VICENTE SOBRINO
Diario ELPAIS de Madrid
No tuvo muchos pies el primero de rejoneo, pero sí gran
calidad. Hermoso jugó con él como quiso. Siempre por lo clásico. Su manera de
encelar, su forma de encontrarse con el toro: sumaron las dos calidades, la del
caballero y la del astado. Solo un rejón de castigo, para luego, con el caballo
Berlín, quebrar antes de clavar banderillas. Elegancia pura. O clasicismo a
caballo sin ninguna concesión. Con Viriato, a milímetros de los pitones, y con
Pirata, con las cortas, otra exhibición. Al final, una impresión: mucho torero
para toro tan pastueño.
El cuarto tuvo el mismo fondo que el primero, pero menos
recorrido. Se repitió la actuación anterior. Otra vez lo clásico por bandera.
Con Disparate y Pirata llegaron los mejores momentos en banderillas. Un par a
dos manos, de palos muy cortos, fue una rúbrica a tan distinguida actuación.
Un casi inválido de capa colorada saltó en primer turno para
Castella. Ni hubo toro, ni hubo toreo. Larga faena, tediosa, machacona,
pastosa… Estuvo mucho tiempo Castella con el toro, pero tiempo perdido. Con un
toro defensivo y casi ahogado, la faena resultó siempre un sinsentido. Aún así,
el público le obsequió generoso con una ovación de cortesía.
Más toro fue el cuarto, en fondo y en forma, aunque tampoco
como para echar cohetes. Tuvo estilo en varas las dos veces que acudió al
caballo. Cogió muleta, aunque esforzado. Mejor plantado Castella en este toro,
aunque tampoco sin redondear. Valentón, le aguantó algún que otro parón, que
fue, al fin y al cabo, lo que más llegó a la gente. Las cercanías finales
remataron una labor muy de público, pero falta de entidad. La estocada final,
muy trasera pero de efectos rápidos, hizo estallar la euforia y las dos orejas
resultaron un premio excesivo. Un regalo, vamos.
Un gran toro el primero de Manzanares. Nada exagerado de
estampa; cómodo de pitones. Pero toro que descubrió sus virtudes muy pronto. No
fue fácil para torear de capa de inicio, aunque en el quite Manzanares dio
pruebas de su calidad. Dos varas, dos. Y en ambas se fue como un tiro hacia el
caballo. Derribó en la primera, empujando fuerte, y volvió a romanear en la
segunda. Panorama tan despejado lo aprovechó Manzanares. Tras un breve tanteo,
vino el toreo. La primera parte de la faena más reunida, de toreo más en
redondo. Bien llevado el noble y cálido toro. Aunque con las fuerzas justas, el
de Cuvillo aguantó una faena larga. Se recreó Manzanares, sobre todo por la
mano derecha. En tan buen trabajo, solo entró una serie con la izquierda,
posiblemente cuando mejor toreado llevó al excepcional toro. Volvió a la
derecha; un circular invertido cosido a un natural, tras cambio de mano, dejó
la cosa lista para sentencia. Se pidió el indulto, pero Manzanares, con buen
criterio, se echó a matar. El remate, una gran estocada. Muy bien ejecutada. Y
en los gavilanes. El toro recibió honores póstumos en el arrastre.
Se paró muy pronto el sexto y no pasó en la muleta. Tanteos
de Manzanares, que se dio pronto cuenta que no había nada que rascar. Eso sí,
lo mató de otra gran estocada.
Bohórquez, Cuvillo / Hermoso, Castella, Manzanares
Dos toros de Fermín Bohórquez,
para rejoneo, y cuatro de Núñez del
Cuvillo, para lidia ordinaria. Los de rejoneo con buen fondo, aunque algo
parados. Muy justos los dos primeros de lidia ordinaria y de mayor entidad los
otros dos. Gran toro el tercero, premiado con la vuelta al ruedo.
Pablo Hermoso de Mendoza: casi entera trasera y perpendicular
(oreja); pinchazo y entera trasera (oreja).
Sebastián Castella: entera (aviso) (saludos); (aviso) estocada
muy trasera (dos orejas).
José María Manzanares: gran estocada (dos orejas); gran estocada
(ovación). Los tres salieron a hombros.
Plaza de Valencia. 25 de julio. Tercera de Feria. Casi tres cuartos.
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