El torero de Cáceres cortó dos
orejas a un exigente sobrero de Ana Romero; Juan del Álamo obtuvo un trofeo del
mejor toro del sexteto y Luis David Adame se estrelló sin suerte con el peor
lote.
EL MUNDO
Azpeitia (Guipúzcoa)
El mayoral de la ganadería de Ana Romero recogía al
destrenzarse el paseíllo el premio al toro más bravo de la pasada Feria de San
Ignacio; bastión norteño del encaste Santacoloma. Y en reconocimiento a aquella
redonda corrida, sus pupilos levantaron este año el telón taurino en Azpeitia.
El fondito del primero había que llevarlo con oficio y a su
altura. Emilio de Justo alumbró en su derecha una tanda maciza, que pareció ser
el despegue de la faena, cuando el anarromero
se partió la mano izquierda. Y dio al traste con el alarde técnico. De Justo se
fue a por el estoque y lo despenó con un recio volapié. Palmas.
Juan del Álamo levantó frente al encastado segundo una obra
basada en la ligazón suprema. El cárdeno descolgó fijo, franco y con clase por
ambos pitones. Y el trazo del salmantino brotó curvo y dominador. Mató con
habilidad y amarró una oreja. La ovación en el arrastre sonó con fuerza para el
notable «Clavelero».
El tercero fue un manojo de dificultades: reponía, escaneaba
al torero y no quería nada por el izquierdo. Luis David Adame las sorteó con
mérito y la difícil tarea de buscar la limpieza y la ligazón. Que por momentos
encontró. La espada atragantada silenció el sincero esfuerzo.
El entipado cuarto, «Mariguana»
de nombre, salió acalambrado y vio asomar el pañuelo verde. En su lugar salió «Cunero»,
un sobrero del hierro titular que hizo pasar un quinario a los peones en
banderillas. Morenito de Arles se desmonteró tras dejarse llegar la testa a los
alamares. Tras el brindis a la familia Martínez Conradi, que lidiará en la
segunda corrida del ciclo, De Justo se dobló en el prólogo y ahormó la
embestida con el mando de su derecha. Tragando en el paroncito sordo que fue
cada embroque. Más evidente por el izquierdo; el pitón de menor entrega. Por el
derecho, los muletazos viajaron, muy templados, hasta detrás de la cadera. Un
manojo de naturales, a pies juntos y dando el pecho, abrochó la medida faena.
Coronada con un espadazo tan sincero que el pitonazo en el pecho le sacó el
aire de los pulmones. Las dos orejas cayeron con contundencia.
La embestida dormida del quinto, manejable en su falta de
entrega, nunca despertó. A pesar de los intentos de Juan del Álamo, que le
perdió pasos, se la cosió al hocico por ambos pitones y le buscó las vueltas
-ausentes- en una labor que llegó a los tendidos por su gran entrega. El acero
lo dejó todo en fuerte ovación.
El sexto puso el sónar en rojo y se negó a pasar en la
muleta de Luis David. Que tragó con valor para robarle los muletazos, cerró la
obra por bernardidas a viaje cambiado y enterró el acero a carta cabal. El mal
uso del descabello le impidió cambiar el rumbo de un debut con la suerte a la
contra.
En la otra cara de la moneda, De Justo abandonó en volandas
las plazas, como continuación de su gran ascenso.
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