El peruano corta las dos orejas y
sale a hombros con el sexto de la desigual novillada de El Juli frente a una
actuación de fino temple y proyección del toledano, que se lleva un trofeo como
Alejandro Marcos.
ZABALA DE LA SERNA
Diario ELMUNDO de Madrid
Un paseíllo como un arcoiris de esperanza despejó la plaza.
Los seis novilleros vestían de futuro y colores jóvenes. Ninguno igual. Como
ninguno se parece a otro. Cada cual con sus condiciones, concepto e ilusiones
por desarrollar.
Álvaro Lorenzo deja huella con el capote por donde pisa. Sus
verónicas volvieron a jugar con la suavidad exquisita, muy pronto, sin
probaturas. La media no desentonó en su pulso a la cadera. Humillaba mucho el
novillo de El Freixo. Como único y leve matiz para alcanzar la perfección
faltaba un tranquito más, irse de los vuelos a veces. Lorenzo, que torea con
ellos, brindó al propietario de la joyita: El Juli. Buen embroque por la mano
derecha, tan baja para prolongar la embestida más allá de donde se resistía
tibiamente. Y superior con la izquierda, la muñeca y la recia verdad.
Inmaculada faena. La gente, sin música, no se calentó hasta el final entre los
pitones, el arrimón, el circular invertido y las luquecinas en la tierra de
fuego. La espada se hundió esquinadita como en mantequilla y una oreja
recompensó la faena y el sitio que Álvaro Lorenzo proyecta.
Ginés Marín traía una luz plateada en sus bordados sobre
gris perla. El utrero parecía huir como deslumbrado, pero era de su propia
sombra mansita. Ginés lo enredó por chicuelinas en la boca de riego. Y después
se enredó en un quite con el capote a la espalda. Para deshacer los entuertos
de espesura brindó a Curro Romero, que un día se definió humildemente en EL
MUNDO: "Yo sólo he sido un hombre con estrella". Su
"estrella" no ayudó a alumbrar la lucidez a Marín, que vio echarse
encogida su única posibilidad avanzada la faena. Mató al moribundo como pudo.
Una notable estocada se cobró, sin embargo, Varea. Como la
cosa iba de brindis a maestros y mitos, el chaval le entregó su montera a
Antonio Ferrera, sabio veterano de mil lidias. El novillo, que era un dije, se
hacía aún menos ante la espigada hechura de Varea y su amplia muleta. Hace
falta temple para manejar tan grandes avíos. Faltó enemigo y sobraron algunos
tirones.
Sacó el cuarto su geniecito en arrítmicos arreones. Uno de
ellos alcanzó a El Millonario en banderillas para sacudirle hasta en la
cartera. Y otro de última hora a su matador en el volapié sincero: Alejandro
Marcos hundió la espada en pleno vuelo. Ayudó la emotividad del volteretón a la
oreja, pero Marcos gasta finas trazas y elegante trazo. Quedó patente en un
quite por Chicuelo y en el inicio de faena.
Ruiz Muñoz pegó en Santander hace exactamente un año el
campanazo de su corta carrera. El sobrino de Curro sigue con su pequeño capote,
su cortita muleta y su fidelidad a un concepto. El quinto embistió con poder y
muchos pies. Una polvaera de embestidas a falta de mando por el derecho. Y José
es más de acompañar a la espera de evolucionar en su lealtad. No se sabe el
porqué, pero este penúltimo de El Freixo también se quiso echar. Sólo le unía
con el segundo lo mucho que sangraron. No sé. La espada se hundió habilidosa a
la tercera.
Roca Rey montó un alboroto con el capote y la variedad que
lo hace volar en un galleo de frente por detrás o por caleserinas. Un
volteretón estremeció el ruedo en una caída a plomo cuando ponía al utrero en
suerte en el caballo. La apertura de faena de rodillas -trinchera incluida-
captó toda la atención de Cuatro Caminos. Corrió la mano con largura, asiento y
cabeza para no obligar demasiado a un novillete que finalmente se rajaría.
Arreó arrollador Roca, como un perro de presa. Y se tiró a matar a bocajarro.
Otra voltereta y el estoconazo en lo alto. La puerta grande y el titular del
tirón. Con permiso de Lorenzo.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Cuatro Caminos. Lunes, 20 de julio de 2015. Segunda de feria.
Media entrada larga.
Novillos de El Freixo (El
Juli), de bonita presentación, algunos por demás; destacó el 1º por humillación
y calidad sobre un conjunto sin fondo; el mansito 2º y el poderoso 5º se
echaron; con movilidad y obediencia un 6º que se rajó.
Álvaro Lorenzo, de grana y oro. Estocada desprendida
(oreja).
Ginés Marín, de gris perla y plata. Pinchazo, pinchazo
hondo y dos descabellos. Aviso (silencio).
Varea, de verde botella y oro. Estocada (saludos).
Alejandro Marcos, de rioja y oro. Estocada contraria
(oreja).
José Ruiz Muñoz, de verde botella y oro. Dos pinchazos y
estocada (silencio).
Roca Rey, de canela y oro. Estoconazo (dos orejas).
Salió a hombros.
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