miércoles, 8 de julio de 2015

FERIA DE SAN FERMÍN – SEGUNDA CORRIDA: Joselito: debut y despedida, la historia se repite

Diego Urdiales hace lo más torero con el toro más destacable, dentro de un orden, de El Tajo y La Reina; Jiménez Fortes da una rara vuelta al ruedo tras una faena de entrega.
Diego Urdiales
ZABALA DE LA SERNA
Diario ELMUNDO de Madrid
Foto: EFE

La ganadería de El Tajo y La Reina ya cuenta con las mismas tardes en Pamplona que su propietario: Joselito toreó una vez y dijo que aquí había mucho viento, que 'atorease' otro, como el Guerra en Madrid dijo que 'atoree' San Isidro. Y no volvió. Su hierro corrió de madrugada ligero el encierro de su debut como máxima nota; debut y despedida que decían los castizos. Que aquí lo que cuenta es la bravura de la tarde, y ésa no apareció. La historia se repite.

Como carta de presentación el castaño y cinqueño primero traía porte de galán, armonía y trapío, un punto alto de agujas. Diego Urdiales voló el capote a la verónica pero varió por delantales clásicos, a pies juntos, según avanzó el rítmico saludo. Cuidó el contado poder del toro en el caballo, puesto en suerte con una revoleras camperas.

El toro, tanto en los lances como en el quite de Morenito de Aranda, lo había hecho mejor por el izquierdo. Es posible que por el viento enredador y traicionero Urdiales no apostase por la zurda hasta la quinta serie. Hasta entonces Diego había toreado en las medias alturas sobre la derecha, compuesto, sobrio y ligero porque al noble ejemplar de La Reina le faltaba un tranco. Y a veces perdía las manos como para poderle obligar. La cosa es que al natural la embestida se abría de otra manera, sin acudir tan recto y con la cara mejor y más colocada. El sello de un concepto quedó como en la última serie de derechazos, como en los pases de pecho. La sombra aplaudió lo suyo. Como tras la media estocada y el descabello. Diego Urdiales recogió educada y toreramente la ovación en el tercio. Mas no me gustaría que mis elogios a alguien que torea tan puro hayan forjado una mentalidad de guardián de las esencias antes que del puchero de su casa. Bien está la fidelidad a una idea, no traicionarse nunca, si no implica ahora la obligación de salir a dictar diariamente una lección cual catedrático.

El transcurrir de la tarde fue deparando toros que harían valorar más al que abrió plaza. El mismo y feo galafate que se tragó luego Urdiales, cornialto y opuesto a los cánones de armonía del suyo anterior. Ni humillaba ni viajaba en pos de la muleta. El brindis a Sánchez Puerto hubiera merecido otra respuesta del funo.

Un perfil similar pero menor lució un bajo castaño de escaso cuello que se chupó Morenito de Aranda. Decidido el burgalés con dos largas cambiadas de rodillas en la salutación y en una apertura de faena de rodillas en la misma boca de riego, se encontró con una embestida muy incómoda y altiva como las antenas que parecían sostenerla. Sangró no poco el ejemplar de El Tajo, pero no fue excusa para tan deslucido juego. A la hora de la suerte vital le pegó al Moreno de Aranda un par de taponazos arriba, tapándose la muerte.

Un quinto cuajado como un tío dejó el esportón de Morenito vacío de trofeos con su mansedumbre, cantada en el caballo. Adalid se asomó al balcón con las banderillas, que era mucho balcón. Su matador no dejó registro por tocar, incluso en el final de rodillas desesperado, con el toro dormido en su aburrida existencia.

Ver a Fortes después de la terrorífica cornada de Madrid causa un respeto imponente. A todos menos a él, que no se sabe ya si su valor desborda todos los registros o si los toros no le imponen lo que al resto de la humanidad. Bien es verdad que el tercero no imponía para lo que significa Pamplona, pero un toro es un toro. Y esa manera de echarle las rodillas cuando se acababa y escapar otra vez de milagro por enésima vez en su dura carrera... Y volver a postrarse penitente con un puntazo en la taleguilla que dibujaba una diana en la bolsa escrotal y los pitones pasando a la altura del cuello que esconde la cicatriz del espanto. Se puso en pie y se marcó un desplante a cuerpo limpio como epílogo de una faena con el único hilo conductor de un hombre que se queda quieto. Había buscado antes circulares invertidos cuando el toro humillaba sin continuidad. Después definitivamente se apagó. Arrastrado por las mulillas el cadáver, Jiménez emprendió una rara vuelta al ruedo.

Como adiós de Joselito a Pamplona salió un sexto cuajado y hondo, soso y manejable, también falto de la chispa de la vida. Fortes no despertó nada con una faena monocorde e ingente. El toro le robó la muleta en las bernadinas de despedida. Uno acaba por tener siempre la imagen de este torero, de algún modo, sin avíos y a merced. Y la estocada que se le atravesó haciendo guardia no fue guinda para ninguna tarta.

FICHA DEL FESTEJO
Monumental de Pamplona. Miércoles, 8 de julio de 2015. Lleno. Cuarta de feria.
Toros de El Tajo y La Reina (1º y 2º), los cuatro primeros cinqueños, de diferentes hechuras y seriedades, sin trapío el 3º; noble a falta de un tranco y de mejor pitón izquierdo el 1º; deslucido e incómodo el 2º; desfondado el feo 4º; manso y dormido el imponente 5º; manejable y soso el descarado 6º.
Diego Urdiales, de gris plomo y oro. Media estocada y descabello (saludos). En el cuarto, pinchazo, media estocada y descabello. Aviso (silencio).
Morenito de Aranda, de verde oliva y oro. Dos pinchazos y descabello (silencio). En el quinto, dos pinchazos y estocada (silencio).
Jiménez Fortes, de verde oliva y oro. Pinchazo y estocada trasera y desprendida (vuelta al ruedo). En el sexto, estocada atravesada que hace guardia y dos descabellos. Aviso (silencio).
Jiménez Fortes

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