Muchos
temen que las fiestas se desvirtúen con la llegada de los políticos anti casi
todo
A
petición de muchos lectores y estando casi en plenos Sanfermines, para
complacerles reproducimos el artículo que publicamos el año pasado sobre estas
fiestas únicas y universales. Tan solo habrá algunas correcciones y añadiremos
algunos comentarios para actualizarlo. Sobre todo ante las expectativas que han
levantado los cambios políticos en el Ayuntamiento pamplonica, actualmente en poder
de un partido antitaurino y contrario a las celebraciones religiosas.
JOSÉ
ANTONIO DEL MORAL
@dtorosnlibertad
El ambiente de los sanfermines de los últimos
años, continuaba siendo magnífico en los
días laborables, pero ciertamente irrespirable los fines de semana. Por eso
siempre echaremos de menos al elegante y tranquilo restaurante de “Las
Pocholas”, como también al más popular “Mauleón”. También al finiquitado
“Marceliano” que estaba pegado a la Cuesta de Santo Domingo y en donde
solíamos almorzar después de cada
encierro. Casi todos multitudinarios y la mayoría peligrosos aunque todos
únicos.
En torno a los encierros hay una especie de
religión y centenares de fieles capaces de haber creado una increíble filosofía
que puede llegar hasta lo ridículo. Pero también estudios, ensayos, libros
fantásticos y muchas películas sobre la carrera.
El encierro es el acontecimiento diario y
alrededor de la famosa carrera, gira la
fiesta. Sin encierros, los Sanfermines tendrían que suspenderse. Así piensan
los ciudadanos que los mantienen en progresiva lucha contra su masificación. La
brevedad del recorrido los convierte cada vez en más peligrosos y a la emoción
se añaden serias dificultades para correr según las normas que ya sólo cumplen
los tenidos por profesionales entre los que cuentan tanto los corredores
locales como los foráneos de otras partes de España y del extranjero.
Donde mejor se ve el encierro es por televisión.
Si se está en Pamplona, aconsejo comprar una entrada para ver la entrada de los
toros a la plaza y la posterior suelta de vaquillas. Desde hace unos año, en la
plaza de toros se instalaron dos pantallas gigantes de televisión en las que se
puede ver la completa retrasmisión del encierro.
Pero igual que ocurre con las corridas de toros,
vivir los encierros en directo y, sobre todo, participar en algún tramo o
incluso corriendo muy por delante de los toros es una experiencia tan
inigualable e inolvidable que engancha para siempre.
Si no se corre, hay que verlos desde un balcón de
las calles por las que tiene lugar la carrera. Mejor en la de la Estafeta.
Altamente recomendable. Hay que llegar pronto – antes de las 7,15 a.m. – porque
después de esa hora quedan cerrados los accesos y porque merece la pena ver los
preparativos de limpieza de las calzadas que varios empleados y expertos dejan
como espejos relucientes. Ni una mota de polvo entre los adoquines dejan los
operarios después de las horas nocturnas que anteceden, en las que toda clase
de líquidos y restos ensucian todo lo habido y por haber.
Lo normal es que el encierro dure poco más de tres
minutos, pero también los hay de más de seis y hasta de más de diez cuando
algún toro se cae, reemprende tarde la carrera, se revuelve y se lía a pegar
cornadas a diestro y siniestro hasta que, por fin, llega a la plaza y entra en
los corrales. Se oirá el trueno de un cohete en ese justo momento como señal
que marca el fin del encierro – igual que otro marca su inicio – y entre ambos
sucede el milagro que algunos achacan al “capote” de San Fermín porque, aunque
hay heridos y algunas veces – pocas – algún muerto, a todos nos parece mentira
cada año que no sucedan más tragedias.
Finalizado el encierro, en la plaza sueltan vacas
emboladas y los mozos pasan una hora sorteando arreones entre las cogidas de
unos, los aplausos de otros y la risa de todos los que llenan los tendidos para
verlo.
No hay que perderse el cohete del 6 de julio, ni
la procesión del 7 con el Santo, ni la misa solemne en la capilla de San
Lorenzo donde los coros y orquesta del orfeón pamplonica, ponen los vellos de
punta. Ya veremos qué pasa este año en los actos religioso. Ya veremos si
asisten o no los munícipes y, si lo hacen, cómo se vestirán. Hasta ahora iban
vestidos de frac y las señoras con un vestido largo negro con discretos
bordados en rojo.
