El matador lorquino cae herido
con una cornada de 15 centímetros y corta una oreja con un gran toro de Puerto
de San Lorenzo; Román se lleva otro trofeo con el otro buen toro de la corrida.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de
Madrid
Foto: EFE
Llovió antes del encierro y volvió a llover antes de la
corrida. No más. Volvían los toros de Puerto de San Lorenzo a Pamplona después
de su debut en 2017. En el día grande de San Fermín, presidía el alcalde Joseba
Asiron. Que se da un aire a Mary Santpere. Dice también cosas muy cómicas. El
cartel similar al del último 9 de julio. Repetían Paco Ureña y José Garrido por
su triunfo de entonces con la ganadería salmantina. Y refrescaba la terna Román
por Curro Díaz.
«Pitinesco» asombraba por su imponente
porte. Larguísima caja repleta. Una bastedad pesada. Hasta las pezuñas toscas.
Tremenda la cabeza. Que reflejaba la edad provecta de sus casi seis años.
Careció de maldad. Y también de bravura. Siempre tan apoyado en las manos. O
con ellas por delante. Como en el saludo de Ureña con el capote. Fijó su suelto
comportamiento de los tercios previos en una faena planteada en los mismos
medios. Pero «Pitinesco» no rompía hacia delante. Ni
se salía de los vuelos. Todo lo más en una serie al natural. Que fue un
espejismo. Cuando sintió la muerte, huyó con el instinto contenido hasta ese
momento.
Más fino, desde el pitón a los cabos, apareció «Gironero». Generoso el cuello. Siempre
empleado para humillar. De una nobleza preclara desde la larga cambiada con que
lo recibió Román. Colocó su abierta cara abajo en dos puyazos medidos. Garrido
interpretó la chicuelina alada y una arrebujada media en su turno de quites. Y
el valenciano respondió por chispeantes saltilleras. Aquella chispa siguió en
el prólogo de rodillas. Descarado y sonriente conectaba con su derecha. La
sonrisa y el descaro por encima de la calidad del trazo. La buena embestida
también se dio al natural. Y ahí Román soltó el pasaje mayor. A «Gironero» le faltó fondito en su
bondad. Como venía apuntando en su humillación no sostenida hasta el final.
Apuró el torero con el toro ya queriéndose ir. Y buscó el triunfo por
bernadinas. El broche de Bernadó y la estocada ataron la oreja.
Ni una opción contó José Garrido con el feo y montado
tercero. No descolgó ni una vez. Tan desentendido el dificultoso manso. Lo cazó
con habilidad no sin apuros.
A Paco Ureña volvió a tocarle otro «Cuba»
en suerte. Hermano de aquel inolvidado «Cuba
II» de Madrid. Y por
tanto la fortuna escrita con mayúsculas. Sus hechuras pesadoras -625 kilos-
traían la armonía dibujada. El trapío hondo como su embestida. De una fijeza
soberana. Como templado era su empleo. Hasta el último tramo del muletazo y más
allá. Ureña se arrancó con un inicio de rodillas. Y luego se sintió a gusto. A
su modo y manera. Un cambio de mano superior coronó un par de rondas de largos
derechazos. En su izquierda habitó un exceso de confianza. Una cierta
desigualdad. No siempre enganchada la embestida. Unos cuantos pases mirando al
tendido. Su derecha remontó con una tanda magnífica. Por abajo y trayéndose
gobernado a «Cuba» con toda su profundidad.
Encajado y acinturado el lorquino en su mejor versión ahora. Las manoletinas de
despedida. Encaró la suerte suprema con rectitud de vela. El pitonazo en la
pierna de salida caló. Con certera puntería. Brotó en seguida la sangre en el
muslo. Y el gesto de dolor incontenido en Paco Ureña. Doblado en el estribo,
contenida la hemorragia con un torniquete, no quiso irse hasta que el
importante toro entregó el último aliento. No hay paz para Ureña. Que cada
gloria conquistada es a golpe de tragedia. Esa tumba abierta en cada volapié.
Cuando cayó la oreja, ya iba el hombre en volandas camino de la enfermería.
Sonarían las ovaciones para el arrastre de «Cuba». Su nombre también persigue
a Paco Ureña.
El burraco y corpulento quinto no sirvió. Desrazado y tardo
frente a un Román voluntarioso. Volvió a matar con tino.
El sexto no mejoró el bajío de José Garrido. En sus
anchísimas palas no se encontraba la casta. Ni el celo. Ni la clase. No se dejó
nada en el tintero Garrido. Que se volcó en la estocada. Volteretón incluido.
Del Puerto embistieron los que tenían que embestir. Por
reata y por hechuras.
PUERTO DE SAN LORENZO | Ureña, Román y Garrido
Toros de Puerto de San Lorenzo,
un cinqueño (1º), serios en sus distintas hechuras; notable el 4º; bueno el 2º;
manso y difícil el 3º; desrazado el 5º; sin maldad ni voluntad de romper el 1º;
desclasado y sin celo el 6º.
Paco Ureña, de blanco y oro. Estocada atravesada
(saludos). En el sexto, estocada. Aviso (oreja).
Román, de espuma de mar y plata. Estocada pasada (oreja). En el quinto,
estocada y descabello (silencio).
José Garrido, de grana y oro. Estocada habilidosa y dos
descabellos (silencio). En el sexto, estocada rinconera. Aviso (silencio).
Monumental de Pamplona. Sábado, 7 de julio de 2018. Tercera de feria. Lleno.
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