El veterano torero cortó una
oreja en su despedida de Mont de Marsan, con el aliento de un público
entregado. El Cóndor del Perú desplegó su trazo dominador en una gran faena,
que la espada dejó en un solo trofeo. Talavante se estrelló con un lote vacío.
MARÍA VALLEJO
@m_vallejo_
Mont de Marsan
(Francia)
Diario EL MUNDO de
Madrid
Un aficionado francés colocaba con mimo la bandera corsaria
sobre barrera de capotes media hora antes del festejo. Mientras la muchedumbre
que abarrotaba los alrededores comenzaba a ocupar el coso. Ambiente de tarde
grande. Tras el soñado adiós de Padilla y la cumbre de Roca Rey en Pamplona, el
Pirata y el Cóndor volvían a encontrarse en el ruedo. La presencia de
Talavante, exiliado de las grandes ferias del Norte, disparaba la expectación.
Que desembocó en una atronadora ovación cuando Juan José Padilla, con la cabeza
envuelta en su pañuelo bucanero, recogió la Medalla de Oro de Mont de Marsan
como reconocimiento a su trayectoria en la plaza francesa -14 orejas en 12
tardes-. Casi un minuto duraron los honores, que Padilla recogía desde la raya
del tercio en su montera.
El Ciclón de Jerez fijó al bajo y hondo primero en la
electricidad de un rápido ramillete de verónicas. Cogió los palos y clavó con
la vistosidad que ya es marca de la casa. El último par, al violín, levantó del
asiento algún que otro parroquiano. Tras el brindis al público, comenzó su obra
por alto y agarrado a las tablas. Un gañafón en la primera tanda de naturales,
avisó de que por el pitón izquierdo no estaba el jandilla dispuesto a embestir.
Por el derecho, viajó en cambio con codicia. Y sobre él continuó Padilla. Tres
series frondosas y enérgicas arrancaron la música. El soundtrack de Piratas del
Caribe acompañaba el hacer del Jack Sparrow del toreo, postrado de rodillas en
los martinetes finales. La estocada hasta la bola, de rápido efecto, terminó de
ponerle la oreja en la mano.
La bella estampa de «Oceánico»,
astifino, musculoso y bien rematado, fue ovacionada cuando saltó al ruedo. Una
pintura vacía. Pérdida la inercia de salida, el de Jandilla se vino abajo en la
muleta de Alejandro Talavante. Que si con el capote desplegó una amplia
variedad -tras la larga afarolada del saludo, las verónicas volaron gráciles y
de las chicuelinas cayó con cadencia una larga-, levantó el telón de la faena
con pases por alto, dos cambiados por la espalda, un molinete y un lento pase
del desdén. Tras aquello, el toro se vino a menos y optó por defenderse. Las
virtudes atisbadas en los primeros tercios se tornaron en un incómodo
calamocheo. Que dejó estériles los esfuerzos de Talavante.
La huesuda estampa del tercero contrastaba con la boyante
presentación de «Oceánico». Roca Rey lanceó a la verónica
con el compás cerrado. Los pases por alto sobre la vertical inmóvil del peruano
hicieron de prólogo. Tras dos tandas diestras, Roca ofreció la zurda. El pitón
le lamió los alamares de la chaquetilla en los tres naturales que compusieron
la serie. Visto que por allí no había causa, RR volvió al derecho. Inocuo en su
soso y constante punteo. Roca no se dio coba y cerró el capítulo de un
fulminante volapié.
Padilla hundió las rodillas en la arena para recibir al
cuarto, que concentraba la seriedad en su enorme testa veleta. Del
"¡Ay!" de una ajustadísima chicuelina, a los oles del quite por
faroles invertidos antes de coger de nuevo los palos. Un puñado de dobladas
descorchó la última faena de El Ciclón en Mont de Marsan. Que fue diestra,
chispeante y de cercanías, ante un toro tardo y soso que nunca terminó de
descolgar. Tres desplantes clavado de hinojos, encarando al toro primero y de
espaldas después, armaron una algarabía. Que calló en sepulcral silencio cuando
Padilla armó el estoque. Tras el volapié, El Pirata, agitado por el clamor de
un grupo de jóvenes que enarbolaban banderas corsarias, paseó por última vez el
anillo landés.
La embestida enérgica del quinto en el percal de Talavante
fue un espejismo. AT brindó al público francés y sometió la engañosa codicia en
dobladas circulares. Recuperada la vertical, el toro, flojo de remos,
desarrolló el mismo punteo incómodo que sus hermanos. Dos tandas después, echó
la persiana hasta abajo. La estrenada rebeldía de Talavante quedó tristemente
inédita.
Un grito de pánico quebró el letargo cuando el sexto, con
toda su inercia de salida, estuvo cerca de aplastar a Roca Rey contra las
tablas. Arrebatado tras el milagro, El Cóndor del Perú voló con garra en
ajustadísimas chicuelinas. La reunión también tuvo grado superlativo cuando
galleó por el palo de Gaona. Barrió el lomo del toro que vino a salvar la
corrida de Jandilla en la obertura. Que se arrancó de largo en la primera tanda
diestra. Un estatuario de quietud supina alumbró el camino zurdo. Despatarrado
y dando el pecho en el embroque. Arriñonado y hundido en los talones, en el
trazo largo y dominador. Tan sometido el carbón del toro, que descolgó con
profundidad y fijeza. Bramaba la plaza cuando un nuevo estatuario enhiesto, el
cambiado por la espalda y un pase de pecho, hondo desde el pitón hasta el rabo,
precedieron a la última serie de naturales. El muletazo final, poderoso, altivo
y mirando al tendido, fue una coda soberbia. Por manoletinas abrochó Roca Rey
la obra en medio del incendio colectivo antes de que la espada encontrase
hueso. Y todo quedara en una oreja. Que cayó con el peso de la ley.
Ya arribaba Juan José Padilla al portón de cuadrillas cuando
los gritos de "¡Torero, torero,
torero!" le obligaron a volver a los medios. Entre los dedos
revendados de El Pirata se escurría el puñado de albero que, emocionado, acaba
de besar. Como otro bello punto final en la campaña de su adiós, que tantas
pasiones despierta de plaza en plaza.
JANDILLA | Juan José Padilla, Alejandro Talavante y Roca Rey
Toros de Jandilla, bien
presentados y con un incómodo punteo a excepción del 6º; con movilidad
encastada el 1º; a menos y defendiéndose el 2º; sosos y sin clase el 3º y el
4º; vacío el 5º; con profundidad y cierto fondo de casta el 6º, que destacó.
Juan José Padilla, de rosa fucsia y azabache. Estocada
ligeramente caída (oreja). En el cuarto, estocada trasera y tendida y dos
descabellos. Aviso (vuelta al ruedo).
Alejandro Talavante, de negro y oro. Media estocada y estocada
trasera y caída (palmas). En el quinto, estocada (silencio).
Roca Rey, de verde botella y oro. Estocada caída
(palmas). En el sexto, pinchazo hondo y media estocada (oreja).
Arenas de Plumaçon. Jueves, 19 de julio de 2018. Segunda de feria.
Lleno.
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