INEVITABLE COMER Y BEBER SIN CESAR Y SIN
APENAS DORMIR
Pese al mal tiempo que a veces nos sorprende, pese
al frío y a las jornadas de lluvia – a las ferias del norte siempre hay que ir
provistos de toda clase de ropa porque tan pronto te asas como te hielas o te
mojas, incluso en pleno verano aunque este año parece que los Sanfermines serán
muy calurosos – lo más increíble de los sanfermines es la fiesta total que
inunda la ciudad desde la mañana del 6 de julio hasta más allá de la media
noche del 14. El cohete lanzado desde el Ayuntamiento a las 12 en punto del
mediodía marca el inicio. Y el triste “pobre de mí”, el final de una fiesta en
la que se cumple esa pequeña muerte que sufrimos los que vamos a todas las
ferias cuando acaban. En San Fermín, mucho más. No es un tópico. Es la más
asombrosa realidad de la que está considerada como la fiesta más grande, más
ancha y más larga del mundo. Por eso cada año es más internacional y tan
especialmente turística aunque quepa distinguir entre los que llegan y
enseguida se embuten del espíritu sanferminero y cuantos la viven a su aire sin
que ello les impida beber en cantidades peligrosas. Aunque el San Fermín de
élite ha bajado con respecto a los mejores años 60 y 70 cuando en “Las
Pocholas”, por ejemplo, se agotaban las langostas los días que toreaba Antonio
Ordóñez, la gente acude en masa, sobre todo en las fechas que cíclicamente
coinciden con fines de semana en los que aconsejo irse de excursión a
cualquiera de las muchas ofertas culturales, arquitectónicas, paisajísticas y culinarias que rodean la
ciudad y regresar para ver la corrida.
Pero una vez pasado el tormento masivo de los
sábados y domingos, a disfrutar. Encierro, visita al tradicional al “baile de
la alpargata” en el casino de la Plaza del Castillo, almuerzo con magras y
huevos fritos con tomate en cualquiera de los muchos bares que incluso sacan
mesas a la calle para que la gente pueda sentarse al fresco. Si se puede y
quiere, una hora de siesta matinal antes de ir al apartado de los toros.
Aperitivo, comida y otra siesta antes de ver como las mulillas desfilan tras
los alguaciles acompañados de la banda de música “la Pamplonesa”. Corrida de
toros con merienda incluida, salida de las peñas, movida, copeo, cena y
desparrame nocturno hasta la madrugada o a dormir unas horas para reparar el
cansancio.
Mi recomendación para cuantos asistan a los
Sanfermines completos es que cada día duerman tres siestas, se peguen tres
duchas y, si pueden, se cambien tres veces de ropa. Lo mejor el llevar varios
pantalones y camisas blancas, pañuelo y faja rojos, pastillas para la ronquera,
un frasco grande de aspirinas y tres pares de alpargatas, sin olvidar un par de
jerseys y un chubasquero. Este año parece que habrá que comprar abanicos y
ventiladores…
¿Restaurantes? Muchos y casi todos caros. Desde
hace años, la que fue una de las más baratas ferias de España, se ha convertido
en la más cara, incluso más que la de Sevilla. Los precios de todo se
multiplican por cuatro o por cinco mientras dura la fiesta. Pero de todas
formas no hay que perder un almuerzo o una cena
en el “Europa”, (“Rodero” desapareció el año pasado), en “Josetxo” y en
“El Alambra” aunque en este suelen entrar por las noches joteros y
mariachis que como dicen los manitos
siempre deberían ser caros y, además,
hay que escucharlos de lejos, porque, si no…
Estos son en mi opinión los mejores entre los más
lujosos que continúan abiertos. Pero muchos prefieren otros como el más modesto
aunque extraordinario “Amóstegui” donde a las maravillosas “pochas” pueden
añadirse medias raciones de cocina casera para chuparte los dedos. También y
mejor para cenar el “Amparo” del barrio de San Juan. El mejor entre los
modernos es Melburne donde ponen unas manitas de cerdo dentro de hojaldre al
horno como para desmayarse. Pero este año Pamplona y sus fiestas están de
estreno gastronómico: El restaurante “La Fogoneta” (calle Bergamín 31) con
especialidades de la tierra cocinadas con productos de la máxima calidad y
finísimos. Muy recomendable.
Y cómo no recomendar al precioso Rodero, selección
de lujosas selecciones culinarias y amabilidad a raudales… Hay centenares más
que, si los nombráramos, daría para una guía telefónica. Déjense recomendar los
forasteros primerizos.
Ríos de champagne o de cava, tintos y rosados de
la tierra o de la vecina Rioja, copas de cualquier clase de alcohol… demasiado
para el cuerpo que termina hecho unos zorros, incluso el de los jóvenes que
predominan porque son los que más pueden resistir. Nadie debería descubrir los
Sanfermines después de cumplir los 40 años. El sin parar sanferminero que
incluye el baile solamente se puede disfrutar a tope en los años mozos y,
aunque somos muchos los que seguimos yendo de mayores, lo notamos. De ahí la
deserción de muchos navarros y la falta de no pocos que se fueron o ya no
estarán jamás. Yo seguiré yendo hasta que me falten totalmente las fuerzas para
cumplir la promesa que me hice cuando llegué por primera vez hace casi 50 años.
