Tarde
felicísima y redonda del torero de Barajas. Dos faenas de valor, gobierno y
carácter con jandillas más nobles que sencillos. Tres orejas, ambiente volcado
con él.
BARQUERITO
Foto: EFE
AL PRIMER
TAPÓN, zurrapas. De un lado, una corrida de apabullante descaro de Jandilla
y Vegahermosa, los Borjas Domecq padre e hijo ganaderos. Nobleza, tan de
jandillas, pero ramalazos de dureza. Y resabios de la edad: cuatro toros
cinqueños. Había que estar delante, ponerse, aguantar y jugarse la piel. De
otro lado, el valor sin cuento ni sombra de renuncio de Alberto López Simón.
Una firmeza tan apabullante como la propia
artillería de la corrida. Primero, quinto y sexto lucieron perchas
descomunales. No tanto, pero solo por comparación, los tres restantes. El
tercero, muy abierto de cuerna y sienes, acodado, tan astifino como el que más,
vino a descubrir el frío arrojo, la entrega, el carácter y los brazos y muñecas
de López Simón.
No se esperaba tanto escaparate de Jandilla ni se
imaginaba nadie que un torero de acreditado y no solo supuesto valor como López
Simón pudiera llegar a gobernar la situación con tanta autoridad, tan rico
temple, tanto ajuste y tanta fuerza. La verdad de lo que entre profesionales se
llama el toreo de bragueta: de dejarse rozar seda y alamares por afiladísimas
puntas en muletazos de mano baja, y también en los estatuarios, que abrieron
faena como una traca.
Sostener el ritmo de esa primera traca no fue
sencillo. Pero el torero de Barajas, tan desmedrado y desatado como sereno,
hizo fácil lo difícil y hasta lo imposible: encajarse con el toro y asentarlo,
ligarlo por derecho, traérselo adentro con suavidad sorprendente –ni un tirón
en faena de exuberante abundancia- y, sin perder la calma, embalarse. La
ebriedad del toreo revelado que, de pronto, se sintió el amo del circo.
A la entrega correspondieron las peñas tórridas de
tendidos y andanadas de sol con una pasión que en Pamplona estalla de
particular manera. Al final del tobogán, toreo de rodillas que hizo las
delicias de todos, un desplante casi temerario, una voltereta sin
consecuencias, una tanda de mondeñinas y una estocada con vómito. El toro más
caudaloso y noble de la corrida, pero el mejor toreado de los seis. Fue faena
en terrenos mínimos: en la distancia precisa –el sitio, la colocación- y sin
tropiezos ni pausas. Muy redondo.
López Simón |
Esa desgana tan de Pamplona al soltarse el sexto
de la corrida que sea –estragos del sol, que calentó no poco, y de las copiosas
y bien regadas merendolas- se vio revuelta con la aparición del sexto, del
hierro de Vegahermosa –con un goterón se Fuente Ymbro, probablemente-, que,
bizco pero descaradísimo, largo, hocicudo y ligeramente ensillado, volvió
contrario de salida, tomó capa con franqueza, se empleó en el caballos –dos
puyazos de Tito Sandoval magistrales por su tino y su mesura-, persiguió en
banderillas y descolgó en la muleta con estilo bueno, elástico. Toro de
progresiva fijeza, imantado, toreado con desmayado dominio.
Seco muletero López Simón: seco garbo, la
compostura rígida de los toreros que se postulan verticales y solo verticales,
pero sueltos los brazos. Corazón para cruzarse sin titubeos. La misma firmeza a
toro parado que a toro revuelto. A toro franco que a toro rebrincado. Todo pasó
de nuevo en un palmito solo de arena. Y ahora la estocada sin vómito, arriba,
cobrada con limpia fe. Se volcó la gente.
Nuevo en el
palco el nuevo alcalde de Pamplona –representante de una coalición
cuatripartita de izquierda de vario color- y estreno de fortuna. No fue de
regalo ninguna de las tres orejas. Botín merecido.
Padilla, recibido con casi el clamor de siempre,
porfió seguro con un primero de corrida que cabeceó y se rebrincó. No gobernó
ninguno de los ataques inciertos. El toro de la merienda no contó apenas.
Manejable, pero solo eso. Pepe Moral estuvo muy
valiente con los dos de su lote –la cara del quinto cortaba el hipo, el segundo
pegó violentos trallazos en señal de toro avisado en la carrera del encierro-
pero no supo medir ninguna de sus dos faenas, larguísimas, resueltas en las
distancias cortas, que eran las más seguras. El tremebundo quinto se acabó
encogiendo pero no rindiendo. Y el segundo, ni lo uno ni lo otro.
FICHA DE LA CORRIDA
Pamplona, 7 jul. 3ª de San Fermín. Lleno.
Veraniego, templado. Dos horas y veinticinco minutos de función.
Cuatro toros de Jandilla (Borja Domecq Solís) y dos -2º y 6º- de Vegahermosa (Borja Domecq Noguera).
Juan
José Padilla, silencio y silencio
tras aviso. Pepe Moral, silencio
tras dos avisos y silencio tras aviso. López
Simón, una oreja y dos orejas.
Dos puyazos perfectos de Tito Sandoval al sexto.
Pepe Moral |
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