La ciudad que se divide en su
plaza de toros acoge a algunos toreros, uno o dos por década, como auténticos
ídolos. Esta es una selección de siete matadores que han encandilado a la Feria
del Toro.
JUAN DIEGO MADUEÑO
Diario ELMUNDO de Madrid
Pamplona tiene una monumental dividida en dos formas de
estar. Es una ciudad que quiebra en sus toros, que se reparte en sombra y luz
Esa dualidad toma forma en la Feria del Toro, un escenario donde el trapío no
se negocia.
A pesar de que el toro es el protagonista principal, los
pamplonicas tienen sus toreros, sus fetiches vestidos de oro. Uno o dos por
década. "La primera corrida que vi en San Fermín fue un 8 de julio de
1943; toros de Urquijo para Manolete, Pepe Luis Vázquez y Julián Marín, torero
que había tomado la alternativa hacía poco y tenía buen ambiente. Quedé marcado
para siempre", rememora Ignacio Cía, el que fuera presidente de la Casa de
la Misericordia durante 31 años (desde 1970 a 2001). Ahora, miembro de la
comisión taurina de Pamplona, sigue ligado a la pasión inmacersible que le
conquistó aquella tarde hace 72 años.
Con él, ELMUNDO recuerda a siete toreros que han
encandilado a esa afición indescifrable, distinta, exuberante, bulliciosa y
callada. Seis de ellos andaluces, como si la doblez del mapa que encuentra a
las dos tierras se hiciera carne en la arena de Pamplona.
ANTONIO ORDÓÑEZ
El primero, un icono. Antonio Ordóñez, el torero de Ronda
que encontró sosiego en el bastión pamplonés. En la Iruña festiva refugio de la
angustia vital de Hemingway, que retrató junto a él un paraíso, una ciudad
convertida en emblema del toro y la fiesta, para convertirla en imán, en
escaparate al mundo. "Para mí, Ordóñez es el mejor torero que he visto.
También Diego Puerta, Camino... casi que fue la mejor época del toreo, la de
los años 60", reconoce Cía.
Antonio Ordóñez se presentó como matador en Pamplona en
1952, tres años después de debutar como novillero, y se convirtió en la base de
la Feria del Toro durante varias temporadas. En algunas de ellas llegó a estar
acartelado cuatro tardes. Su presencia en Pamplona, sumó 33 paseíllos, tiene un
camino de ida y vuelta con las peñas, con momentos buenos y malos: la memorable
faena al toro de Arranz y el rabo del 68; en la otra cara de la moneda, la
bronca en su última tarde, en 1971. Ordóñez llegó a torear un festival en la
ciudad vestido de blanco y con pañuelo rojo y fue pastor en los encierros.
RUIZ MIGUEL
"Otro de los toreros con más cartel [ostenta el récord
por delante de Ordóñez] fue Ruiz Miguel, que era un tío". El veterano
matador de San Fernando toreó 34 tardes, una más que el mito rondeño. "Cogió
una sustitución y lo superó", puntualiza don Ignacio. Pamplona, Miura y la
épica fue la ecuación. La 'equis' se despejó en el toro 'Estopeño', de 659
kilos; en la tarde de 1984 en la que salió a hombros junto a Mendes y Antonio
Campuzano y en la cornada de 1983 en la axila, que no le impidió rematar otra
actuación a sangre y fuego en San Fermín.
EMILIO MUÑOZ
Desde Triana a Pamplona, un apellido: Muñoz.
"Emilio-temple-Muñoz", como lo bautizara Vicente Zabala en la crónica
de su debut con picadores en Valencia. Después de Sevilla, el monumento al toro
fue su segunda casa. Algo insólito para un torero que en ese tipo de plazas era
donde peor lo pasaba. "Muñoz tuvo regularidad y desde el primer momento se
le reconoció aquí, gustaba mucho en Pamplona".
La actuación que más se recuerda ocurrió un 13 de julio de
1994 donde cuajó una gran faena al cuarto toro del Marqués de Domecq, faena con
el sello de la casa que quedó a cero (una vuelta al ruedo) por culpa de la
espada.
ESPARTACO
Otro de los toreros fundamentales en Pamplona fue Espartaco.
"Las peñas enloquecían coreando su nombre: 'Es-par-ta-co, Es-par-ta-co...'
Aquí se le adoraba con cánticos mucho antes del 'Illa, Illa, Illa, Padilla
maravilla'. No defraudaba nunca. Sería injusto no recordarle como uno de los
grandes de Pamplona". El rubio de Espartinas conquistó Pamplona en 1980,
presentándose con una puerta grande. Después, fue habitual su presencia en la
Feria del Toro. En el 88 cuajó su actuación más importante, aunque cortó una
sola oreja. Tres años más tarde, salió a hombros junto a Ortega Cano.
JESULÍN DE UBRIQUE
"Jesulín de Ubrique fue querido por la afición, tuvo
sus días buenos, que yo los vi, pero no llegó a las cotas de los anteriores,
claro", comenta el miembro de la comisión taurina de la ciudad.
El torero gaditano conquistó las peñas y logró cortar un
rabo el día después de la cumbre de Muñoz. El mismo año, junto a Espartaco y
Manzanares, a un toro de José Luis Osborne. Se despidió en 2007.
PEPÍN LIRIA
"Pepín, Pepín, Pepín", cantaban las peñas. Pepín
Liria también conquistó la Feria del Toro. "Tuvo mucho cartel en Pamplona,
del estilo de Ruiz Miguel, salvando las distancias". La emocionante
despedida en 2008, donde el mal uso del acero le impidió conquistar un triunfo
mayor, con la boca partida tras recibir un pitonazo, fue el ejemplo de su paso
por Iruña, ciudad en la que cayó de pie, definitivamente, en 1998, el 10 de
julio, tras salir a hombros con una corrida de Cebada Gago. Otro toro de la
misma ganadería le propinó una cornada grave en el brazo cuando entraba a
matar, en 2004.
JUAN JOSÉ PADILLA
Por último, Padilla. Aquella trágica tarde de Zaragoza
devolvió a Pamplona al ídolo convertido en superhéroe, el parche ondeado al
viento. "Lo tenemos todos los años aquí porque se lo ha ganado", con
cornadas, como la de 2001, y triunfos, el del año pasado el más reciente. Toda
una institución. "Está por méritos propios, conecta mucho con la gente y
todos están encantados con él", insiste Cía respecto al último torero 'de'
Pamplona.
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