Fina faena del matador francés y
gruesa obra del torero de Orduña con los dos únicos toros que embistieron con
calidad (pero escaso poder) de una despampanante corrida de Victoriano del Río
que se precipitó al fracaso sin remedio.
ZABALA DE LA SERNA
Diario ELMUNDO de Madrid
Fotos: EFE
Fotos: EFE
A don Victoriano del Río se le entregaron por la mañana los
premios Carriquiri y Feria del Toro de 2014, pleno que conquistó tal día como
hoy (por ayer) de hace un año. No hubo un resquicio para la duda en el jurado
de la Casa de Misericordia, si mal no recuerdo. Un cuadro de categoría, firmado
por Ignacio Cía, se le regaló como rúbrica del reconocimiento. Al ganadero, en
vez de estar contento, feliz y agradecido, se le notaba nervioso por los
fiascos consecutivos de Madrid. Normal.
Horas después un toro castaño, chorreado en verdugo y testa
de uro, rasgaba el cielo con sus alirados pitones de vaca vieja. Una armada
imponente sin la potencia de fuego de la musculatura de un cuerpo huesudo
sacudido de carnes. Las fuerzas trémulas en el capote suave de Sebastián
Castella. Nada en el caballo. Fandiño enredó con un quite de tafallera, medio
farol, gaonera, caleserina... La brega de Chacón entre algodones. Seda de la
ruta de Oriente. La clase de la embestida presentida con alfileres.
Castella marchó a la boca de riego. Un brindis al sol y a la
sombra con el toro en tablas a su bola. Recogió la montera el francés y provocó
la arrancada. Los pases pendulares se sucedieron, el segundo de ellos en un
¡ay! El elegante galo trazó a pulso los derechazos, templadísimo en series de
finos pinceles. Un cambio de mano por la espalda, un molinete zurdo, el de
pecho como despedida antes de presentar la izquierda. Como a un escritor de
calidad pero de aliento corto, al toro le pesaba su amplio esqueleto, los
cuernos de la luna. SC anduvo listo para plantear el natural de uno en uno,
espaciado, asentado... En los broches se sucedían los adornos, a veces tantos
que se cortaban las ovaciones. Entre los pitones apuró Castella, las distancias
absorbidas por el cuerpo del torero, que le daba la vuelta al pasodoble en las
manoletinas. Una estocada en todo lo alto, como si se hundiera en mantequilla
el acero, potenció la oreja que se intuía por el trabajo de muñeca y yemas.
El contraste de Iván Fandiño, a continuación, con un toro
flacón, veleto, castaño y listón, chato y de finos cabos, también de contado
poder y buena intención, se hacía duro. Como la diferencia que puede haber
entre Charles Aznavour y Estopa. Fandiño, que había medido al enemigo en el
peto, prologó faena con una triada de cambiados por la espalda mirando a tablas
que intercaló con unos muletazos con el reverso de la muleta. Recuerdos de
capeas y talanqueras. De grueso trazo los derechazos que se sucedían ortopédicamente
ligados en frondosas tandas de cinco y seis. Tres series así, un molinete por
allá, y uno de pecho por acá. Por el izquierdo también cameló coles el pupilo
de Victoriano del Río con el matador de Orduña, al que hace tiempo que se le ha
ido el punto. De rodillas y por manoletinas el arrebato último antes de atacar
la suerte suprema con rectitud. De efecto retardado la estocada un punto
tendida. Y la oreja que caía al esportón, que falta hace.
La corrida del premiado ganadero de Guadalix creció en
remate, todavía más en portentosas testas, más cuernos que en un barco vikingo,
pero no alumbró ningún toro como aquel 'Español' de 2014 que cautivó Pamplona
ni por asomo. Ni tan siquiera como los dos anteriores que ya hubiera sido un
consuelo así todos. Alejandro Talavante no olió la calidad de sus compañeros.
El apretado y negro tercero sacó una movilidad sin empleo ni humillación.
Pasaba simplemente, peor por el izquierdo. Talavante abrevió como tampoco se
dio coba de más con un sexto imponente que se acobardó en sus 600 kilos desde
el minuto uno en la muleta. Más de lo mismo había sido el quinto, de
despampanante cuerna, abierta como los brazos de Kobe Bryant en zona, que se
defendió por alto ante un Fandiño que ya se lo vio venir en la apertura de faena.
Tampoco salió el toro de las rayas e Iván trasteó hasta plantarse con un
desplante a cuerpo limpio. Castella se había plantado en los medios con el
fuerte cuarto de Toros de Cortés, que atacó sin clase, bruto y en falso para
desentenderse después.
A las 20:45 se entendía el nerviosismo previo de Victoriano
del Río, que partió hacia la serranía madrileña con los premios de 2014, el
vago consuelo de los toros que en los albores se prestaron para salvaguardar el
honor de la divisa y las orejas de Castella y Fandiño como tapadera.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de Pamplona. Jueves, 9 de julio de 2015. Quinta de feria.
Toros de Victoriano del Río
y uno de Toros de Cortés (4º), todos
cinqueños, muy serios por delante y tremendamente armados; 1º y 2º más sacudidos
de carnes embistieron con contado poder, con calidad uno y buena intención el
otro; rematado y hondo un 3º con movilidad sin empleo ni clase; bruto y a menos
el fuerte 4º que se rajó; despampanante un 5º parado y a la defensiva;
acobardado en tablas el descomunal 6º.
Sebastián Castella, de sangre de toro y oro. Gran estocada.
Aviso (oreja). En el cuarto, metisaca, pinchazo y descabello. Aviso (silencio).
Iván Fandiño, de champán y oro. Estocada un punto
tendida. Aviso (oreja). En el quinto, estocada atravesada que hace guardia y
cuatro descabellos (silencio).
Alejandro Talavante, de azul pavo y oro. Pinchazo, estocada
pasada y tendida y tres descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, pinchazo al
hilo de las tablas y se echa (silencio).
Las Peñas en los tendidos del coso de La Misericordia es otro ambiente el que arman, donde el vino y la juerga es elemento indiscutible y hace singular esta plaza |
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