En realidad, no les importa gran
cosa lo que ocurra con los toros en el ruedo, pero saben que la Tauromaquia es
un buen reclamo para apoyar el movimiento animalista. Un movimiento que tiene
como fin poner en pie de igualdad la condición humana con la de los animales
irracionales, ya sean salvajes o domésticos, para equiparar el humanismo con
raíces greco-romanas y judeo-cristianas, con la vida de los animales
irracionales.
ANTONIO PURROY
No, el movimiento animalista no descansa y se activa
bastante más cuando llegan los Sanfermines. Parece que este año han decidido
echar el resto y hacerse presentes en Pamplona unos días antes del chupinazo
con una sobreactuación animalista –grupos como Liberal Animalis, PETA, PACMA…-,
con el apoyo más o menos velado de movimientos locales de corte izquierdista,
populista y nacionalista.
El movimiento animalista tiene como fin último poner en pie
de igualdad la condición humana con la de los animales irracionales, ya sean
salvajes o domésticos, para equiparar el humanismo con raíces greco-romanas y
judeo-cristianas, con la vida de los animales irracionales, un relato
equivocado, injusto e innecesario. Niegan el humanismo y apoyan el
antiespecismo que sostiene que todas las especies animales son iguales,
incluida la humana (P. Singer).
En realidad, no les importa gran cosa lo que ocurra con los
toros en el ruedo, pero saben que la Tauromaquia es un buen reclamo para apoyar
el movimiento animalista, porque las imágenes distorsionadas que presentan,
junto con la aparente crueldad del espectáculo, movilizan a gentes
bienintencionadas de cualquier rincón del mundo a favor de sus tesis
animalistas.
No contentos con ello, eligen los Sanfermines porque poseen
el festejo popular taurino más importante del planeta, el Encierro, acompañado
de las corridas vespertinas de prestigio, pues ya se sabe que sin corridas no
hay encierros: la desaparición de aquellas haría inviable el encierro. Tome
nota señor alcalde de Pamplona. Cualquier acto antitaurino extravagante y bien
organizado tiene garantizado su difusión por medio mundo y en pocas horas a
través de las redes sociales. Así, la Tauromaquia se convierte en el mejor
altavoz y la mayor pantalla del movimiento animalista, que tiene objetivos
mucho más ambiciosos que la pequeña influencia económica y social que tiene la
fiesta de los toros en los ocho países taurinos donde se celebran corridas
(Portugal, España, Francia, México, Venezuela, Ecuador, Colombia, Perú).
Para defender a los animales, no se les ocurre mejor cosa
que ir en contra de la producción de alimentos de origen animal, para lo que no
dudan en atacar la cría de animales domésticos –animales de renta- que son los
que producen alimentos esenciales en la dieta humana (carne, leche, huevos…), y
que lamentablemente escasean en las regiones desfavorecidas del planeta, allí
donde se pasa hambre. Se olvidan del enorme daño que pueden generar a los
ganaderos y a sus familias y a toda la industria cárnica que gira en torno a
esta producción y que es una gran fuente de riqueza para España.
En las regiones avanzadas, como puede ser la UE, la moderna
producción animal está sometida a unas normas rigurosas de bienestar animal que
garantizan una vida acorde con el comportamiento animal y los objetivos de
producción. Nadie quiere más a sus animales que los propios ganaderos y, aunque
parezca una aberración, nadie quiere más a los toros de lidia que los propios
ganaderos, toreros y aficionados. Decir que la gente va a las plazas a ver
sufrir a los toros es una gran falacia llena de maldad.
Pero es que el movimiento animalista tiene además una gran
carga de insolidaridad. Es insolidario con los millones de familias de
ganaderos en el mundo que dependen de la producción de sus animales para vivir
de su trabajo. Es insolidario cuando animan a abrazar el veganismo a las
generaciones jóvenes de los países avanzados, sabiendo que la dieta vegana,
libre de alimentos de origen animal, es desequilibrada e incompleta, por tanto,
insana. Es insolidario con el mundo de las mascotas -animales de compañía-
porque se les somete a una vida humanizada que a menudo choca con su vida
natural. Es insolidario con el medio ambiente al ir en contra de la cría de
animales que consumen el pasto natural de nuestros campos y montes, que ayuda a
mantener fértil y limpio el terreno y a evitar incendios forestales. Es
insolidario porque se oponen a la investigación con animales, que está reglada
y ordenada por ley, para el avance del conocimiento por el bien general de la
sociedad. Es insolidario con los muchos millones de habitantes que pasan hambre
en el mundo, a los que de alguna manera se les quiere impedir el acceso a estos
alimentos tan necesarios para sus vidas.
Y lo que es más penoso, están haciendo el caldo gordo sin
ellos saberlo a grandes firmas multinacionales que viven del mundo de las
mascotas o de la fabricación de alimentos “cárnicos” sin carne para los
veganos, o de hamburguesas de carne artificial –también sin carne- para el gran
público, una gran hipocresía.
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