El torero gaditano cae de pie en
su debut en una tarde en la que se cambiaron estocadas por trofeos; en su mano,
un buen toro lastrado por una lesión; Juan del Álamo también puntúa.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de
Madrid
Foto: EFE
El idilio de los cebaditas con Pamplona ponía ayer la
trigésima cita en su palmarés. Una corrida tremendamente astifina aspiraba, a
priori, a su octavo premio de la Feria del Toro. Y a su quinto Trofeo Carriquiri.
No sumará para ninguno de ellos el toro de apertura. Ni a
posteriori nada. Castaño, bajo, entipado y tocado arriba de pitones. Basculó
siempre hacia tablas desde su aparición. Tan suelto. Octavio Chacón libró una
larga cambiada, lanceó a pies juntos a favor de la tendencia del toro,
entremezcló chicuelinas y abrochó con media verónica de rodillas. Una
declaración de intenciones que continuó en la apertura de faena. También de
hinojos. En la frontera entre la sombra y el sol y en redondo. Ya le costaba al
cebada un mundo. Viajar y descolgar. Se abrió Chacón con él a los medios. Y
tampoco. O menos. La bravura ausente. Como el recorrido. Sin maldad, eso sí. No
se trataba de terrenos. Pues pisó unos cuantos. En la querencia siguió sin
darse. OC se descaró en un desplante genuflexo y el toro lo sorprendió. Del
vuelo cayó el torero sobre el pitón. Y quedó colgado por la misma ingle. Un
milagro. Persiguió el gaditano en su debut todos los registros pamploneses. Y
como se volcó en la estocada le dieron una oreja. Que si le vale para volver ya
habrá tenido un motivo.
Del tipo y conformación de la corrida se salía el siguiente
cebada. No sería el único. Montado y cuesta arriba. Feota la expresión. Abierta
la testa. Una moña en lo alto. No humilló jamás. Limitado de poder y de una
sosería supina. Luis Bolívar lo entendió con inteligencia a su altura. Sin
apretarlo. Faena casi enteramente diestra, extensa y átona. Plana como la
embestida. No había más. Las manoletinas de despedida como único guiño al
espíritu sanferminero. Ejecutó el volapié con una integridad a topacarnero.
Otras líneas traía el hechurado tercero. Generoso el cuello.
Que usó como un muelle. La cara suelta. Otra vida en su movilidad. Ayuna de
otras virtudes. Juan del Álamo prologó y epilogó su obra de rodillas. Entre
tanto los recursos técnicos buscaron, y hallaron, la limpieza. Nada fácil entre
el calamocheo. Del cierre penitente se incorporó Del Álamo también por manolas.
Nadie se resiste a los resortes que levantan aquí clamores. Aunque de verdadero
clamor fue la estocada. Un espadazo que significó el trofeo. La efectividad de
la espada ya es una garantía de éxito de un tiempo a esta parte. A veces sin
mucho más.
Y así le sucedió a Octavio Chacón. Por manoletinas -joder,
qué cruz- dijo también adiós a la faena del cuarto. Un cárdeno afiladísimo que
demostró mejor estilo que ninguno. Pero condicionado y lastrado por una lesión
de la pata izquierda. Con todo, aguantó la faena completa. Que en el temple
tuvo su virtud mayor. Otro espadazo, otra oreja y una puerta grande que puede
que compense toda la lucha de Chacón pero que, dicho sea con respeto, no era
seria. A «Punterito»
lo ovacionaron en el arrastre por la buena clase que apuntó y no pudo
desarrollar por su cojera.
El imponente quinto venía con el fondo contadísimo. Como su
inocuo empleo. Sin peligro y sin entrega final. Y a menos siempre. Luis Bolívar
se explayó con más oficio que brillo. Abundante otra vez y sin material para
mostrar su madurez.
Ensillado, cabezón y veleto, el cinqueño último parecía de
una genealogía diferente. Se movió por el palillo. Pasaba como el mulo que era.
Del Álamo le buscó las vueltas y revueltas.
Sin café, no hay despertar. Y la corrida de Cebada no pudo
ser más descafeinada.
CEBADA GAGO | Chacón, Bolívar y Del Álamo
Toros de Cebada Gago, un
cinqueño (6º), serios y armados en sus diferentes hechuras; descastados y sin
humillación 1º y 2º; con más vida y la cara muy suelta el 3º; bueno pero
lesionado el 4º; sin maldad ni fondo el 5º; un mulo el 6º.
Octavio Chacón, de rosa fucsia y oro. Estocada pasada casi
entera (oreja). En el cuarto, estocada (oreja).
Luis Bolívar, de sangre de toro y oro. Estocada casi
entera atravesada y dos descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, estocada
tendida y rinconera. Aviso (silencio).
Juan del Álamo, de verde botella y oro. Estocada (oreja).
En el sexto, estocada tendida y descabello. Aviso (silencio).
Monumental de Pamplona. Lunes, 9 de julio de 2018. Quinta de feria.
Lleno.
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