste salió a hombros por
andar más certero con la espada que su compañero. La oreja que se llevó el local
Javier Antón, por ser la primera,
marcó ya el tono de exigencia que iba a
caracterizar el resto de una feria con poca bravura y poco toreo. / EFE
No hay comentarios:
Publicar un comentario