Talavante, un torero con un mensaje nuevo a decir cada tarde que se presenta |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
En la luminosa mañana de Santander, en sus calles exhaustas
de fiesta, sólo se hablaba este domingo de dos cosas: del glorioso broche de
feria de Talavante y Roca Rey en el cariñoso adiós de Padilla y de la
suspensión del concierto de David Guetta. El éxtasis taurino empataba en
comentarios de barra y vermú a la espantá del DJ.
Constantino Álvarez, presidente del Consejo de
Administración de la plaza de Cuatro Caminos, respiraba feliz. A él no se le ha
caído ningún artista del cartel. La Feria de Santiago -que sólo el boicot de
transportistas de prensa impidió llegar a los quioscos- concluyó con una
apoteosis mayúscula y unas cifras de asistencia de público que superan a las de
la temporada 2017. Casi 50.000 espectadores -47.541 exactamente- pasaron por el
centenario coso: "Todavía no hemos hecho el balance económico, pero ha
habido más gente que el año anterior". Y el superávit también se espera,
claro. Una feria que crece en estos tiempos es una gran noticia.
El análisis artístico también sale airoso de la cita. No sin
un borrón que Álvarez sintió como suyo sin serlo: "Menos mal que la
corrida de Matilla fue en la penúltima jornada. Si llega a ser en la última,
imagínese el sabor de boca que hubiera quedado. El triunfal cierre del sábado
tuvo, por eso, doble importancia". Los toros de Borja Domecq, muy por
encima del resto de corridas -con permiso de Garcigrande o La Quinta-,
propiciaron una tarde pletórica. Y con ellos, dos titanes en plenitud:
Alejandro Talavante -cuyo surrealista caso de aislamiento, tras su exitoso San
Isidro y su ruptura con Matilla, dice muy poco bueno y mucho malo del sistema
taurino (flecos propios al margen)- y Roca Rey.
El peruano, como viene sucediendo este año en todas las
ferias que pisa, convirtió su fecha en la más taquillera: 8.976 personas
acudieron a su reclamo. El siguiente cartel de más tirón fue el de El Juli y Enrique
Ponce, o viceversa si quieren aplicar el orden de antigüedad, con 8.179
espectadores. Y en tercer lugar, el de rejones con el gancho de Diego Ventura,
otro caso del perverso funcionamiento del sistema: congregó a 7.877 fieles. En
cuarto puesto, el nefasto día de Morante y Manzanares con los toros de Matilla:
7.175 aficionados maldijeron la hora.
La ilusión de la puerta grande de Alejandro Marcos no tapó
el fiasco. A hombros también salieron en la Feria de Santiago, Ponce y su
puesta en escena, un magistral Juli y Ginés como invitado especial; Perera con
su temple; y Ventura con su intratable momento. Pero ninguna tarde alcanzó el
privilegio de la última. Ése que es contemplar a Talavante torear. Sumado a ese
otro pasmo que es admirar al hombre llamado a mandar en el toreo: Roca Rey.
Si aquél dictó un exquisito discurso, éste protagonizó un
recital con su fuerza telúrica y un pleno de cuatro orejas. Su brutal poder
para someter al encastado último jandilla acabó con la vuelta en el arrastre.
No fue mejor «Juzgador» que el sensacional toro de
Tala: «Malastripas».
Jandilla, Talavante y Roca Rey fueron los amos de Santander.
Por resumir.
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