miércoles, 1 de julio de 2015

Simón Bolívar taurino

Jorge Arturo Díaz Reyes

El sábado 25 de junio, hace 190 años, el general entró con sus tropas al Cuzco. Venía dando guerra desde lejos. Hubo tal contento en la vieja capital inca que declararon fiesta permanente; chicha, comida, música y bailes a discreción.

Hasta le celebraron otro cumpleaños, sin importar que habían pasado ya cuatro meses del real, y le regalaron algo que le gustaba mucho, tres corridas de toros los días 3, 10 y 17 de julio, en un ruedo improvisado frente a la alcaldía.

El profesor venezolano Hilario Narváez recordó, hace dos años durante una sesión especial de la Sociedad Bolivariana en La Guaira, una crónica del segundo festejo...

"La música sonó al compas del paseíllo. Tres capeadores a pie, acompañados por cinco banderilleros. Actuaron picadores a caballo, junto a mulillas ricamente adornadas... arrancó la fiesta brava con la salida a la arena del primer astado. Vítores, y aclamaciones, inundaron aquel escenario ante la presencia de Su Excelencia. La actuación de "banderilleros" y "espadas" provoco el que se inundara la tarde con aplausos y agitación de pañuelos. La faena se prolongó hasta completar 15 toros. Eran tan buenos los ejemplares y diestros, que era imposible superarlos en el Cuzco, ni fue otra la oportunidad para gritar El Libertador: ¡Viva Colombia! ¡Viva Perú!”

Bolívar, de ancestros, canarios, andaluces y vascos, viudo de madrileña (el amor de su vida), declaró “guerra a muerte a los españoles”, pero no a su cultura que sentía propia.

Quizá esto último siga justificando la gran estatua ecuestre (8 metros con pedestal) que desde 1970 vigila el paseo Camoens en el Parque Oeste de Madrid. Cuentan que al proyectarla el maestro Laíz Campos, para modelar el caballo “Palomo”, usó uno torero, propiedad del rejoneador Ángel Peralta. Ese detalle de un homenaje que jamás pudo imaginar seguramente le hubiese halagado más al insurgente aficionado.

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