Mucho ha corrido desde entonces. Aunque el grueso
de la Fiesta continúa tal cual, de aquellos años 60 a la actualidad, lo que más
ha cambiado no solo es la perdida de tantos sitios para comer, tomar copas y
bailar que ya no existen – además de los mencionados, el famoso La Raina se
acabó para desgracia de los que no pueden acordarse de aquél lugar de baile
nocturno -, también y sobre todo la categoría de los carteles taurinos.
Entonces, torear en Pamplona era un tinte de honor para todas las figuras. En
mis primeros Sanfermines allí estaban todos o casi todos. Empezando por Antonio
Ordóñez y siguiendo por Paco Camino, Diego Puerta, El Viti y todos los diestros
de primerísimo nivel que les siguieron. El único que solamente actuó una vez
fue Manuel Benítez “EL Cordobés” que decidió no volver por lo mal que lo pasó
con las peñas a la contra…
No lo entendió e incluso quiso burlarse de los
mozos cuando al abandonar la plaza tras una mala tarde le tiraron almohadillas
y miles de mendrugos de pan. Hay una foto en la que se ve como intenta “torear”
con la mano a una de las volanderas almohadillas…
Entones no se llenaba la plaza todas las tardes
como viene ocurriendo desde hace muchos años. Claro que, cuando los carteles
eran redondos, se agotaba el papel. Más de la mitad de los festejos eran de
primer nivel. Lo que no ocurre desde que la plaza se llena a rebosar toree
quien toree. Un bien para la Casa de la Misericordia, pero no tanto para los
buenos aficionados que, por cierto, cada vez son menos en la plaza de Pamplona.
Tiempos del gran premio Nobel, Ernest Hemingway,
inmerso en la gran fiesta navarra. Los descubrió cuando toreaba El Niño de la
Palma y escribió su famosísimo libro
“Fiesta” que convirtió los Sanfermines en celebración Universal. Luego regresó
y encontró al hijo de su primer ídolo, Antonio Ordóñez y volvió a escribir
sobre la competencia del rondeño con su cuñado Luis Miguel Dominguín. Pero don
Ernesto acompañó a Ordóñez a la fiesta que tanto enamoró a los dos.
En los tendidos de sombra abundaban los buenos
aficionados. Y en los de sol, las peñas tampoco son ni se comportan como antes.
Las canciones variaban y cada año había sorpresas musicales. Cánticos oportunos
según quien actuaba. Y hasta silencios y atención cuando lo que estaba
ocurriendo en el ruedo era bueno. Al último que las peñas le guardaron un
silencio sepulcral mientras hizo su faena última de muleta allí fue a Enrique
Ponce que esa tarde se vistió de blanco y plata con los cabos y la faja rojos…
No triunfó por aquello de su extrema facilidad, pero algo debieron intuir los
de la solanera para que nadie osara decir ni pio. Fue algo realmente
impresionante.
Hay gente que no entiende ni soporta el ruido
incesante de las peñas mientras sucede la lidia y llevan parte de razón. Pero
deben reconocer que, con todos los defectos que se quiera poner, la exuberante
personalidad de las corridas en San Fermín es única e inimitable por mucho que
quieran imitarlo en otras plazas del norte. Nada que ver…
La Fiesta es total en Pamplona por los Sanfermines
y se nota en toda la ciudad. Especialmente desde que se pudo de moda vestir
totalmente de blanco con pañuelo y fajas rojos. Lo que ya es costumbre
obligada. Quienes vayan por primera vez se quedarán asombrados a ver como todo
el mundo, jóvenes, mayores y niños van ataviados como es casi obligado.
En mi opinión y además de lo dicho, lo mejor de
los días sanfermineros – aparte el encierro y las corridas, claro – son las
mañanas. También para los que vayan por primera vez recomiendo que acompañen a
la banda de música “La Pamplonesa” en el desfile que hacen cada tarde
acompañando a los alguaciles y a las mulillas desde el Ayuntamiento hasta la
plaza de toros. Esa poco más de media hora que dura este desfile es
inolvidable.
Este año hay apuestas sobre cuál será el comportamiento
de las Peñas y del público de sombra cuando el día 7 aparezca el nuevo Alcalde
en el palco presidencial de la plaza de toros. Hasta el año pasado, las Peñas
recibían al Edil con una sonora bronca y los espectadores de sombra con una
estruendosa ovación. No faltan los que dicen que esta vez se cambiaran las
tornas y radicalmente. Veremos…
Todo en San Fermín es fiesta continua, imparable e
incomparable. Pero la mañana del 7 de julio es lo mejor con diferencia. La
procesión del Santo, la Misa Mayor en su capilla, el regreso del Alcalde y de
los concejales hasta la catedral con la banda de música interpretando compases
de la zarzuela “El asombro de Damasco”.
Vaya mi más ferviente deseo de que cuantos vayan
este año disfruten de esta Fiesta sin igual como la he disfrutado yo en los 50
años que este año viviéndola sin faltar uno solo a esta cita imprescindible.
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