PACO AGUADO
A pesar de pasar en Pamplona, pasó prácticamente
inadvertido. Fue en la novillada que abrió los Sanfermines, cuando a las siete
y media de la tarde de un domingo de muchos toros en toda España, las
cuadrillas decidieron hacer el paseíllo destocadas, sin monteras ni castoreños,
al parecer, en señal de protesta contra los ataques antitaurinos.
Y hay que insistir en lo de “al parecer” porque,
salvo los comentaristas y, por consiguiente, los espectadores de Canal Plus,
nadie estaba al corriente del sentido de aquel detalle que, visto lo visto, en
la plaza sólo percibimos unos cuantos.
Así que, sin avisos por megafonía, sin comunicados
previos, sin una mínima información… más que un gesto de protesta, ese paseíllo
de desmonterados se sospechó como una señal de luto sin minuto de silencio.
Hubo, pues, que ponerse de inmediato a rastrear
por la red y a llamar a los amigos, no fuera a ser que alguien del toro la
hubiera palmado y tuviéramos que hacer la necrológica al tiempo que veíamos la
novillada sanferminera.
Pero, afortunadamente, no había que lamentar
ningún fallecimiento sino que ya nos enteramos de que aquel paseíllo no era
sino una protesta solidaria de los hombres de luces ante las últimas agresiones
públicas contra la fiesta de los toros en España. Y que venía motivada por un
picador bienintencionado que dos días antes había comenzado por su cuenta y
riesgo a incitar a sus compañeros en las redes sociales.
Fuera como fuera, el gesto se quedó en mueca, en
una simple y opaca anécdota de la que pocos se enteraron en una plaza y una
ciudad, además, volcadas con la tauromaquia durante la semana sanferminera y
que, por tanto, no parecen las más idóneas para la protesta.
Porque ni la nueva corporación municipal de Bildu,
esos abertzales que tanto temen los taurinos porque siguen creyendo que van a
prohibir los toros allí donde manden, se ha atrevido a mover ni una sola pieza
de los actos taurinos de Pamplona. Hasta el nuevo alcalde radical, abonado de
andanada de sol de toda la vida, se vestirá hoy con levita y chistera para
presidir desde el palco la corrida del día del Patrón.
Pero así están las cosas en este mar de confusión
que es ahora mismo el toreo español. La más o menos latente amenaza que suponen
los nuevos gobiernos municipales de la izquierda radical tienen al mundillo
taurino demasiado atemorizado, convocando protestas minoritarias, mandando
comunicados que no salen del redil, soltando cifras económicas a ojo de buen
cubero, haciendo grupos electrónicos…
Pero lo cierto es que, salvo en casos muy
puntuales, como Gandía, Sarria o Pinto, todavía no han concretado medidas
visibles en contra del espectáculo. Porque una cosa son las declaraciones
irresponsables y vacías de un concejal desahogado –como esa ignorante de
Alicante a la que parece que el alcalde ya ha llamado al orden– y otra la
realidad social con la que chocan y acaban por
no atreverse todos estos salvapatrias que ya no llevan gomina y camisa
azul sino coleta y estampado de cuadros.
Es entonces cuando el panorama cambia, cuando las
declaraciones irreflexivas y viscerales ceden ante la sensatez y la prudencia
electoralista. Sólo es cuestión de hacer la suficiente presión, dejarles ver
que el toreo está vivo y sano, para que esta nueva generación de políticos, tan
aparentemente idealista como claramente intolerante, sepa apreciar con quién y
con qué habrá de enfrentarse si continua por el apuntado camino de la
abolición.
Claro que para mostrarles tan contundentes
evidencias no son suficientes, ni recomendables, los gestos aislados, los
esfuerzos individuales, todas esas iniciativas tan espontáneas como
infructuosas que, apoyadas en el cerrado círculo de las redes sociales, acaban
por frustrarse a las primeras de cambio para dejar el relevo a la enésima idea
vana de otro "medallista".
Como siempre, al toreo le falta coordinación y le
sobra individualismo a todos los niveles, incluso al de los más activos
aficionados, que son los que han comenzado a moverse más ante el tancredismo de
los profesionales. Pero las circunstancias obligan de una vez a que la defensa
de la Fiesta se lleve a cabo de manera unitaria, en un mismo bloque de fuerzas
y de ideas que maneje con inteligencia tiempos y circunstancias, tanto para lo
general como lo particular, en los despachos y en la calle.
Todos a una, y sobre el guión de un meditado plan
jurídico, económico y mediático, se conseguirá acallar a tantos supuestos
enemigos a los que vocear y amenazar, de momento, les sale gratis porque nadie
les ha replicado con la suficiente convicción. Con la montera puesta y los
machos bien atados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario