No había país en el que no tuvieran
actividades
Eran otros tiempos. También eran
otros empresarios. Pero don Pablo Martínez Elizondo y luego su hijo Manolo,
levantaron todo un imperio empresarial, que abarcaba a la totalidad de la
geografía taurina. Pero en todos los tiempos Bilbao tuvo un gran peso, como su
mascarón de proa.
Redacción. Servicio
de Documentación
Ya en los tiempos de don Pablo Martínez Elizondo, la Empresa
originaria creció y se diversificó, hasta legar a sus hijos un verdadero
imperio taurino, en el que figuraban, junto a dos figura del momento –Paco
Camino y El Cordobés--, un gran número de plaza tanto en Europa como en
América, así como una ganadería en España –que aún hoy continúa lidiando-- y otra en Colombia –que fue vendida en el año
2000--.
En gran medida el artífice de todo ello fue Manuel Martínez
Flamarique, Manolo Chopera (San Sebastián 1927-2002), un licenciado en Ciencias
Químicas, que tenía como el hombre de los números a su hermano Jesús, un
taurino poco dado al protagonismo, pero que era esencial para la buena marcha
de los negocios. Partiendo de lo heredado, entre ambos construyeron un
verdadero imperio, al que se podía aplicar la vieja frase histórica: donde “¡no
se ponía el so!”.
Tan sólo en Venezuela gestionaba seis plazas: Caracas,
Maracay, Valencia, Barquisimeto, Mérida y San Cristóbal, mientras en Colombia
gestionaba otras 4: Manizales, Medellín, Cali y Bogotá. A todas ellas hay que
sumar el trabajo desarrollado en Quito
(Ecuador), en Lima (Peru) y en distintos cosos mexicanos.
En Francia fueron empresarios de Bayona, Mont de Marsan,
Nimes, Eauze, Vic Fezensac, Floirac y Tolousse. En España regentaban todas las
plazas del Norte: Burgos, Vitoria, Bilbao, Santander, Tudela y Logroño, a las
que unían, entre otras, Almería, Salamanca, Talavera de la Reina y Palencia y,
ocasionalmente, Sevilla --asociado con Canorea-- y Zaragoza.
Pero la consagración le vino cuando en 1981 se le adjudicó
la madrileña plaza de Las Ventas, donde en 8 años pasó de ser una inmensa ruina
a colocarla en sus números máximos de abonados: pasaron de escasamente 4.000
hasta los 18.000. Para culminar una trayectoria espectacular, en 1998 consiguió
su sueño: que San Sebastián tuviera de nuevo una plaza de toros, la de Illumbe,
aunque luego los políticos enredaran en lo que siempre fue y sigue siendo un
gran proyecto.
Sin embargo, aquel imperio que tanto hizo por la
Tauromaquia, se fue resquebrajando. El número de plazas a gestionar comenzó a
decaer a partir de la década de los años 90. Se desmoronó la fuerte presencia
en Francia y en América, abandonan la gestión de Burgos, luego de Vitoria --que
nunca se ha recuperado-- y así hasta llegar en nuestros días a la firma un
acuerdo salvador con el monopolio mexicano que comanda Alberto Bailleres, que
ha ido comprando porcentajes --en algunos casos mayoritarios-- de las plazas
que históricamente estuvieron en la Casa Chopera. Y cuando la nueva alianza
hispano-mexicana trató de abrirse un
nuevo horizonte con el concurso de Las Ventas --aquella que Manolo Chopera
salvó de la ruina--, apareció Simón Casas y les ganó por goleada el concurso.
En la actualidad, cuando parece que el protagonismo de Oscar
y Pablo Chopera ha ido cediendo terreno a la cuarta generación familiar, que
personifica Manuel Martínez Azcárate –en la actualidad Secretario del Consejo
de Administración de la sociedad formada por su familia con el Grupo de
Bailleres--, el viejo imperio se centra
en las plazas de Salamanca, Logroño, Almería y
Palencia, tiene un contrato temporal en la de San Sebastián y llegan a
su última etapa de Bilbao.
Manolo Chopera, al lado de dos de los toreros que le dieron fama y gloria, como son Paco Camino y El Cordobes, la tarde de la inaguracion de la Plaza de Toros de Merida (Venezuela) |
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