El diestro de Chiva paseó las dos
orejas del primero y el francés desorejó al mejor toro de la decepcionante
corrida de Cuvillo.
MARÍA VALLEJO
@m_vallejo_
Mont de Marsan
(Francia)
Diario EL MUNDO de Madrid
El segundo duelo franco-español de la feria colgó por
tercera vez, en un ciclo de cinco corridas, el cartel de "no hay
billetes". Sirvan las cifras como prueba de la salud de roble de Mont de
Marsan.
Al abrirse el portón de cuadrillas, el impecable marfil y
oro que vestía Enrique Ponce contrastaba con la obscuridad en azabache del
terno elegido por Sebastián Castella para su paseíllo 1.111. Y hacía en cambio
sintonía con la juventud inagotable de su veterana ambición.
La salida abanta del bajo primero la recogió Enrique Ponce
por verónicas tras la raya del tercio. En el barullo de capotes que fue el
tercio de varas, una media aislada voló con soberbia cadencia. Y sin brindis,
prólogo, ni probaturas, Ponce se puso a torear sobre la derecha. Ahormando
aquella clase que no venía sobrada de fuerza. La hondura de una serie diestra y
en redondo hizo sonar la música y las gargantas. Al natural, EP acompañó con
pecho y cintura la caricia que fue cada muletazo. Dibujando todo sobre los
vuelos. Dos molinetes surgieron acaderados antes de que Ponce volviera a sacar
la derecha, girando ahora sobre la figura enhiesta en muletazos cortos, que
nacían ya a la altura de la cadera, con elegancia señorial. El efecto certero
de la estocada consumó el incendio. Y ató las dos orejas.
El segundo, bajo y hondo, colocó la cara en el capote de
Sebastián Castella, que ganó terreno a la verónica. La caída al segundo
encuentro con el caballo anunció su falta de fuerzas. Castella, tras el
brindis, le barrió el lomo por alto en un intento baldío de oxigenar la
embestida. Tan desordenada en su constante rebrincar. Además, el toro se
quedaba corto. SC muleteó con corrección por ambos pitones y fue efectivo con
en el acero. No hubo opción de nada más.
Ponce sacó al tercero hasta los medios por bellas verónicas.
Brindó a la galería y se dobló en un inicio exigente. Perdida la inercia, todo
el reprise que traía de salida se esfumó. Y sobre la clase remanente EP dibujó
una lenta faena presidida por la suavidad, de nuevo, del toreo con los vuelos.
Un abaniqueo elegante hizo las veces de broche. La ovación cerrada reconoció la
cadencia del totum.
El enmorrillado cuarto, que perdió las manos estrepitosa y
repetidamente en el capote de Castella, vio asomar el pañuelo verde. En su
lugar, salió un toro negro, corto y astifino del hierro titular, que tuvo
fijeza en los primeros lances. Y un fondito áspero en la muleta, donde el
gañafón final lo deslucía todo. SC se sentó en el estribo y se dobló con mando
en el inicio. Tras aquello, tres tandas diestras primero y una serie al natural
transcurrieron buscando la difícil limpieza. Hallada en el regreso a la
derecha. Allí, los muletazos nacieron, con mando, de un inteligente juego de
toques, distancia y alturas. Un pinchazo hondo y fulminante calló el esfuerzo
sordo.
«Asustado», largo, armónico y bien
armado, respondió más a su nombre que a sus bonitas hechuras. Y a la muleta de
Ponce llegó aplomado, vacío y con un mortecino pasar por allí. El veterano
maestro de Chiva, incombustible tarde tras tarde en su entrega, intentó
llevarlo a su altura en una faena de mayoría diestra que ni las poncinas
lograron levantar.
El sexto se durmió en el caballo como desde rato atrás lo
hacía la tarde. Ponce quiso desperezar la escena con un bello quite por
delantales. El único del mano a mano. Crecido el toro en banderillas, José
Chacón clavó un gran par antes de que el explosivo prólogo de Castella,
atornillado en los medios sobre la vertical, terminara de despertar el cotarro.
Tras los pases por alto, citando de largo, y los cambiados por la espalda, el
francés se puso a torear sobre la derecha. Pronto y en la mano, que diría
Chenel, supo exprimir las virtudes de «Volador». Que
fueron muchas. La fijeza, la clase y el recorrido -que venían a salvar el
sexteto- se antojaron una celebrada sorpresa. La humillación, milagrosa desde
aquel escaso cuello. El temple y la hondura fueron las constantes del macizo
conjunto, que mantuvo la intensidad de principio a fin por ambas manos. Los
circulares destacaron por el mando que imprimió Castella a la embestida. Tras
las dobladas finales, sonó un recado presidencial cuando armaba el estoque. Que
fulminante en su colación rinconera, disparó la pañolada hasta la segunda
oreja.
Tras levantar la tarde in extremis sobre el excelente «Volador»,
Castella acompañó a Ponce por la puerta grande. Como celebrado punto final al
esperado mano a mano. Saldado en tablas.
NÚÑEZ DEL CUVILLO | Enrique Ponce y Sebastián Castella
Toros de Núñez del Cuvillo,
parejos y faltos de casta y fuerza en líneas generales; con clase el 1º; flojo
y parado el 2º; descastado el 3º; devuelto por falta de fuerza el 4º; áspero el
4º bis; aplomado y vacío el 5º; y muy bueno el 6º, que destacó.
Enrique Ponce, de marfil y oro. Estocada caída (dos
orejas). En el tercero, metisaca y estocada trasera y caída (ovación). En el
quinto, estocada baja (silencio).
Sebastián Castella, de azul noche y azabache. Estocada
delantera y caída (palmas). En el cuarto, pinchazo hondo. Aviso (silencio). En
el sexto, estocada caída y trasera. Aviso (dos orejas).
Arenas de Plumaçon. Sábado, 21 de julio de 2018. Cuarta de feria. Lleno
de "no hay billetes".
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