JORGE RAÚL NACIF
Muchas fueron las circunstancias que se
vivieron la tarde de este domingo en la Plaza México, donde cayó un aguacero
monumental que le puso la pimienta a un festejo entretenido y en el que los
tres novilleros, cada cual a su nivel y momento, mostraron sus credenciales e
intentaron lograr el triunfo.
Y si Ricardo Frausto mostró ese sitio
prácticamente ya de un matador de toros y tuvo una actuación solvente y de
calidad, Mirafuentes de Anda dejó ver
ese toreo templado cuando logró acoplarse, mientras que Diego Emilio regaló ese
toreo de raza y con rápida conexión a los tendidos.
Ricardo Frausto demostró que está ya para la
alternativa; vamos, su tauromaquia ya le pide el toro. La lidia de su segundo
se desarrolló entre fuerte lluvia e incluso leve granizada, lo que propició que
el público, cubriéndose y con las manos ocupadas, no pudiera corearle del todo
lo realizado en el ruedo.
El novillo de Vallencinos tenía nobleza y se empleaba con calidad, aunque el
estado del ruedo le hacía acudir a la muleta con cierta inseguridad. Frausto lo
entendió y así, sin forzarlo, corrió la mano con temple y suavidad, primero al
natural y luego por derecha en muletazos templados. Faena sobria la del
hidrocálido, que remató de un pinchazo y una estocada. Quizá por haber pinchado
en el primer intento, la autoridad no le concedió la oreja que el público pedía
más con palmas y silbidos que con pañuelos, pues la lluvia apretaba con fuerza.
Al final, cariñosa la vuelta al ruedo que Ricardo emprendió.
Su primero tuvo un comportamiento un tanto
incierto, pues en los primeros tercios tiraba un tornillazo, defendiéndose,
aunque en los primeros escarceos con la sarga parecía entregarse y acudir con
recorrido y clase, pero nuevamente volvió a la senda de las complicaciones y le
puso cuesta arriba el tema a Ricardo, que supo solventar la papeleta con a su buena técnica y al oficio que ha
desarrollado.
Ya con el ruedo arreglado gracias al serrín,
en una estupenda labor del cuerpo de monosabios, Mirafuentes de Anda lidió al quinto de la tarde, un ejemplar que si
bien es cierto acudía con nobleza, le faltaba transmisión. Recibió con una larga cambiada a portagayola, llevó al novillo al caballo por tapatías y quitó por chicuelinas,
variedad capotera que el público agradeció con sus palmas.
Los mejores momentos de Orlando fueron con la
muleta en la mano izquierda, pues ligó algunos naturales de muy bella factura y
quedó claro que se acomoda más por este perfil. También con la diestra hubo
algunos detalles de calidad, con el temple que atesora este joven espada que,
debido quizá a su poco rodaje, no logró que la faena mantuviera ese nivel,
considerando también que el novillo vino a menos. Tras petición de oreja luego
de una estocada delantera, dio la vuelta al ruedo entre algunas protestas.
El primero de su lote fue otro ejemplar al que
le faltó chispa y que, además, fue mal lidiado durante el segundo tercio y los
subalternos pasaron fatigas para banderillearlo. Mirafuentes anduvo esforzado, pero la faena no pudo tomar las
alturas que este joven espada hubiera deseado.
Diego Emilio volvió a La México tras el buen sabor que dejó en la primera novillada de
este ciclo y tuvo una actuación muy enrazada delante de su primero, un ejemplar
de Los Ébanos que manseó desde los
primeros tercios y terminó desarrollando sentido, poniendo el peligro en el
sentir de los aficionados. El hidrocálido no perdonó en quites y ya en el
tercio mortal le dejaba la muleta en la cara al ejemplar para evitar que
saliera suelto y poder ligar.
En esta tesitura, le endilgó muletazos que
conectaron pronto con los tendidos y ahí quedarán tres naturalazos, en los que
se desgarró y transmitió todo lo que lleva en su interior. Fuerte el susto que
se llevó al ser prendido por el ejemplar, pero el bravo torero de
Aguascalientes siguió poniendo el corazón por delante, incluso notándose
revolucionado, lo que le granjeó el apoyo de un público que se lamentó al verlo
pinchar con la espada y sufrió cuando, en el segundo intento, se llevó una
fortísima voltereta de la que se pensó llevaba una cornada. Una sonora ovación
desde el tercio fue el resultado final de esta entregada labor.
Ante su segundo, visiblemente lastimado tras
los arropones descritos, no escatimó esfuerzos y quitó por gaoneras. Ya con la sarga, adelantó la suerte en un descuido y
sufrió la voltereta, tras la cual el astado desarrolló sentido y volvió a
echárselo a los lomos. Ante tal situación, Diego Emilio prefirió abreviar,
aunque falló el repetidas ocasiones con la espada y el descabello, hasta
escuchar dos avisos y ser nuevamente empitonado, retirándose entre algunos
pitos que se entreveraron con palmas.
Y así, mientras caía la noche en esta gran
ciudad, las circunstancias que se presentaron en este festejo marcaron el
resultado final, en el que, más allá de lo numérico, se pudieron vivir aspectos
de notorio interés
FICHA
DEL FESTEJO
Cinco novillos de Vallencinos (denominación de San Isidro)
y uno de Los Ébanos (3º), correctos de presentación y de juego desigual.
Ricardo Frausto (azul rey y oro): Palmas y vuelta tras
petición.
Mirafuentes de Anda (sangre de pichón y oro): Silencio y
vuelta tras petición.
Diego Emilio (grana y azabache): Ovación y división tras
aviso.
Incidencias: Saludó en
banderillas Jorge Luna. *** Tras la lidia del 4º, los monosabios repararon el
ruedo, que había quedado en malas condiciones por la lluvia, en una labor que
duró alrededor de media hora. *** Tras el paseíllo, la Porra Libre entregó a Frausto
el trofeo Joselillo, como novillero triunfador del ciclo anterior.
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