Jorge
Arturo Díaz Reyes
El sábado 25 de junio, hace 190 años, el general
entró con sus tropas al Cuzco. Venía dando guerra desde lejos. Hubo tal
contento en la vieja capital inca que declararon fiesta permanente; chicha,
comida, música y bailes a discreción.
Hasta le celebraron otro cumpleaños, sin importar
que habían pasado ya cuatro meses del real, y le regalaron algo que le gustaba
mucho, tres corridas de toros los días 3, 10 y 17 de julio, en un ruedo
improvisado frente a la alcaldía.
El profesor venezolano Hilario Narváez recordó,
hace dos años durante una sesión especial de la Sociedad Bolivariana en La Guaira,
una crónica del segundo festejo...
"La música sonó al compas del paseíllo. Tres
capeadores a pie, acompañados por cinco banderilleros. Actuaron picadores a
caballo, junto a mulillas ricamente adornadas... arrancó la fiesta brava con la
salida a la arena del primer astado. Vítores, y aclamaciones, inundaron aquel
escenario ante la presencia de Su Excelencia. La actuación de
"banderilleros" y "espadas" provoco el que se inundara la
tarde con aplausos y agitación de pañuelos. La faena se prolongó hasta
completar 15 toros. Eran tan buenos los ejemplares y diestros, que era
imposible superarlos en el Cuzco, ni fue otra la oportunidad para gritar El
Libertador: ¡Viva Colombia! ¡Viva Perú!”
Bolívar, de ancestros, canarios, andaluces y
vascos, viudo de madrileña (el amor de su vida), declaró “guerra a muerte a los
españoles”, pero no a su cultura que sentía propia.
Quizá esto último siga justificando la gran
estatua ecuestre (8 metros con pedestal) que desde 1970 vigila el paseo Camoens
en el Parque Oeste de Madrid. Cuentan que al proyectarla el maestro Laíz
Campos, para modelar el caballo “Palomo”, usó uno torero, propiedad del
rejoneador Ángel Peralta. Ese detalle de un homenaje que jamás pudo imaginar
seguramente le hubiese halagado más al insurgente aficionado.
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