El torero de Cáceres, convertido
en la gran novedad de la temporada, regresa este viernes a la plaza que lo
catapultó, tras proclamarse triunfador absoluto de la Feria de Burgos y salir
reforzado de su paso por Pamplona: "Quiero ser un torero importante. Lo
tengo entre ceja y ceja desde que era un niño y me preparo a diario para lograrlo".
MARÍA VALLEJO
@m_vallejo_
@m_vallejo_
Diario EL MUNDO de Madrid
Mont de Marsan (Francia)
De novillero pisó grandes escenarios hasta llegar a una
alternativa de lujo. Talavante doctoraba a Emilio de Justo en presencia de
Cayetano allá por 2007 en Cáceres. Tres temporadas después, un seco parón lo
desterró del circuito. En el ostracismo de toda una década, De Justo perpetró
la reconquista que hoy los públicos celebran como gran revelación. Durante años
forjó el cuerpo y alimentó la esperanza en las corridas de napalm de los
pueblos de Colombia.
Como el Cinderella man de Ron Howard (2005), en silencio,
asido a la fe en sí mismo y con su infatigable vocación a cuestas. De Justo se
mantuvo en pie esperando lo imposible. "Era algo impensable. Partía de
menos cero", dice al recordar el teléfono mudo. El milagro llegaría de las
Galias. En Ortez, la primera oportunidad; en Mont de Marsan, el golpe
definitivo. Las dos orejas de un toro de Victorino desempolvaron el nombre de
Emilio de Justo, que este viernes regresa a la plaza que lo catapultó
convertido en el descubrimiento de la temporada.
Proclamado triunfador absoluto de la Feria de Burgos,
reforzado tras su importante paso por San Fermín, "feliz y motivado para afrontar
lo que está por llegar".
- ¿Qué puertos quedan
en su hoja de ruta para esta temporada?
La columna vertebral está en Francia. Mi ilusión es
confirmar alternativa en Nimes. De momento, estoy anunciado en Arles, hago
doblete en Dax y este viernes regreso a Mont de Marsan. Son tardes que afronto
con gran motivación porque quiero mantener el bonito cartel he logrado en
Francia durante los últimos dos años.
- Desde su
presentación como matador de toros en 2016 (Ortez), Francia lo ha acogido en
sus ferias. ¿Qué papel juega el país vecino en el impulso de su carrera?
Le debo gran parte de lo que he conseguido. Es el país que
me ha rescatado y que me ha dado la oportunidad de demostrar lo que llevo
dentro como toreo. Desde mi debut en Orthez, donde corté dos orejas a una
corrida de Hoyo de la Gitana, y el triunfo de Mont de Marsan ese mismo año con
toros de Victorino, comencé a entrar en la ferias importantes del país. Los
éxitos comenzaron a sonar en España y, poco a poco, eso me ha permitido ir
metiendo la cabeza en sitios como Vistalegre, Madrid, Burgos, Pamplona, Huesca
y Azpeitia.
- En Pamplona cayó de
pie...
Se juntaban muchas cosas para que el triunfo no fuera fácil.
Era mi debut y, además, la primera vez que lidiaba una corrida de José Escolar.
Pero salí a la plaza con las ideas claras, sin renunciar a mi concepto ni hacer
concesiones para la galería. Lo bonito de aquella tarde es logré gustar siendo
yo en todo momento. Fue muy emocionante.
- Dicen de usted que
es un guerrero de los grises, pero también le gusta abandonarse en la cara de
los toros.
Ese es mi concepto y mi forma de concebir el toreo. Parto
siempre del clasicismo, la pureza y la verdad. El tipo de corridas al que me
estoy enfrentando no siempre te permite expresar el toreo clásico. Por eso,
cuando he tenido que dar la cara con entrega y disposición, lo he hecho y,
cuando un toro me ha permitido pegar 15 o 20 muletazos interpretando mi
concepto, lo he hecho también.
