El torero de Cáceres, en su versión
más clásica, desorejó al excelente segundo y obtuvo un trofeo tras el alarde de
técnica que realizó ante el peor toro del encastado sexteto; Bautista también
puntuó.
MARÍA VALLEJO
@m_vallejo_
Mont de Marsan
(Francia)
Diario EL MUNDO de Madrid
Unos tendidos llenos al reclamo de los santacolomas de La
Quinta, constataban el equilibrio plural y perfecto que define la idiosincrasia
de Mont de Marsan. Que esperaba con run run a Emilio de Justo. El torero de
Cáceres regresaba a la plaza que relanzó su carrera dos años atrás con la
vitola de nueva promesa. Tan dignamente portada en su veteranía.
Alberto Sandoval arrancó la primera ovación de la tarde con
dos puyazos de altura. Antes de que la presentida casta del ensabanado primero
rompiera en un genio difícil de dominar. Bautista, que tras el mano a mano con
El Juli cumplía con su apuesta infatigable por la variedad de encastes, pasó
momentos de apuro para someter aquellos derrotes. Cuando lo logró, el toro
viajó pronto y fijo en dos compactas tandas diestras. Por el izquierdo, el
acople fue otro. Muerto el toro, las palmas sonaron fuertes en reconocimiento
al meritorio esfuerzo del francés, que no quiso salir a saludar.
Emilio de Justo enredó la belleza ensabanada del segundo en
el empaque de unas coreadas verónicas. La celebrada estampa de «Peluquero»
trajo equivalentes virtudes: la fijeza, la profundidad y un franco descolgar
fueron constantes en su bravura perlada de clase. Sobre ella, De Justo desató
su clasicismo. Por toreras dobladas primero; y en tres tandas diestras,
después. De la figura arriñonada, el trazo fluyó largo y a cámara lenta. La
bamba de la muleta araba la arena y arrancaba un ole ronco y colectivo. El
camino izquierdo, donde bajaron ligeramente la humillación y el recorrido, lo
cerró un pase de pecho que viajó muy lento, y de hombrera a hombrera, sobre una
rectitud de ciprés. Una tanda a derechas precedió los naturales a pies juntos
del broche. Ofreciendo el pecho, De Justo hizo morir los últimos muletazos
detrás de la cadera. Y la faena, en la ejecución perfecta del volapié. Recto,
marcando los tiempos y vaciando la suerte. La colocación defectuosa no fue
óbice para que las dos orejas cayeran con una contundencia mayúscula. Bajo la
mirada feliz de Emilio de Justo, que alzaba las manos dando gracias al cielo.
Thomas Dufau ganó terreno por verónicas hasta la boca de
riego. Y ya en aquellos primeros lances se atisbó el gran motor que habitaba la
imponente carrocería de «Corredor». Serio
de pitón a rabo en sus musculosas y rematadas hechuras. Nicolas Bertoli
abandonó el ruedo bajo una ovación de ley tras recetar dos buenas varas. Dufau
brindó a la tierra que lo vio nacer y se dobló para sacar a los medios al bravo
santacoloma. Que sin la clase de su hermano, traía una emoción bárbara en
aquella embestida tan poderosa y llena de codicia. No era fácil someter el
torrente de bravura. El francés lo logró a derechas. Hasta que un cambio de
mano para tomar la senda zurda viró también el rumbo de la faena. Atenuada la
intensidad por el menor acople, un desarme paró la música en seco. Con la
llegada de la lluvia, Dufau intentó la remontada por ambos pitones. La espada
atragantada terminó de derrumbar el triunfo que por momentos había levantado en
su mano diestra.
El cuarto bajó con su lámina algo terciada la nota en
presentación del sexteto. Y salió de najas al sentir el primero de los tres
puyazos que tomó. En banderillas, apretó mucho. Tras el brindis, Bautista abrió
los caminos en una tanda diestra sin obligar al santacoloma. Que fue a más y
persiguió la tela con codicia por el derecho. Por el izquierdo, en cambio,
escaneó siempre al esforzado torero. Con oficio en las tandas intercaladas por
ambas manos. Sobre los pies algunas de ellas. Pero desordenado en el
planteamiento de la obra; coronada con un espadazo en la suerte de recibir. Y
emborronada con el abaniqueo y los pases del desprecio que dibujó luego de
haber enterrado el estoque, ya con el toro prácticamente muerto. Muy feo el
gesto, que no frenó la oreja.
La negrura del quinto, estrecho y de generoso cuello,
resultó ser premonitoria. Pues fue, a la postre, el garbanzo negro de la
corrida. De Justo lo sacó a los medios con mando. Y Morenito de Arles saludó
una ovación junto a Pérez Valcárcel por el buen tercio de banderillas. En el
que pareció atisbarse un cierto carbón con el que De Justo, tras el brindis a
su plaza talismán y las dobladas del prólogo sometedor, prendió la lumbre a
derechas nada más recuperar la vertical. Sin una sola probatura en dos series
macizas y de curvo trazo. Cuando ofreció la zurda, el toro cantó la gallina en
un clamoroso intento de regresar a chiqueros. De Justo, en demostración ahora
de su dimensión técnica, volvió a la diestra y lo enceló con toque firme y la
muleta cosida al hocico. Dibujando notables muletazos en redondo. Se clavó de
nuevo a pies juntos en el epílogo. Y encaró el volapié con tanta verdad que el
pitón le llegó al pecho. Una oreja vino premiar el alarde de oficio.
Tras un buen tercio de varas a cargo de Esquivel, el
escurrido sexto hizo pasar un quinario en banderillas a la cuadrilla de Dufau.
Cuya muleta persiguió con codicia pero sin salirse de los vuelos. El francés
puso en su derecha todo cuanto tenía para lograr el acople, que tardó en
llegar. El pasaje izquierdo tuvo el mérito de escapar de la pegajosa embestida.
Reconocido con una ovación.
A De Justo, que trenzó el paseíllo como la revelación
alumbrada por Mont de Marsan, se lo llevaron en volandas. Ya enfilaba el portón
cuando hizo parar la procesión para sacar a saludar al mayoral. Que tan redonda
corrida acababa de lidiar. Hecho el gesto de hombre justo, el torero de
idéntico apellido se perdió, ahora sí, en la obscuridad del túnel de
cuadrillas. Convertido tras la cumbre en una maciza realidad.
LA QUINTA | Juan Bautista, Emilio de Justo y Thomas Dufau
Toros de La Quinta, con
casta, de desigual presentación y aplaudidos en el arrastre a excepción del 4º;
encastado y con genio el 1º; con clase y motor el 2º; muy bravo el 3º; a más el
encastado y orientado 4º; rajado el 5º; con pegajosa casta el 6º.
Juan Bautista, de azul noche y oro. Media estocada
trasera y un descabello (gran ovación). En el cuarto, estocada trasera y caída
y un descabello (oreja).
Emilio de Justo, de rioja y oro. Estocada caída (dos
orejas). En el quinto, estocada desprendida (oreja).
Thomas Dufau, de nazareno y oro. Dos pinchazos y
estocada desprendida y trasera. Aviso (silencio). En el sexto, estocada algo
desprendida (palmas).
Arenas de Plumaçon. Viernes, 20 de julio de 2018. Tercera de feria.
Lleno.
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