miércoles, 8 de julio de 2015

FERIA DE SAN FERMÍN - Los toreros de Pamplona

La ciudad que se divide en su plaza de toros acoge a algunos toreros, uno o dos por década, como auténticos ídolos. Esta es una selección de siete matadores que han encandilado a la Feria del Toro.

JUAN DIEGO MADUEÑO
Diario ELMUNDO de Madrid

Pamplona tiene una monumental dividida en dos formas de estar. Es una ciudad que quiebra en sus toros, que se reparte en sombra y luz Esa dualidad toma forma en la Feria del Toro, un escenario donde el trapío no se negocia.

A pesar de que el toro es el protagonista principal, los pamplonicas tienen sus toreros, sus fetiches vestidos de oro. Uno o dos por década. "La primera corrida que vi en San Fermín fue un 8 de julio de 1943; toros de Urquijo para Manolete, Pepe Luis Vázquez y Julián Marín, torero que había tomado la alternativa hacía poco y tenía buen ambiente. Quedé marcado para siempre", rememora Ignacio Cía, el que fuera presidente de la Casa de la Misericordia durante 31 años (desde 1970 a 2001). Ahora, miembro de la comisión taurina de Pamplona, sigue ligado a la pasión inmacersible que le conquistó aquella tarde hace 72 años.

Con él, ELMUNDO recuerda a siete toreros que han encandilado a esa afición indescifrable, distinta, exuberante, bulliciosa y callada. Seis de ellos andaluces, como si la doblez del mapa que encuentra a las dos tierras se hiciera carne en la arena de Pamplona.

ANTONIO ORDÓÑEZ
El primero, un icono. Antonio Ordóñez, el torero de Ronda que encontró sosiego en el bastión pamplonés. En la Iruña festiva refugio de la angustia vital de Hemingway, que retrató junto a él un paraíso, una ciudad convertida en emblema del toro y la fiesta, para convertirla en imán, en escaparate al mundo. "Para mí, Ordóñez es el mejor torero que he visto. También Diego Puerta, Camino... casi que fue la mejor época del toreo, la de los años 60", reconoce Cía.

Antonio Ordóñez se presentó como matador en Pamplona en 1952, tres años después de debutar como novillero, y se convirtió en la base de la Feria del Toro durante varias temporadas. En algunas de ellas llegó a estar acartelado cuatro tardes. Su presencia en Pamplona, sumó 33 paseíllos, tiene un camino de ida y vuelta con las peñas, con momentos buenos y malos: la memorable faena al toro de Arranz y el rabo del 68; en la otra cara de la moneda, la bronca en su última tarde, en 1971. Ordóñez llegó a torear un festival en la ciudad vestido de blanco y con pañuelo rojo y fue pastor en los encierros.

RUIZ MIGUEL
"Otro de los toreros con más cartel [ostenta el récord por delante de Ordóñez] fue Ruiz Miguel, que era un tío". El veterano matador de San Fernando toreó 34 tardes, una más que el mito rondeño. "Cogió una sustitución y lo superó", puntualiza don Ignacio. Pamplona, Miura y la épica fue la ecuación. La 'equis' se despejó en el toro 'Estopeño', de 659 kilos; en la tarde de 1984 en la que salió a hombros junto a Mendes y Antonio Campuzano y en la cornada de 1983 en la axila, que no le impidió rematar otra actuación a sangre y fuego en San Fermín.

EMILIO MUÑOZ
Desde Triana a Pamplona, un apellido: Muñoz. "Emilio-temple-Muñoz", como lo bautizara Vicente Zabala en la crónica de su debut con picadores en Valencia. Después de Sevilla, el monumento al toro fue su segunda casa. Algo insólito para un torero que en ese tipo de plazas era donde peor lo pasaba. "Muñoz tuvo regularidad y desde el primer momento se le reconoció aquí, gustaba mucho en Pamplona".

La actuación que más se recuerda ocurrió un 13 de julio de 1994 donde cuajó una gran faena al cuarto toro del Marqués de Domecq, faena con el sello de la casa que quedó a cero (una vuelta al ruedo) por culpa de la espada.

ESPARTACO
Otro de los toreros fundamentales en Pamplona fue Espartaco. "Las peñas enloquecían coreando su nombre: 'Es-par-ta-co, Es-par-ta-co...' Aquí se le adoraba con cánticos mucho antes del 'Illa, Illa, Illa, Padilla maravilla'. No defraudaba nunca. Sería injusto no recordarle como uno de los grandes de Pamplona". El rubio de Espartinas conquistó Pamplona en 1980, presentándose con una puerta grande. Después, fue habitual su presencia en la Feria del Toro. En el 88 cuajó su actuación más importante, aunque cortó una sola oreja. Tres años más tarde, salió a hombros junto a Ortega Cano.

JESULÍN DE UBRIQUE
"Jesulín de Ubrique fue querido por la afición, tuvo sus días buenos, que yo los vi, pero no llegó a las cotas de los anteriores, claro", comenta el miembro de la comisión taurina de la ciudad.

El torero gaditano conquistó las peñas y logró cortar un rabo el día después de la cumbre de Muñoz. El mismo año, junto a Espartaco y Manzanares, a un toro de José Luis Osborne. Se despidió en 2007.

PEPÍN LIRIA
"Pepín, Pepín, Pepín", cantaban las peñas. Pepín Liria también conquistó la Feria del Toro. "Tuvo mucho cartel en Pamplona, del estilo de Ruiz Miguel, salvando las distancias". La emocionante despedida en 2008, donde el mal uso del acero le impidió conquistar un triunfo mayor, con la boca partida tras recibir un pitonazo, fue el ejemplo de su paso por Iruña, ciudad en la que cayó de pie, definitivamente, en 1998, el 10 de julio, tras salir a hombros con una corrida de Cebada Gago. Otro toro de la misma ganadería le propinó una cornada grave en el brazo cuando entraba a matar, en 2004.

JUAN JOSÉ PADILLA
Por último, Padilla. Aquella trágica tarde de Zaragoza devolvió a Pamplona al ídolo convertido en superhéroe, el parche ondeado al viento. "Lo tenemos todos los años aquí porque se lo ha ganado", con cornadas, como la de 2001, y triunfos, el del año pasado el más reciente. Toda una institución. "Está por méritos propios, conecta mucho con la gente y todos están encantados con él", insiste Cía respecto al último torero 'de' Pamplona.

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