- Esa entrega de la
que habla destaca especialmente en su forma recia de entrar a matar.
He encadenado una racha bastante buena con la espada. Ataco
con rectitud y me tiro con la mayor verdad posible. Es la única forma que tengo
de matar bien los toros. Creo que la entrega y la verdad son siempre un buen
camino, y seguiré exigiéndome cada vez más para alcanzar mis metas.
- ¿Cuáles son esas
metas?
Llegar a ser un torero importante. Es el sueño que tengo
entre ceja y ceja desde que era un niño. Para ello vivo y me preparo todos los
días.
- ¿Cómo logró
mantener su sueño a flote durante los once años que estuvo parado?
Gracias a dos cosas: afición y vocación. Podré haber tenido
mil defectos y lagunas como torero, pero mi afición y mi vocación por la
profesión han sido grandísimas siempre. Eso ha sido lo que me ha traído hasta
aquí. En mis primeros años de matador de toros, quizá tuve la madurez y la
experiencia suficientes para afrontar retos como Madrid, en los que te juegas
todo a una carta. Las cosas no rodaron y, cuando me quedé fuera, nadie creía en
mí. Pero seguí luchando. Me marché a Colombia a torear, un país que me ha dado
aliento en los momentos más duros, y firmé algunas corridas en los pueblos de
Extremadura. Así me mantuve hasta que, en el invierno de 2015 a 2016, apareció
Luisito [su actual apoderado]. Él ha sido clave en esta aventura que, aunque
parecía imposible, ha comenzado a dar frutos.
- Detrás de la
revelación que celebran los públicos, hay más de una década de lucha callada...
He pasado años muy difíciles, llenos de ostracismo y olvido.
Detrás de todo eso, hay muchísimo trabajo y sacrifico. Pero ser visto como una
novedad ha jugado a mi favor. Salvo Madrid, no había toreado en ninguna plaza
importante y eso crea una cierta expectación que para mí es positiva.
- Si tuviera que
empezar de nuevo, ¿volvería a ser torero, después de haber pasado por tanta
dureza?
Por supuesto. Ser torero es lo más grande que hay para mí en
la vida y, si naciera mil veces, mil veces volvería a intentarlo. Creo no
existe una profesión más apasionante ni más auténtica que ésta y soy feliz por
haberla elegido.
Mont de Marsan, ejemplo de equilibrio y respeto
Del abrazo de los ríos Douze y Midou nace uno de los
pulmones más sanos y fuertes de la tauromaquia francesa. Tras la explosión
taurómaca de San Fermín, figuras, ganaderos y toreros revelación marcan en rojo
la cita con Mont de Marsan. Uno de los grandes puertos del circuito galo, junto
con Nimes, Arles y Dax. Que en la penúltima semana de julio torna su
tranquilidad medieval en una eclosión de toreo incesante. Hasta dos veces al
día llenan el coso francés los 30 mil habitantes de la ciudad durante las cinco
jornadas que componen su Feria de la Madeleine. Año tras año, reivindicación de
la pasión febril de sus gentes bajo dos denominadores comunes: equilibrio y
respeto.
Sus carteles, este año ilustrados por "El matador"
de Botero, combinan siempre la presencia de grandes figuras, matadores
destacados en la temporada y hierros de encaste diverso. El Juli, Talavante,
Ponce, Castella y Roca Rey harán el paseíllo este año en la feria francesa
-comienza este miércoles-. Que espera también a toreros revelación como Emilio
de Justo y Octavio Chacón, cuida a los nuevos valores con la programación de
dos novilladas e incorpora una nota torista con las corridas de La Quinta y
Dolores Aguirre.
Un equilibrio aristotélico que, dicen, define a la afición
de Mont de Marsan. En maestrante silencio durante la lidia. Y enjuiciando todo
cuanto acontece en el ruedo desde un profundo respeto hacia toro y toreros.
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